"Soy el señor Lobo. Soluciono problemas". Así se presenta en la película Pulp Fiction de Quentin Tarantino al solucionador de problemas al que recurren los protagonistas, Vincent y Jules, para limpiar la sangre del cadáver al que, por error, han asesinado en la trasera de un coche. Bien podrían ocupar Pedro Sánchez y Pablo Iglesias los roles de Vincent y Jules dejando para José Luis Ábalos el papel secundario pero esencial del señor Lobo que presume de eficiencia: "Estoy a 30 minutos, llegaré en 10".
Algo parecido pudo haber dicho en la madrugada del domingo al lunes 13 de enero cuando el secretario de Organización del PSOE se presentó en un coche particular, casi de incógnito, en la terminal de autoridades del aeropuerto de Barajas. "Ábalos fue a hacer lo que tenía que hacer", explican a LD fuentes socialistas que revelan que "el misterio" de su papel esa noche en Barajas responde a un asunto turbio que "nadie quiere saber" para evitar ser salpicado.
Lo único que aciertan a deslizar es que "no hubo voluntad de Podemos de reunirse con Delcy Rodríguez" sino que más bien fue al contrario. Aprovechando la nueva e impagable presencia de sus excolaboradores en el Gobierno de la nación, la número dos del régimen de Maduro, quiso hacer valer sus contactos para "forzar un encuentro con Iglesias" e incluso con Sánchez, como deslizaron algunos medios de comunicación venezolanos. Según estas fuentes, la actitud de Podemos y del propio Iglesias fue "mirar para otro lado", dar la callada por respuesta para evitar una ruptura con sus aliados venezolanos, alimentando a su vez las esperanzas de Delcy Rodríguez para celebrar un encuentro político. Y lo tuvo, pero no quien deseaba.
"Ábalos fue a mandar el mensaje" de que no habría ninguna reunión con el vicepresidente del Ejecutivo y a aplacar el enfado de la vicepresidenta chavista quien se resistió a aceptar un no por respuesta. Sólo así se explica "la tensión" de una situación "muy violenta" que relató el propio Ábalos sin explicar por qué y la "crisis diplomática" que el Gobierno insiste en que evitó el también ministro de Transportes a través de una gestión diplomática. Una crisis que se habría producido con la Unión Europea en el caso de celebrarse el encuentro con Iglesias, y con Venezuela en caso de no mandar a Ábalos como bombero a apagar el fuego.
Pero el incendio alcanzó su máximo esplendor con las explicaciones públicas tras dos días de silencio absoluto desde el Ejecutivo. Las primeras 24 horas de mutismo provocaron la crítica interna del PSOE porque el silencio monclovita estaba "quemando a lo bonzo" al número tres del partido: "Ábalos se desangra", exclamaban. Y todo ello coincidiendo con una cena de los directores de comunicación de todos los ministerios que compartían plática y copas mientras se publicaba la primera información de Vozpopuli.
El enfado del núcleo duro del partido, entre quienes está la vicesecretaria general, Adriana Lastra, y la vicepresidenta, Carmen Calvo, era mayúsculo por haber dejado "a los pies de los caballos" al secretario de Organización que acabó por retransmitir su condición de agonizante el domingo por la noche junto a Ana Pastor. Una entrevista pactada de antemano y que muchos cuestionan que no se hubiera cancelado: "Nos habría dado la Sexta pero no todos los medios poniendo en bucle a Ábalos".
Un "pésimo ejemplo de gestión de crisis" que quiso cortar de cuajo el presidente del Gobierno en la víspera, el sábado por la mañana, cuando compareció ante los medios para respaldar la gestión de su ministro. Mucho más importante que lo que dijo Pedro Sánchez fue lo que quiso decir: "Ábalos soy yo", reinterpretan fuentes socialistas. O dicho de otra forma: "Todos somos Ábalos". Espaldarazo en público y paños calientes que se volvió a producir a los dos días en la reunión de la Ejecutiva socialista cuando, en el posado inicial ante las cámaras, Pedro Sánchez bromeó con el eclipse que le hacía su puntal en el partido: "Ya sólo quieren fotos contigo...", deslizó entre risas sin encontrar una sonrisa recíproca sincera.
"Ábalos se desangra", insisten las fuentes socialistas consultadas aunque "jamás caerá porque sería como que cayera Pedro" y el presidente es consciente de que "le ponen en la diana por ser su hombre fuerte". Seguirá en su puesto pese a que "está muy jodido, muy quemado" y la única solución es darle un respiro. Un tiempo alejado de los focos que le permita recomponerse. Eso pretendieron ocultándole el lunes pasado en Ferraz, cancelando su agenda nacional e internacional, viajes incluidos. Sólo reapareció el jueves en un acto de la vicepresidenta del Gobierno.
Pero mientras hablaba Carmen Calvo ante las cámaras, muchos periodistas, conscientes del señuelo, redirigían sus micrófonos para perseguir a Ábalos. "Yo ya he dado todas las explicaciones", decía huyendo agonizante y altivo el peso pesado de Pedro Sánchez que se ha comido el marrón de solucionar uno más de sus problemas. Aunque esta vez el señor Lobo se ha percatado de que la sangre no le ha salpicado. Es la suya.