Los abogados de los golpistas están para algo y este miércoles ha dado prueba de su utilidad uno de ellos, el polémico Jordi Pina, letrado de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull. El presidente de la sala, Manuel Marchena, cita a declarar a un inspector de la Policía Nacional y Pina, raudo y veloz, primero de la clase, señala nada más ver al funcionario que ese cromo está repetido, que ya declaró el jueves pasado "si mal no recuerdo", apostilla el defensor, chico listo, un punto pelota.
Va para el centenar de agentes del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) que han declarado como testigos en el Tribunal Supremo en relación al golpe de Estado de septiembre y octubre de 2017 en Cataluña. Pina se marca un tanto. Tras unos interrogatorios agresivos y contraproducentes para sus patrocinados, muestra un perfil constructivo y conciliador. Su intervención causa el efecto de un chiste de Eugenio. Con la venia de la sala, saben aquel que diu...
Hasta los procesados por rebelión, sedición y malversación no pueden reprimir la risa. Los jueces se ríen a espuertas, todo el mundo se carcajea. Marchena agradece sinceramente la intervención de Pina. Atrás quedan las serias amonestaciones del juez ante los chanchulleros procedimientos del letrado, que tiene un punto al parecer divertidísimo.
El abrazado a un árbol
Las declaraciones de los agentes de la Policía Nacional construyen un relato muy gráfico sobre la insurrección del 1 de octubre del 17. Abundan en las escenas de violencia y describen minuciosamente las murallas humanas separatistas. En primera línea, niños, ancianos y desvalidos por la república, en la segunda, las juventudes encapuchadas y los guardias forestales de la Generalidad uniformados. Un policía cuenta que se abrazaban entre ellos y que ante la falta de material humano vio como un manifestante se aferraba a un hermano árbol.
Los agentes cuentan y no paran sobre la agresividad de los concentrados en los centros electorales de Lérida. Las defensas insisten en el suceso del jubilado que sufrió un ataque al corazón. Ese hombre será uno de los testigos que pasarán por el Supremo en próximos días, junto a un centenar de votantes del 1-O. Será el momento de las defensas, que han intentado por todos los medios desacreditar los testimonios policiales.
El "muerto" del 1-O
Ése ciudadano estuvo a punto de ser el muerto del 1-O. De primeras fue atendido por un policía nacional y estabilizado por dos personas que se presentaron como médicos. En medio del tumulto, el hombre yacía en el suelo a expensas de las arremetidas del suceso. Benet Salellas, exdiputado de la CUP y abogado del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, está especialmente interesado en ahondar sobre el episodio. Está labrando una causa paralela, como le reprocha Marchena. Salellas protesta. Su as en la manga es que ese ciudadano ha declarado en los medios separatistas que un policía le pegó una patada en la entrepierna. No hay imágenes del momento, pero Salellas abunda en el matiz de que un antidisturbios le pegó un empujón a un tipo que le escupía a la cara que era un asesino. El sujeto cayó sobre las personas que atendían al infartado.
Cambio de registro
El hombre, de setenta años, fue trasladado en helicóptero en Barcelona y sobrevivió al infarto. Representado por uno de los abogados de Puigdemont, Jaume Alonso Cuevillas, aseguró en un juzgado de Lérida que le patearon tres policías. Será el gran testigo de cargo de la defensa.
El juicio cambiará de tono a la vuelta de la Semana Santa. Testificarán políticos y mossos por la república y en breve llegará el turno de las "víctimas" del 1-O, los cien testigos seleccionados por la defensa de los golpistas que previsiblemente dirán haber sido masacrados en tan infausta jornada. Después de ellos llegarán los vídeos de las actuaciones policiales. Los abogados de los golpistas confían en que los fotogramas de los porrazos alteren definitivamente el signo de la causa.