Juicio del golpe de Estado separatista en el Tribunal Supremo. Lunes Santo, jornada 31. Comparecen como testigos un comandante de la Guardia Civil y una decena larga de policías nacionales, todos antidisturbios menos un no uniformado. El comandante tenía que haber testificado hace un par de semanas, pero sufrió una indisposición. Es el número dos del teniente coronel Baena, jefe de la policía judicial del Instituto Armado en Cataluña, y en calidad de tal, firmante una treintena de atestados sobre el golpe.
El comandante atesora toda la información disponible sobre la intentona secesionista y se muestra riguroso y preciso a preguntas de las acusaciones, cortante y remiso con las defensas. La suya es una visión panorámica de lo sucedido. Abarca desde las incidencias de los preparativos hasta el día a día de la asonada. Tiene conocimiento y lo demuestra sobre las intervenciones telefónicas y los correos electrónicos claves de los acusados, la agenda Moleskine y el documento "Enfocats" encontrados en el registro del domicilio de Josep Maria Jové, el secretario general de la consejería de Oriol Junqueras que coordinaba las operaciones.
Trapero, el elemento "imprescindible"
El mando de la Benemérita insiste en el papel de los Mossos, "la figura de Trapero es imprescindible en la estrategia independentista", asegura en varias ocasiones. Hay correos electrónicos demoledores. El jefe de la policía regional mantenía informada en todo momento a la cúpula política del golpe sobre las iniciativas judiciales en contra. Abunda también el comandante en la concertación entre la capacidad legislativa del separatismo y la fuerza movilizadora de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Comenta además que en las comunicaciones intervenidas se teoriza sobre el control del territorio, las infraestructuras y la necesidad de un ejército catalán. Para el pie de página apunta que los Mossos se referían a Puigdemont como Platino en sus comunicaciones internas.
Novedades de la Policía Nacional
Las novedades vienen de la mano de dos policías nacionales que participaron en la operación Copérnico, el envío de seis mil guardias y policías a Cataluña para sofocar la rebelión de la Generalidad. Un agente de la escala básica, destinado en Valencia, describa la escena una "señora al que ha tratado bien la vida, bien peinada y bien vestida" que pasa a su lado cuando estaba haciendo guardia en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona y dice "qué mal huelen los policías nacionales, menos mal que no tendréis que venir cuando tengamos la república".
El agente formó parte del contingente de antidisturbios que protegió a la policía judicial durante el referéndum golpista. "Decían que eran gente de paz, pero estaban llenos de odio", asegura el funcionario. Sólo en el País Vasco había visto algo parecido. El presidente de la sala, Manuel Marchena, ataja las confesiones del agente e impide que se extienda en los insultos de los estibadores de la CNT en el Puerto de Barcelona, donde atracaron los barcos que alojaban a policías.
Huida en el colegio Ramon Llull
El segundo testimonio de relieve es el de un oficial de una Unidad de Intervención Policial (UIP) que intervino en el Colegio Ramon Llull, en Consejo de Ciento con Diagonal y Aragón. Habla de una encerrona con lluvia de objetos contundentes, golpes, empujones e insultos. "Nos tiraron de todo, vallas, conos, piedras, adoquines, de todo". Más de setecientas personas que aparecían por todo los lados les gritaban que les iba a pasar como a los guardias civiles del 20-S, que no se iban a llevar sus vehículos. La dotación del oficial acudió en ayuda de la fuerza actuante y reforzó la salida de la zona. Recuerda que se negoció con individuos uniformados de Bomberos de la Generalidad para pactar la escapada, que aquello fue una encerrona y que tuvieron que salir a la voz de ya, entre lanzamientos de objetos del mobiliario urbano, puñetazos, patadas, salivazos y gritos de "som gent de pau!".