La Comisión de Investigación sobre la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha sido el marco de la rueda de mítines de los presos golpistas y el homenaje de los grupos separatistas a quienes protagonizaron el golpe de Estado de otoño de 2017 y no se dieron a la fuga. Los independentistas se han adueñado de la Cámara para llevar a cabo un "show" patrocinado por los servicios penitenciarios de la consejería de Justicia de la Generalidad, que han autorizado la excarcelación durante unas horas de seis exconsejeros para que en teoría aportaran su versión sobre los hechos que desencadenaron el 155 y sus efectos. Primer acto de campaña de Junts per Catalunya (JxCat) y ERC entre lamentos de los presos por la falta de unidad independentista un día después de la pataleta de Quim Torra por la pérdida del escaño.
Los políticos presos aprovecharon los micrófonos y los focos para llevar a cabo un ajuste de cuentas con los políticos de la oposición, a los que acusaron de haber provocado, fomentado y jaleado su situación penitenciaria. Discursos plagados de rencor y ansias de venganza con amenazas como las de Oriol Junqueras, que dijo que hasta sus enemigos sufrirán la acción de las cloacas del Estado y que se pavoneó como "campeón del independentismo y el diálogo" desde la atalaya de una autoproclamada superioridad moral por el hecho de cumplir condena por sedición y malversación.
El líder de ERC aseguró que estar en la cárcel no condicionará el diálogo con el Gobierno, pero nada dijo sobre la reforma del Código Penal que prepara el Ejecutivo para aliviarle una gran parte de la condena. Junqueras tuvo que aguantar la mirada y los reproches de la dirigente de Ciudadanos Lorena Roldán, que le censuró no pedir perdón, ir de mártir y no presentar el más leve síntoma de arrepentimiento. Tras una intervención de poco más de cinco minutos, el tiempo tasado por la presidencia de la comisión, Roldán anunció que su grupo se levantaba y se iba. Junqueras reaccionó con una risa irónica y la frase "no os vayáis, qué lástima, ahora que habíamos empezado a dialogar".
El breve discurso de Roldán fue la única réplica a la exhibición golpista. Ni Ciudadanos, ni PSC ni PP participan en los trabajos de esa comisión sobre el 155, montada al efecto de producir espectáculos como el de este martes, argumento con el que justificaron su absentismo. Las ausencias de los diputados de la oposición fueron aprovechadas por los presos comparecientes para arrogarse la bandera del diálogo y cargar las tintas contra los ausentes.
Así, Jordi Turull, exportavoz del Govern golpista, arremetió contra Lorena Roldán, a la que tachó de "cobarde" por haber cuestionado los privilegios penitenciarios de los que disfrutan los políticos encarcelados en las prisiones dependientes de la Generalidad. También llamó "maleducados" a los miembros de Ciudadanos y les acusó de su situación.
Los insultos de Turull
"Me sabe muy mal que Ciudadanos se haya marchado. Son unos maleducados y unos cobardes. Cuando han estado aquí se han referido al vicepresidente Junqueras pero hablando en plural de nosotros, los presos, e iban diciendo cosas y han marchado. El otro día cuando el presidente de la comisión nos explicaba que Ciudadanos no estaba en esta comisión (...) yo dije que sí que estarían. Donde hay una cámara está Ciudadanos. La única duda que tenía es si vendrían a hacer comedia o cantarían el 'Cara al sol' para no perder más votos hacia Vox", manifestó el reo. Además, rechazó que hubieran engañado a los catalanes con la independencia y se jactó de que estaban preparados para convertirse en un Estado.
El siguiente en comparecer fue Raül Romeva, exconsejero de Exteriores, que aseguró que "quienes aplaudieron el 155 son responsables de las políticas que no se pudieron desarrollar" y se refirió a las causas pendientes por el golpe de Estado como una causa general contra el independentismo.
El exconsejero de Interior, Joaquim Forn, se refirió a los atentados islamistas del 17 de agosto y dijo que la "brillante" reacción de los Mossos propició la desconfianza y los recelos del Estado. También valoró las técnicas de mediación de los Mossos d'Esquadra en contraste, según su criterio, con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Además, dijo que preguntado el Jefe Superior de la Polícia Nacional en el juicio del Supremo por la mediación, dijo desconocer qué significaba eso en términos policiales.
La soberbia de Rull
Josep Rull, exconsejero de Territorio y Sostenibilidad, se expresó en parecidos términos de superioridad al afirmar que los gestores del 155 prácticamente no intervinieron en su consejería porque desconocían las supuestamente avanzadas políticas catalanas sobre cambio climático y transporte. "No tenían ni idea de qué les hablamos cuando nos reuníamos con ellos", dijo Rull despectivo, refiriéndose a los contactos que mantuvo con ministros del Gobierno del PP en la pasada legislatura. También arremetió contra el Rey, a quien acusó de fomentar el miedo con su discurso del 3 de octubre y de haber desencadenado la fuga de empresas.
Efectos de la prisión
La exconsejera de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia, Dolors Bassa, fue la última en comparecer. Atribuyó al 155 los impagos que acumulaba su departamento en el área de los servicios sociales y emergencias sociales como la de los menores no acompañados. También aseguró que le hubiera gustado "mirar a los ojos" a los diputados de Ciudadanos, PSC y PP para hablarles de los efectos psicológicos de la prisión, "momentos de angustia, insomnio, herpes, situaciones de no poder salir de la celda", declaró.
Con su intervención concluyó otra sesión inclasificable en el parlamento catalán, tomado por los partidos de los presos y convertido en el escenario de unos mítines que podrían ser los primeros de la campaña de las elecciones autonómicas.
Todos los comparecientes lamentaron la falta de unidad de los partidos independentistas mostrada en la retira del escaño de Torra. Y en todos los discursos se evidenció que los presos están convencidos de que actuaron correctamente y que lo volverán a hacer. En cuanto al 155, sus explicaciones ahondaron en la supuesta superioridad de la administración catalana frente a la maquinaria del Estado, incapaz de comprender, según su tesis, las peculiaridades de unas consejerías y unas políticas a años luz de las del resto de España.