Pablo Iglesias volvía este jueves, una vez más, a la Universidad Complutense de Madrid, de la que es profesor honorífico. En este caso a la Facultad de Derecho, sita en la vieja Ciudad Universitaria, y no el Campus de Somosaguas, creado bajo el franquismo como forma de alejar del centro de la capital las revueltas estudiantiles de la época y el lugar donde el líder de Podemos ejerció su magisterio.
Aunque el lugar y el ambiente eran propicios —no evitó ante más de medio millar de alumnos contar cómo se examinó "en esta misma aula" de su último examen de carrera o cómo en aquella época aún se podía fumar en las clases, así como el relato de las correrías de su padres en la misma universidad e incluso de la ex ministra del PP Pilar del Castillo, quien, dijo "encabezaba Bandera Roja en la facultad y tomaba la palabra en el hall de entrada con un megáfono"— dijo que quería expresamente evitar las "batallitas".
Por contra, y hablando ya como el líder de un partido que está a un paso de formar parte del Gobierno de España, algo sin parangón en la Unión Europea, dedicó el grueso de su intervención (la charla llevaba por título: "La lucha antifascista en la Unión de Estudiantes Progresistas-Estudiantes de Izquierda" un colectivo del que formó parte en sus años de estudiantes) al crecimiento "sin precedentes" de la "extrema derecha en España".
La "enorme inteligencia" del PP de Aznar
A su juicio, sólo la "enorme inteligencia política" del PP, liderado durante quince años por José María Aznar, para "hacer convivir diferentes familias de la derecha española, desde neoliberales y democristianos hasta ultracatólicos y sectores de la extrema derecha" evitó que en España haya un partido como Vox.
Una emergencia política, la de la formación liderada por Santiago Abascal, que para Iglesias no tiene el mismo origen que el de otros partidos de países de nuestro entorno como el Frente Nacional francés o grupos similares en Italia.
Si en en esos casos, siempre según el líder de Podemos, la emergencia de estos grupos se debe "a las contradicciones y las injusticias del proceso de globalización económica", en España Vox es una fuerza que proviene del PP y que se define por un perfil ideológico "atlantista", "neoliberal y "monárquico" y cuya eclosión tiene que ver con el desafío secesionista catalán y la "gestión política" del mismo realizada tanto por el PP como por Ciudadanos.
La "imprudencia" de alentar a Vox
Aunque también, decía Iglesias en dardo velado a su futuro socio de Gobierno, esa eclosión de Vox ha venido alimentada por "algunos sectores progresistas" que "cometieron la imprudencia de pensar que alentando el miedo a Vox se podían obtener unos resultados electorales favorables al centroizquierda a partir de una suerte de movilización del miedo. Correcto análisis en el corto plazo, si se quiere, el problema es que cuando ya la extrema derecha es una fuerza presente en el Parlamento, a partir de ahí tiene alas propias para volar, y pueden venir cambios de discurso".
Algo que Iglesias ve como una amenaza clara por la posibilidad de que los de Abascal pesquen en caladeros de la izquierda. "Puede ocurrir que poco a poco vayan aprendiendo que se puede disputar también el voto de la frustración en los barrios más modestos de nuestro país y que el discurso de la soberanía puede funcionar" alertaba.
A partir de ahí, y con la fe del converso, Iglesias blandía una vez más la antaño por él mismo denostada Constitución del 78 para asegurar que "con todos los límites que tendrá el próximo Gobierno, nosotros somos conscientes de que nuestra fuerza es modesta, pero creo que podemos contribuir a garantizar que se genere una red de seguridad para el país cuando llegue la recesión económica".
Contenido en todo momento, y tras saludar protocolariamente a las autoridades universitarias contra las que la asociación convocante había arremetido previamente, Iglesias no pudo evitar una abierta sonrisa cuando otro de los ponentes, como él antiguo miembro de ese colectivo, lanzaba un habitual invectiva de la extrema izquierda al PSOE, la de que los socialistas son el partido de los "cien años de honradez y cuarenta de silencio" aludiendo a su pasividad, en comparación con el Partido Comunista de España (PCE), durante la dictadura.
Una abierta sonrisa que permitía atisbar el Iglesias que fue, no sólo en sus años jóvenes, sino en los muchos más recientes en que arremetía en el Congreso contra Pedro Sánchez recordando la "cal viva". Una alusión al caso GAL que hoy, a punto de formar gobierno con los socialistas, no se podría permitir.