El presidente de la Generalidad, Quim Torra, se ha olvidado de que el pasado 29 de enero comparecía de manera solemne en el palacio de la Generalidad para avisar de que tras la aprobación de los presupuestos autonómicos convocaría elecciones. Había perdido la confianza en sus socios de ERC, según dijo, y ya solo quedaba el trámite presupuestario para llamar a los ciudadanos de Cataluña a las urnas.
Pesaba y pesa sobre él una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que le inhabilita para cargo público por desobediencia por el caso de las pancartas de los golpistas presos en edificios públicos durante campaña electoral. Torra acudió al juicio embistiendo a diestra y siniestra, diciendo que no reconocía al tribunal y que se declaraba culpable. Estaba asesorado por el polémico letrado Gonzalo Boye (condenado por participar en el secuestro de Emiliano Revilla). Torra y Boye trataron de convertir la vista en un circo político.
El presidente regional daba por amortizada su carrera política. Se debía al prófugo Puigdemont y se jactaba de su estricta obediencia a las órdenes emanadas de la mansión de Waterloo. Era el presidente vicario, un intermediario entre el presidente "legítimo" y los catalanes. Además, el enfrentamiento con ERC y la retirada del acta de diputado en el "Parlament" propiciada por el presidente de la cámara, el republicano Roger Torrent, daban al mandato de Torra un aire absoluto de provisionalidad.
Sin embargo, la pandemia ha alterado todas las previsiones de la política catalana. Tras más de un mes encerrado en la "Casa de los Canónigos" (las dependencias domésticas de la Generalidad) para superar un coronavirus que cursó con síntomas leves, Torra ya no se quiere ir ni convocar elecciones, sino apurar los plazos y liderar el gobierno de la Generalidad que inicie la reconstrucción económica de la región. Ya no exhibe plena sintonía con Puigdmeont, al que la emergencia sanitaria ha borrado del mapa político al punto de que el gran mitin de Perpiñán, el pasado 29 de febrero, se interpreta ahora como un canto del cisne.
Líder sin tutelas
Torra ha cobrado vida propia, comentan en Junts per Catalunya y los consejeros de su cuerda en el Govern. La crisis por el coronavirus le ha mostrado, dicen sus partidarios, como un líder que no necesita tutelas ni ejecutar encargos para mostrar su verdadera dimensión. Está crecido y ha dado órdenes de prepara un plan de gobierno pospandemia que pretende liderar. Considera que tiene margen, toda vez que su recurso ante el Tribunal Supremo por la inhabilitación se ha retrasado y no se abordará hasta como muy pronto finales de año.
Los presupuestos aprobados el viernes pasado ya no son el fin de la legislatura sino el comienzo de una nueva etapa en la que Torra aspira a exhibir plenos poderes sin la tutela de Puigdemont. Los números se elaboraron antes de la emergencia sanitaria y se deben modificar para hacer frente a la devastación económica, pero eso no es óbice para que Torra los contemple como una palanca con la que pasar a la historia de los presidentes de la Generalidad como algo más que el encargado del prófugo.