Se ríen de la distancia social, del confinamiento y de los horarios para pasear. Esos conceptos ya formaban parte de su día a día antes del estado de alarma. A los presos de las cárceles españolas les preocupa más la paralización de los juzgados y el contacto con los funcionarios porque "ellos son los que nos traen el bicho". Ante la amenaza de un rebrote, los trabajadores reclaman mayor protección, test y protocolos más específicos para bloquear la entrada del virus en prisión.
-¿Vas a dar un abrazo a tu hermano?
-Sí, tía, a mí me da igual el coronavirus.
Mohamed espera desde hace una hora la salida en libertad de su hermano Abdel del Centro Penitenciario Madrid III, en Valdemoro. La realidad con la que se reencontrará será muy distinta a la que dejó hace seis meses, cuando entró en prisión. "No es lo mismo nuestro confinamiento que el vuestro", añade Félix C., que acaba de atravesar el arco de esta prisión madrileña cargado con dos bolsas de deporte que sugieren el fin de una larga condena.
Sacude fuertemente sus piernas —ritual penitenciario de buena suerte—, se detiene para observar el horizonte y desliza su mascarilla quirúrgica hasta la barbilla mientras apura su primer cigarrillo en libertad. "Aquí dentro no hay aplausos ni caceroladas, aquí dentro hay otra vida. Siempre se habla de lo mismo, de los juzgados, de los permisos, de la paga… y ahora, con el coronavirus, de los abogados, que no pueden venir".
-¿Cómo gestionan los reclusos la distancia interpersonal?
-Si entrara el coronavirus, el contagio sería muy rápido porque siempre estamos muy pegados. Los presos reparten la comida sin mascarilla.
Tras cumplir seis años de condena, Félix se reencuentra con su hija, que acaba de llegar en coche hasta el aparcamiento de la prisión de Valdemoro.
La irrupción del coronavirus ha democratizado algunas de las preocupaciones de reos, sanitarios y funcionarios. "Aquí el distanciamiento social es imposible", afirma Jerónimo Martín, funcionario del centro penitenciario Madrid III y representante sindical de ACAIP, consciente de que el futuro próximo en las cárceles deberá lidiar la existencia del virus con el peligro del contacto físico que suponen los vis a vis y los permisos de los presos en tercer grado.
La implantación de cuarentenas podría reestructurar la distribución de los reclusos, pero "las cárceles son reinos de taifas y cada una va a su bola", denuncia Jerónimo, que ha expedido un escrito al director de su centro penitenciario y otro al secretario general de Instituciones Penitenciarias en los que reclama más mascarillas y test para la reincorporación segura de todos los funcionarios.
En el caso de Valdemoro, el centro cuenta con setenta y un test PCR para unas mil quinientas personas, entre trabajadores e internos. "Desde dirección nos dicen que esos test son solo para los presos", lamenta Jerónimo Martín. El contacto con el exterior ha provocado en las cárceles españolas cifras de 270 trabajadores contagiados frente a los 78 casos entre reclusos, según los datos del Ministerio del Interior actualizados a 27 de mayo.
"Si aquí entrase el virus a saco, sería terrible"
La capacidad de prevención de cada centro resulta crucial para evitar que se repitan brotes como el de Estremera (Madrid VII), con 57 infectados y dos fallecidos. "Al principio, la situación nos ha tenido un poco desquiciados por la incertidumbre, pero los internos han respondido muy bien, ha sido una sorpresa para nosotros", confiesa Charo, —prefiere no dar su apellido—, auxiliar de clínica en el centro de Valdemoro y miembro del comité de empresa en CSIF. Y recuerda: "Si aquí entrase el virus a saco, sería terrible". El centro penitenciario de Valdemoro ha sufrido dos positivos entre sus trabajadores y el de un reo con perfil de riesgo.
También hacen videollamadas
La creciente tensión entre los presos por la cancelación de visitas y actividades lúdicas y formativas ha de controlarse para evitar motines como los de las cárceles italianas. "De buenas a primeras, nos ha tocado tirar de ingenio", explica el funcionario Jerónimo Martín, que aplaude la implantación de videollamadas de WhatsApp entre internos y familiares como vía de comunicación extra durante la fase cero del estado de alarma, una innovación que cree que ha llegado para quedarse. Sin embargo, Mohamed, como hermano de exreo, matiza: "Si tienen porros y de todo, ¡cómo no van a tener móviles dentro! Siempre se han hecho videollamadas".
Un grupo de tres ciclistas pedalea junto al centro penitenciario de Valdemoro y se aleja por los descampados que rodean la prisión. Llueve intensamente, pero la tromba dura poco. Sólo la lluvia y la salida de presos rompe el silencio de esta mañana de martes en la recién estrenada fase uno en la Comunidad de Madrid. "¿Ya sales del chabolo? ¡Enhorabuena!", felicita una mujer a un interno que sale del centro. La enorme bolsa de ropa que le acompaña, como en el caso de Félix, también ha delatado su libertad.
"No se puede pedir cita presencialmente por el tema del coronavirus, pero como el teléfono no paraba de comunicar, me he tenido que venir", explica la pareja de un preso del centro de Valdemoro. Todos acuden ataviados con guantes y mascarillas, su uso obligatorio es una de las nuevas medidas de seguridad en los centros penitenciarios.
Las visitas y los desplazamientos de presos se anularon el 14 de marzo por la declaración del estado de alarma, aunque al día siguiente todavía se registraron algunas visitas en la prisión de Valdemoro. "Al final, la cita ha sido con mampara", explica Eva, que acaba de salir del encuentro con su pareja, y repite "¡Que salgan ya de aquí, que es lo suyo! " mientras posa con la madre de otro preso junto a un Seat rojo con retrovisores que llevan serigrafiada la imagen del Joker.
La normalidad sin mamparas y profilaxis tardará en regresar a la prisión de Valdemoro tanto como al resto de centros penitenciarios, residencias, hospitales, bares y hogares de España. "Nunca mires atrás, yo no me volveré para mirar la cárcel, da mala suerte". Con tan solo 27 años, Abdel ya ha vivido una pandemia en prisión. "¡Mira! ¡Un céntimo en el suelo nada más salir! Esto es que voy a tener suerte". Ahora le tocará conocer fuera la otra cara de la moneda.