Cualquier cosa menos un Belén tradicional o parecido. La consigna del ayuntamiento de Barcelona a los artistas que pretendan verse agraciados con el montaje del Belén de Navidad es clara y meridiana. La instalación no se puede parecer en absoluto a un pesebre tradicional y cuanto más extraña o incluso ofensiva resulte para los católicos, pues mejor.
Ada Colau lo tiene claro y desde que asumió las riendas de la ciudad (cinco años lleva ya de alcaldesa) no ha dejado pasar la oportunidad de montar belenes alternativos en la plaza de San Jaime. Muy lejos quedan ya los tiempos en que el ayuntamiento organizaba pesebres para el público infantil. Lo que se lleva son las "instalaciones" con pretensiones artísticas. El año pasado, una mesa de comedor; este, unas cajas apiladas con objetos navideños, bolas, soperas, copas de cava y hasta figuras del Belén, una auténtica concesión. Está la Virgen, San José y hay un Niño Jesús, incluso, pero de menor tamaño, por ejemplo, que el buey del pesebre. El montaje es de Paula Bosch y pretende recrear un desván lleno de cajas con objetos que se recuperan por estas fechas.
Las figuras del Belén aparecen desordenadas, descontextualizadas y mezcladas con otros objetos, pero según algunas de las personas que han visitado el montaje, que la Virgen o el Niño no sean elementos abstractos ya supone todo un avance.
El coste de la instalación, ha denunciado el PP, es de 97.000 euros. Según el presidente del grupo municipal popular, Josep Bou, "es una vergüenza que Colau y el PSC se hayan gastado esa cantidad en un pesebre que parece un punto verde de recogida de residuos. En tres años, denuncia la formación conservadora, Colau ha destinado casi 350.000 euros a belenes "estrafalarios".