"Señor Rivera, usted no ha digerido la moción de censura". La frase, en varias formulaciones, se la ha repetido Pedro Sánchez a Albert Rivera en los broncos duelos parlamentarios que el presidente del Gobierno y el líder de Ciudadanos han protagonizado en los últimos nueve meses de la legislatura, con el PSOE en el Gobierno tras caer derrotado en junio de 2018 Mariano Rajoy.
Sea o no cierta esa pesada digestión que Sánchez atribuye a su rival, lo cierto es que hay un abismo entre la situación que afrontaba Rivera antes de la moción y la que encara ahora, en su tercera campaña como candidato a la presidencia del Gobierno.
En la primavera de 2018 muchos sondeos coincidían en dar la primera plaza a Ciudadanos, rondando el 20% de los votos. Pero llegó la moción, el PP renovó su liderazgo y, en diciembre, las elecciones andaluzas confirmaron la fuerte irrupción de Vox, disputando un caladero electoral, el del votante descontento del centro derecha, en el que hasta ese momento Ciudadanos pescaba en régimen de monopolio. Ahora, el último CIS sitúa al partido naranja en el 13%, es decir, en el mismo resultado obtenido en las elecciones de 2015 y las repetidas de 2016, cuando logró, respectivamente, 40 y 32 escaños.
La cota del 15%
Aunque el director del Centro de Investigaciones Sociológicas, José Felix Tezanos, sigue estando en la diana de Ciudadanos, que le recomienda con sarcasmo que vaya "recogiendo la cocina" como dijo esta semana el portavoz económico, Toni Roldán, lo cierto es que las encuestas internas no abonan un escenario mucho mejor. Según estos sondeos, el partido se mueve en torno al 14% del voto, sin llegar a ese 15% que se antoja en ocasiones una cota inalcanzable. Y a todo ello se suma el hecho de que, desde hace tiempo, cunde la sensación en el cuartel general naranja de que desalojar a Sánchez de la Moncloa con una fórmula a la andaluza, con Casado y Rivera encabezando un Gobierno que apoyase Vox en el Congreso, no será un escenario aritméticamente viable el 28 de abril.
Todo ello explica que Rivera haya puesto toda la carne en el asador. Primero con fichajes externos de relumbre como los tres siguientes a él en la lista de Madrid. El exvicepresidente de Coca-Cola Marcos de Quinto, la abogada gitana Sara Giménez y Edmundo Bal, el abogado del Estado defenestrado por el Gobierno socialista por negarse a firmar un escrito de acusación en el proceso por el golpe secesionista de 2017 que excluía la violencia del relato de los hechos. Tres nombres que han relegado a figuras del grupo parlamentario como Patricia Reyes, número cinco, Francisco de la Torre, presidente esta legislatura de la Comisión de Presupuestos del Congreso, número seis, y Miguel Gutiérrez, el secretario general del grupo parlamentario naranja, que se queda como número 7, una cifra que no es seguro que el partido pueda alcanzar.
Pero además, Rivera ha incurrido en la audacia de descabezar al partido en Cataluña para que Inés Arrimadas dé el salto a la política nacional como número uno por Barcelona. Una apuesta que, según el CIS, no impide perder un escaño por esa circunscripción, quedándose en tres diputados frente a los cuatro obtenidos hace tres años por Juan Carlos Girauta, el portavoz parlamentario, quien sin embargo recuperaría el escaño de Toledo para los suyos. Otros pesos pesados como el número dos del partido, José Manuel Villegas, que es cabeza de lista por Almería, y el Secretario de Organización, Fran Hervías, número uno por Granada, evidencian la recomposición del equipo.
Los indecisos y un holograma en la España vacía
Rivera cifra sus esperanzas en el elevado número de indecisos (40% según el CIS) de los cuales muchos, un 10%, dudan entre la papeleta del PP y la de Ciudadanos, y otros tantos entre las del PSOE y la naranja. El presidente de Ciudadanos trata de recuperar parte de su perfil centrista de 2015 apelando a que ni "el aborto" ni "los huesos de Franco" son asuntos que estén en la agenda de preocupaciones de los españoles.
Además, confía en obtener un resultado apreciable en algunas provincias de la "España vacía" un territorio cuya problemática propone combatir por la vía del alivio fiscal. El arranque de campaña, apareciendo en Madrid mediante un holograma cuando estaba a ochenta kilómetros, en la localidad segoviana de Pedraza, trata de sintetizar esa apuesta. Ya en precampaña Rivera se subió a una batea de mejillones en Vigo y a un tractor en Guadalajara, en un intento de quitarse de encima el sambenito de partido urbanita.
Lo cierto es que, de nuevo según el CIS, Ciudadanos no competiría mal esta vez en las provincias de menos de cinco diputados, donde con doce representantes sería la tercera fuerza por detrás de PP y PSOE, pero superando a Vox.
No es, en definitiva, la campaña más fácil que afronta Rivera en su carrera, pero a un superviviente que en su día lideró un pequeño grupo de tres diputados en el Parlamento de Cataluña no parece fácil achantarle.