"Votar no es delito", "votar no es delito", "votar no es delito". Era 14 de febrero y el considerado "motor" del golpe, el exvicepresidente catalán, Oriol Junqueras, pronunciaba la que sin duda se ha convertido en una de las grandes falacias del juicio sobre el 1-O que se celebra en el Tribunal Supremo: "Votar no es delito".
Este eslogan, este mantra golpista ha calado y mucho entre los independentistas catalanes. Unos lo emplean desde la ignorancia o la insultante ingenuidad, otros desde el más miserable desprecio a la Ley, la Constitución y el Estado de Derecho.
La falacia golpista ha resonado mucho esta semana en el Supremo, durante el turno de declaración de los testigos propuestos por las defensas de los acusados. "El ambiente era "festivo", "era la fiesta de la democracia", " se organizaron campeonatos de butifarra" y así por supuesto, hasta coronar su declaración con el eslogan de Junqueras: "Votar no es delito".
Esta falacia se cae por su propio peso, ya que los testigos de los golpistas reconocían en su inmensa mayoría que sabían que el Tribunal Constitucional había declarado ilegal el referéndum del 1-O y que una magistrada del TSJ de Cataluña había emitido una resolución ordenando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado impedir las votaciones. Pero... ¿Acaso esto importa? En el mundo de Matrix, de surrealismo patológico de "supremacismo lazi" catalán, da igual. Da igual porque: "Votar no es delito".
"Votar no es delito", si un Parlamento regional no aprueba unas leyes para darle validez jurídica, "votar no es delito" si no se organiza un censo electoral, si no se habilita desde las instituciones un espacio para detallar los recuentos, si no se malversa dinero público para comprar material electoral y distribuirlo, si no existe un mandato judicial que lo declara ilegal y que faculta a la Policía, a la Guardia Civil y a los Mossos d'Esquadra, sí, también a los Mossos aunque no lo crean, para impedir dicha votación.
Hago un inciso para recordar cómo algunos medios catalanes, algunos además independentistas, se refieren a la Policía Nacional y la Guardia Civil despectivamente como la "Policía española". Miren ustedes, la Policía, la Guardia Civil y los Mossos son policías españoles, aunque algunos agentes del tercer cuerpo mencionado se hayan entregado al golpe. No es una cuestión baladí, el lenguaje es importante en este tema.
Aquí subyace lo peor del catalanismo racista, xenófobo y supremacista lazi que desprecia todo aquello que es España y que está fuera de Cataluña. Tampoco es baladí la risilla de desprecio miserable que algunos de los 12 acusados muestran cuando un testigo habla con acento andaluz, extremeño o murciano. ¡Sois unos racistas! Y los peores, por supuesto, los charnegos que no son catalanes de pura cepa e intentan ser los más radicales para ganarse el respeto de los que tienen RH catalán 100%. Es simplente vomitivo.
Los votantes del 1-O sabían que el referéndum era ilegal, les dio igual y acudieron a votar a sabiendas. Por si fuera poco, "obstaculizaron", como un testigo reconocía, la actuación policial. Da igual si la resistencia es pacífica o violenta, es resistencia y ante ello, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están facultadas para emplear la fuerza necesaria que garantice el cumplimiento del mandato judicial.
¿Hubo algún abuso policial? Por supuesto que lo hubo y debe ser investigado y depurado en su caso. Pero que el árbol no nos impida ver el bosque. Los "desvalidos", "violentados" y "pacíficos" votantes del 1-O estaban participando en un golpe de Estado a sabiendas, lo digo por segunda vez, y de ello se enorgullecen públicamente frente al tribunal que preside el magistrado Manuel Marchena, a preguntas de los fiscales.
Si saben que estaban participando en una actividad ilegal, luego que no lloren si la Policía y la Guardia Civil les propinó un porrazo o dos o tres, cuando intentaban boicotear su labor. No eran "gent de pau" (gente de paz), eran gente golpista, que ejecutaron en la calle un plan siniestro y fratricida diseñado por una panda de iluminados, cuyo jefe huyó como una rata cuando tenía que presentarse ante la justicia. El "molt covard president Puigdemont".
En este punto, debo hacer otra consideración. También creo que una gran parte de los votantes del 1-O era gente de buena Fe que fue manipulada masivamente y engañada para convertirse en peones y ser estrellados contra las porras de los policías. ¿De verdad no lo ven los buenos catalanes que votaron el 1-O? Todo ello, planificado por unos dirigentes sin escrúpulos que aguardaban el resultado del choque a salvo y en la retaguardia. Todos muy valientes.
¿Los testigos de la defensa o de la acusación?
Del carrusel de testigos que han desfilado esta semana en el Supremo, recuerdo a una testigo que votó el 1-O y que "tenía miedo a que la Policía le robara la urna". Es que mire usted señora, la Policía no tiene otra cosa que hacer que ir a robar unas urnas golpistas de plástico. Unos testigos que no se ruborizan en pregonar a los cuatro vientos su desobediencia civil en el Supremo y se preocupan por dejar claro que contestan a "los fascistas de Vox, por imperativo legal"... En fin.
Otro testigo, un carpintero de Gerona, sí el de los "campeonatos de butifarra", deslizaba un argumento interesante. Decía que como el referéndum había sido declarado ilegal, pues que más daba que la gente acudiese a votar para protestar. No obstante, el problema es que los dirigentes golpistas habían preparado un armazón legislativo y logístico para darle validez, a pesar de ser ilegal. No era un "butifarréndum", era un referéndum golpista, que fue por cierto, muy mal neutralizado por el Gobierno de Mariano Rajoy, que se escondió tras las faldas de la Policía primero y del rey Felipe VI, después.
No todo está perdido. Un mosso que estuvo presente en el asalto a la Consejería de Economía del 20 de septiembre, arrojó un halo de luz entre tanto fanatismo y totalitarismo. Quería cumplir órdenes y llegar hasta la Consejería para facilitar la entrada de los detenidos y la labor de la comitiva judicial. Sin embargo, "ni con el séptimo de caballería", como aseguraba, lo hubieran conseguido. Este agente valiente detallaba la agresividad, el lanzamiento de objetos y las acometidas de la pretendida 'gent de pau'.
Además, hundió más si cabe al entonces presidente de la ANC, Jordi Sánchez, contando como éste le exigió que se retirase del lugar con sus hombres. Por supuesto, este mosso que sí es 'molt honorable', no como Puigdemont, resistió, aguantó y cumplió su deber.
Por cierto, los intereses judiciales de los acusados se cruzan. El testigo no había sido solicitado por la Fiscalía, la Abogacía del Estado o por Vox, lo había pedido la defensa del exconsejero de Interior, Joaquim Forn. Comienzan a volar los cuchillos entre los golpistas.