Terremoto en el Tribunal Supremo. La liebre salta cuando salta y, después de escuchar a dos observadores internacionales con intérpretes y a un cabo de la Guardia Civil, ha llegado el turno de los Mossos d'Esquadra, dos agentes del cuerpo autonómico que han hundido la tesis de la defensa sobre las características cívicas y pacíficas del golpe de Estado, el relato de que la rebelión fue en realidad una "revuelta de las sonrisas".
Llevaba días la prensa procesista denunciando que, a diferencia de los guardias civiles, los mossos tendrían que declarar a cara descubierta. Otro bulo de la factoría de propaganda separatista. La sala no informa del nombre ni emite imágenes de los testigos mossos. La defensa protesta. Quiere que den la cara, igual que pidieron en el caso de la letrada de la Administración de Justicia presente en la consejería de Economía el 20 de septiembre. Tratan de demostrar que en Cataluña no hay fractura social, que la difusión de la imagen de un guardia, una funcionaria o un mosso d'esquadra no entraña ningún problema de seguridad.
Sea como fuere, la dirección de los Mossos ha pedido la reserva de imagen, tal como ha informado y concedido el presidente de la sala, Manuel Marchena. El testimonio de ambos mossos es letal para los encausados. El primero es un agente que resultó herido en los disturbios registrados en Sabadell el 20 de septiembre de 2017. ¿Sabadell? La Guardia Civil tenía orden del juez de registrar el domicilio y el despacho de Joan Ignasi Sànchez Santín, asesor de la Generalidad. Una misión rutinaria hasta que cientos de individuos se congregaron a las puertas de la vivienda. La fuerza actuante, Guardia Civil, solicitó refuerzos a la fuerza imperante, Mossos d'Esquadra, y la policía regional estuvo a la altura, según el cabo de la Benemérita que depone primero. Los agentes de seguridad ciudadana de los Mossos de Sabadell y efectivos del Área Regional de Recursos Operativos (los Arro de los Mossos, diferentes de la Brigada Móvil, Brimo) se batieron el cobre con los concentrados.
Mossos heridos
El primer mosso relata que departió con el teniente de alcalde de Sabadell, Juli Fernàndez, de ERC, en la actualidad delegado de la Generalidad en Barcelona, para que el cargo público mediara con los manifestantes y frenara su acometividad. Gestión en vano. Fernàndez dijo que él estaba ahí a título personal. Mientras tanto, parte de los setecientos concentrados se dedicaban a dar patadas, puñetazos y golpes de casco a los policías, ya fueran guardias o mozos.
De repente, la "revuelta de las sonrisas" cambia de faz. Un mosso, agente de la que el separatismo considera policía a su servicio, subvierte el argumentario independentista. De sonrisas, nada. Patadas, puñetazos, amenazas e insultos. Cinco mossos con parte de lesiones. Novedad absoluta. Hasta ahora la atención se había centrado en la consejería de Economía y en almacenes de material electoral. El elemento Sabadell pilla desprevenidas a las defensas. Tras el agente, un subinspector de los Mossos actuante en los hechos afirma que "la actitud de la masa era agresiva". Mossos y Guardia Civil comparten diccionario profesional, la "masa".
"Compañeros guardias civiles"
Impacto tremendo en las defensas. "Patadas, empujones y puñetazos", refiere el subinspector. Aquello no era una fiesta con actuaciones musicales y claveles, sino una encerrona con gente violenta. El testigo se refiere a los guardias civiles como "compañeros". Es la evidencia de que existen otros Mossos d'Esquadra. Las comunicaciones internas durante el 30 de septiembre y el 1 de octubre del 17 hunden a la policía regional, pero queda claro que había y hay agentes consciente de su deber y responsabilidades, que el cuerpo pudo contemporizar con el golpe de Estado pero que hubo mossos leales a la ley y a los jueces.
El abogado de Joaquim Forn, Javier Melero, pregunta al primer mosso cómo es que un número de la policía autonómica se dirigió al teniente de alcalde. El hombre responde humilde que trató de cumplir con el espíritu de mediación en los conflictos sociales que les inculcan a los mossos. Jordi Pina, jefe de la defensa de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull, trata de amedrentar al segundo testigo de los Mossos con supuestas contradicciones entre su declaración y el atestado policial que firmó. No se sale con la suya.
Observadores extranjeros
La sesión empezó con el exdiputado socialdemócrata alemán Bernhard Von Grünberg en calidad de testigo de las defensas para demostrar que no hubo malversación El hombre se paseó por Cataluña durante el golpe de Estado pagándose el viaje y la estancia de su bolsillo. No dice lo mismo la segunda testigo, Helena Catt, una experta neozelandesa en procesos electorales, que admite que cobró de una entidad dependiente de la Generalidad, el Diplocat, para emitir un informe sobre la situación política en Cataluña durante el golpe de otoño del 17.
Catt contesta con evasivas, se muestra renuente a dar detalles. Von Grünberg, por su parte, alude a la "férrea disciplina" de los votantes, lo que alarma a las defensas, que han propuesto su testimonio. Le instan a declarar que lo de "férrea disciplina" es en términos cívicos, pacíficos y festivos. Por supuesto, admite el venerable exdiputado, que como Catt, se escuda en su edad, 73 años, para no dar nombres ni detalles.
Tanto da. Dos agentes de los Mossos d'Esquadra marcan la jornada. Sus testimonios sustentan la violencia en el proceso separatista y que hay mossos que no se sumaron al golpe.