El nombramiento de José Manuel Albares como embajador en Francia, en compensación de Pedro Sánchez por no hacerle ministro, ha levantado ampollas en el ámbito diplomático. Un diplomático de carrera que, gracias a sus servicios políticos, salta tres categorías de la carrera diplomática y pasa del quinto nivel de consejero de Embajada al de Embajador, lo cual se interpreta como un "abuso de poder" entre los suyos, los funcionarios de la Carrera que denuncian una auténtica "cacicada".
En conversación con Libertad Digital, fuentes del Ministerio explican que "Albares es el tipo más junior y con menos experiencia que ha pisado jamás una embajada de ese porte". Una embajada calificada como "de primera categoría" dentro de la Carrera y que han ocupado previamente perfiles de 60 años de media y 40 años de recorrido profesional a sus espaldas. Una trayectoria que contrasta con la de Albares, de apenas 47 años y con "un currículum diplomático muy mediocre".
Según estos funcionarios del ámbito de la Carrera diplomática, "Albares asciende al puesto conseguido por lealtades personales y no por méritos profesionales". Una "cacicada", según estas fuentes, que si bien admiten que "el Gobierno puede nombrar a quien quiera legalmente", también advierten de que "la mayoría de los funcionarios diplomáticos piensan que el Ejecutivo incurre en una clara arbitrariedad si no respeta los parámetros mínimos de mérito y capacidad básicos en la función pública".
La indignación de estos funcionarios de Exteriores es notable habida cuenta de que se veía venir la maniobra desde que el Ministerio intentó rebajar drásticamente los requisitos para ser nombrado Embajador en la negociación del nuevo Reglamento de la Carrera. La pretensión inicial del Ministerio dirigido por Josep Borrell fue, como ya se publicó en su día en los medios de comunicación, rebajar a doce años el mínimo de antigüedad exigido para las embajadas pequeñas frente a los veinte años que exigía el anterior Reglamento como mínimo para cualquier categoría", lo cual supone "algo menos de la mitad de la carrera media".
Cuentan estas fuentes que "la indignación fue tal que aumentaron el mínimo a quince años, todavía muy insuficiente para una responsabilidad de ese tipo", lo cual motivó que "las tres categorías de ministros y embajadores, casi la mitad de la carrera diplomática", no apoyasen la propuesta. Para las embajadas de primera categoría como París, la cúpula del Ministerio fijada a través de la subsecretaría "se negó a mantener la exigencia de la categoría mínima de ministro plenipotenciario de tercera clase", la tercera categoría de la carrera, dos por encima de la de Albares. Algo que desde entonces se conoce en Exteriores como la "cláusula Albares", dado que ya era "un secreto a voces" en el Ministerio que el principal asesor internacional del presidente querría acceder en un futuro no muy lejano a la embajada de París.
Sin embargo, la maniobra de José Manuel Albares pasaba por ser ministro de Exteriores como antesala para coronarse como Embajador en París. Una forma de aterrizar con el plácet político que compensa no cumplir con los requisitos establecidos en la normativa diplomática. Frustrado el plan inicial, el enfado de los funcionarios de carrera es tan sobresaliente que no olvidarán fácilmente el caso Albares.