Apenas 24 horas después de dar a conocer el barómetro del CIS que pronosticaba la debacle de Podemos como caldo de cultivo y mecanismo de presión, el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, ha descolgado el teléfono para llamar al líder de Podemos, Pablo Iglesias, de quien depende para sacar adelante su investidura.
Ambos han acordado un nuevo encuentro de negociación, el martes a las 12:00 horas en el Congreso de los Diputados. Será el quinto encuentro que celebren ambos desde las elecciones del 28 de abril. Ninguno ha dado sus frutos ante la cerrazón de ambos dirigentes a avanzar en torno a la entrada de Podemos en el Gobierno a nivel ministerial, como exige Pablo Iglesias y como se había negado el Gobierno en un principio.
Según fuentes socialistas, "hay base sólida para alcanzar un acuerdo tal y como hemos demostrado en estos últimos doce meses". Y añaden: "España necesita un Gobierno progresista en plenitud de funciones en julio".
Un horizonte temporal en el que el Ejecutivo sigue descartando, públicamente al menos, la segunda vuelta de septiembre en aras de alcanzar una rectificación de Iglesias en este primer asalto de la investidura. En este sentido, el Gobierno vio ayer con cierto optimismo la carta publicada por Iglesias en el diario La Vanguardia en la que se abría a votar a favor de Sánchez en una segunda votación.
"Hay un cierto movimiento", llegó a decir la ministra María Jesús Montero tras fijar que se hable primero de políticas y luego de cargos en el Gobierno. Un asunto en el que Iglesias sigue siendo tajante. Este mismo jueves ha dicho que "tarde o temprano el Gobierno tendrá que aceptar un gobierno de coalición".
Por contra, el discurso sí ha cambiado en el seno del Gobierno. Del rechazo abierto y frontal han pasado al silencio. Nadie rechaza ya públicamente este escenario aunque en privado sigan mostrando sus reticencias a que Podemos esté sentado en el Consejo de Ministros. De hecho, al término del último encuentro ministerial en Moncloa, la portavoz Isabel Celaá abogó porque la negociación no fuera un "juego de suma cero" con "sometidos y ganadores", abriendo espacio a una vía intermedia de negociación.