"Apretad, apretad, hacéis bien en apretar", les dijo Quim Torra a un grupo de miembros de los Comités de Defensa de la República. Fue hace casi un año, con ocasión del primer aniversario del referéndum ilegal. Habían transcurrido unos pocos meses de su mandato, que el presidente autonómico principió con una confesión en Catalunya Ràdio, la emisora oficial de la Generalidad: "Lo que ha hecho la gente de este país es fabuloso, se ha asociado a las asambleas, a Òmnium, a los CDR. Yo tengo toda mi familia apuntada a los CDR".
Entre los méritos que mostró Torra para que la CUP aceptara su nombramiento como presidente de la Generalidad consta que participó en la ocupación de un colegio para celebrar el 1-O, en la concentración contra la devolución del arte robado del monasterio de Sijena y en cuantas manifestaciones convocaban la ANC y Òmnium, organización de la que llegó a ser vicepresidente. Con ese perfil de "activista" y declaraciones sobre la vía eslovena, Torra se ganó el respeto de los CDR y se convirtió al tiempo en uno de sus principales patrocinadores y, a decir de la oposición, "cómplices".
Pero no solo su familia directa está vinculada a los CDR. Uno de sus sobrinos, Ernest Morell Torra, fue detenido el pasado enero por la Policía Nacional acusado de desórdenes públicos por el corte del AVE en Gerona durante la celebración del primer aniversario del 1-O. A la espera de juicio, este sobrino de Torra se dedica a la promoción de la "soberanía etílica" y la producción al efecto de ratafía, tareas en las que cuenta con el decidido apoyo de su tío, el president.
La familia de Torra también provocó un escándalo de matonismo político durante la constitución del ayuntamiento de Santa Coloma de Farners tras las pasadas elecciones municipales, cuando una hermana del president montó en cólera en público y descolgó el retrato oficial de Torra en protesta porque las candidaturas separatistas no llegaban a un acuerdo que finalmente se produjo horas después tras la "mediación" del propio Torra.
Torra siempre se ha negado a condenar los actos violentos de los CDR. Ni siquiera lo hizo cuando miembros de los comités señalaron con excrementos las sedes de los partidos PDeCAT y ERC y amenazaron al Govern por no aplicar los resultados del simulacro de referéndum del 1-O.