Caso de la pancarta separatista en el palacio de la Generalidad segunda parte. El presidente de la Generalidad, Quim Torra, está a la espera de saber si el Tribunal Supremo confirma la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por haber desplegado una pancarta sobre los golpistas presos en la fachada de la Generalidad durante la campaña de las municipales de 2019. Se le condenó a año y medio de inhabilitación por desobediencia. Él mismo se declaró culpable en el juicio. Este miércoles ha tenido que volver al TSJC. Reincidió meses después, cuando se celebraban las últimas elecciones generales.
Torra se ha acogido a su derecho a no declarar. Lo ha explicado en una enésima comparecencia institucional en el palacio de la Generalidad. En el escenario, una solitaria señera. Ha bromeado sobre las fotos de Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, con las banderas de España y de la Comunidad de Madrid. "No hemos podido encontrar 23 banderas más", ha dicho Torra. Raro en un independentismo que ha hecho de la exhibición de banderas y de envolverse en banderas un argumento recurrente.
Torra ha aprovechado para dar el pésame a la familia de Jordi Turull, cuyo padre falleció ayer. Según Torra, el óbito ha puesto de relieve "la venganza del Estado", que no habría permitido a Turull asistir a su padre en la enfermedad. También se ha referido a la efeméride separatista del día, el primer aniversario de la operación Judas por la que se desarticuló a un grupo de los Comités de Defensa de la República (CDR) que manejaban explosivos. "Toda mi solidaridad con los detenidos, aquella operación buscaba aterrorizar a la población catalana y no lo consiguieron", ha manifestado.
Respeto institucional
En cuanto a su última cita como investigado en el TSJC, ha subrayado que se ha producido en medio de un gran respeto institucional. De modo que queda descartado que el presidente del TSJC, el magistrado Jesús María Barrientos, le haya recibido con un "pero hombre, Torra, otra vez por aquí". Dice el dirigente separatista que ha depuesto que no reconoce los tribunales españoles, que ese "no era un tribunal neutral, que la sentencia ya está escrita y que por tanto me acogía a mi derecho a no declarar; también le he dicho que yo soy un independentista catalán y que ese juicio se enmarca en la persecución contra el independentismo catalán". Además, ha aprovechado para recordar al tribuna que "el independentismo es una causa justa y una causa de una minoría nacional". Para acabar y siempre según su versión, "le he dicho que tanto él como yo teníamos mucho trabajo y que mejor que lo dejáramos estar".
En el turno de preguntas se ha negado a valorar el anuncio del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, sobre el inicio de los trámites del indulto de los golpistas. Según Torra, había que hablar de su libro, la pancarta interminable.
Sin manifestantes a las puertas
Típica performance independentista. Quim Torra se ha personado acompañado por una comitiva compuesta por el presidente del Parlament, el vicepresidente del Gobierno, la consejera de Presidencia, los portavoces de los grupos parlamentarios separatistas y los representantes de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium. Y poco más.
Las bases independentistas están cansadas de este tipo de actos. Quedan muy lejos los tiempos en que Artur Mas tenía que declarar en el TSJC y hasta allí acudían cientos de alcaldes, la plana mayor del funcionariado separatista, todos los altos cargos y decenas de dirigentes de partidos. La Guardia Urbana tenía que cortar el tráfico. Ya no. Sólo unas decenas de personas, los más fieles de entre los coleccionistas de momentos "históricos" del proceso, ondean sus banderas y extienden las pancartas. Una le dice a Torra que no está solo. No, pero casi.
Se espera, eso sí, un estallido en las calles si el Tribunal Supremo confirma la sentencia del TSJC de un año y medio de inhabilitación por desobediencia. Los CDR están preparados para reaccionar de inmediato. Podrían "celebrar" así y de manera conjunta el primer aniversario de la desarticulación del grupo que presuntamente preparaba atentados con explosivos. Carles Puigdemont ha reclamado un otoño caliente y los CDR están dispuestos a cumplir con su parte, tomar las calles. Sin embargo, hay dudas sobre el fuelle actual del separatismo, más tras el fracaso de la pasada Diada, cuando los CDR no dieron más que para quemar un muñeco que representaba al Rey y unos pocos contenedores.