Las dos sesiones del juicio del 1-O celebradas esta semana con la resaca electoral del 28-A han tenido como estrella invitada al cantautor y exdiputado de Junts pel Sí, Lluís Llach, que haciendo un juego de palabras con su famoso éxito, no ha dejado en la estacada a los Jordis.
Llach, vestido de negro y con el "amarillo golpista corporativo" en forma de lazo y gafas, comenzaba en el Supremo dando el cante y haciendo una confesión sobre su orientación sexual al presidente del tribunal, Manuel Marchena, para no contestar a la acusación popular que ejerce Vox: "Como ciudadano homosexual, independentista y aspirante a ciudadano del mundo, estoy en desacuerdo".
Marchena hacía las veces de confesor de Llach: "Estas afirmaciones que hace son respetables hasta el máximo. Sin embargo, son afirmaciones que desbordan el sentido de su llamada y el sentido de su presencia. En consecuencia, la Sala le respeta profundamente en su ideología, en su modelo de vida. Absolutamente en todo, y lo único que quiere es que el acto se desarrolle conforme a la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Si la acción popular es la que le ha propuesto como testigo usted tiene la obligación el deber legal de responder a sus preguntas".
Hechas las presentaciones, el cantautor desplegaba una defensa cerrada del expresidente de la ANC, Jordi Sánchez, y del presidente de Ómnium Cultural, Jordi Cuixart: "Sànchez y Cuixart tenían la mala costumbre de consultarme las cosas y me pidieron a mí y a otras personas que les acompañáramos al escenario para la desconvocatoria. El señor Cuixart se la cargó porque él fue el primero, y a mí en un escenario nunca me habían silbado así, con perdón".
También relataba que Sànchez y Cuixart le pidieron que les ayudara "a hacer un cordón, no por mis cualidades, sino porque soy conocido, mi presencia podía servir para esto, pasamos un poco de sudores y lágrimas para hacer bajar a la gente".
Después, Llach aseguraba que no vio "en ningún caso violencia contra el vehículo de la Guardia Civil". "No vi a nadie golpeando con una piedra. Si vi mucha gente encima y creí que los daños se deben a eso", afirmaba.
El autor de "La estaca" concluía su declaración como testigo con otra confesión: "Puedo dar fe absoluta de que los guardias civiles fueron siempre respetados, que su comportamiento fue ejemplar y los Mossos ningún problema".
ERC, el 1-O y Walt Disney
En las dos jornadas de juicio de esta semana, han desfilado ante el tribunal muchos testigos de la defensa. Entre ellos, votantes del referéndum ilegal y alcaldes, diputados o senadores de ERC que estuvieron presentes en el asalto a la Consejería de Economías del 20-S o que presenciaron las actuaciones policiales en los centros de votación el 1-O.
La senadora de ERC, Laura Castel, aseguraba que "la gente tenía ganas de autodeterminarse". La fantasía del diputado del mismo partido político, Jordi Salvador, iba más allá aún al recordar el ambiente de los congregados en un centro de votación de Tarragona al que acudió: "Aquello era un Walt Disney".
Lo cierto es que los testigos de la defensa incurrieron en muchas contradicciones diseccionadas por la abogada del Estado, Rosa Seoane, y la Fiscalía. Todos negaban haber visto ataques a los agentes, a pesar de que los partes de lesiones dicen lo contrario. Algunos dirigentes independentistas que se encontraban en las puertas de la Consejería de Economía aseguraban no haber visto los coches patrulla de la Guardia Civil destruidos.
Algunos de los testigos reconocieron abiertamente que acudieron a votar el 1-O sabiendo que era ilegal y que impidieron el paso a la Policía y Guardia Civil cuando cumplían el mandato judicial del TSJC. Vamos, que la Ley les importó un bledo.