El presidente de la Generalidad de Cataluña, Quim Torra, y su vicepresidente, Pere Aragonés, son los golpistas que aparecen en el 1-O, pero que no se sientan en el banquillo de los acusados en el Tribunal Supremo. Y es que son todos los que están, pero no están todos los que son.
Ambos han sido mencionados durante la sexta semana del juicio por los agentes de la Guardia Civil que participaron en la investigación del referéndum ilegal y en los registros del 20 de septiembre de 2017. Torra como "organizador" del golpe y Aragonés como "financiador internacional".
Un agente del Instituto Armado situaba a Torra en un nave industrial de la localidad de Bigas y Riells (Barcelona). Días después, la Guardia Civil intervenía en estas instalaciones, 9,9 millones de papeletas sobre el 1-O y 6.000 sobres electorales con "toda la documentación necesaria para celebrar el referéndum" y constituir una mesa electoral.
Otro agente que registró el despacho del entonces secretario de Hacienda catalán, Josep Lluís Salvadó, localizó documentación donde se recogía la planificación de la Generalidad para construir las "estructuras del Estado" y desarrollar la "República de Cataluña". La misión del actual vicepresidente era "conseguir financiación internacional y crear el Banco Central de Cataluña", casi nada.
No acaba ahí la cosa. Un email intervenido en un pendrive desvelaba que los golpistas pidieron nada más y nada menos que 11.000 millones de euros a China para financiar la independencia. Además, el que fuera subsecretario de Hacienda, Felipe Martínez Rico, aseguraba al tribunal que varias "partidas irregulares" de la Generalidad pudieron evitar el "control" del Estado para financiar el golpe.
No podemos olvidarnos de los documentos intervenidos a Salvadó titulados "Escenario de Guerra" y "Escenario de Guerrilla". Tampoco la petición telefónica que hizo a su secretaria cuando comenzaban los registros de la Guardia Civil: "Tira la pila de papeles que hay en la mesa del despacho por la ventana al patio".
Sin duda, estos episodios descritos por los agentes prueban que Torra y Aragonés no pasaban por ahí y tuvieron un papel relevante en el golpe. Por tanto, los golpistas continúan presidiendo la Generalidad de Cataluña. Para prueba, un botón. Su desafío y burla de esta semana por la retirada de los lazos amarillos golpistas, primero a la Junta Electoral Central y después, a la propia Fiscalía tras anunciar contra Torra una querella por desobediencia. Después de año y medio del golpe y en medio del juicio en el Supremo contra los golpistas, parece que todo sigue igual y nada ha cambiado en Cataluña y en la propia Generalidad.
La revolución de los mordiscos y escupitajos
La sexta semana del juicio ha evidenciado también que la pretendida revolución de las sonrisas de Carles Puigdemont fue un auténtico golpe de Estado contra España, la Constitución y que sufrieron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en sus propias carnes. Sin olvidarnos por supuesto de todos los catalanes no independentistas.
Más de 20 guardias civiles han relatado ante el tribunal presidido por Manuel Marchena, "los escupitajos" y "las agresiones" que soportaron durante los registros relacionados con la preparación del referéndum ilegal y en la propia jornada de votación. Secretarias judiciales acosadas y zarandeadas que sufrieron ataques de pánico, intento de sustracción de detenidos a los agentes, "violencia inusitada", "mordiscos", "intentos de atropello", "lanzamientos de sillas a la cabeza". Eso sí, a veces les tiraron algún inofensivo clavel.
Los testimonios de los guardias civiles han sido impactantes, estremecedores y sobre todo clarificadores. Muchos de ellos, no alcanzaban entender el "odio" en las caras de los concentrados, la agresividad, el desprecio. "¿Por cumplir mi trabajo o por ser guardia civil?", se preguntaba un agente con la voz entrecortada. Otro comparaba esta violencia callejera en Cataluña con la proetarra del País Vasco.
Sin duda, uno de los hechos más graves y que denota la enfermedad de los golpistas se ponía de manifiesto cuando otro agente denunciaba como el instituto público de su hijo le obligó a "protestar" contra él, después del 1-O. ¿Están enfermos de odio? ¿No respetan ni a los niños? No consiguieron su propósito, el pequeño está "muy orgulloso de su padre" y quiere seguir sus pasos, ser un guardia civil y servir a los españoles.
La cuadratura del círculo de Forn y la "traición" de los Mossos
El que fuera consejero de Interior, Joaquim Forn, escribió por correo electrónico que "asumiría" todas las consecuencias de su cargo, tras ser nombrado por Puigdemont. Antepondría la "legalidad catalana" por encima de la española e incluso, intentaría "la cuadratura del círculo" para aparentar que cumpliría las órdenes de la Fiscalía y de la juez para no ser acusado de desacato, cuando en realidad su objetivo era celebrar el 1-O a toda costa.
Mientras tanto, los Mossos preparaban la creación de una Agencia de Inteligencia Catalana y de hecho hicieron, sus primeros pinitos espiando a la Policía y Guardia Civil durante el 1 de octubre. Fotografías, seguimientos, vigilancias estáticas, investigación de matrículas…
Los Mossos no sólo mantuvieron una actitud de "total pasividad" ante el cumplimiento del mandato judicial, además se enfrentaron en varios centros de votación con la Policía y la Guardia Civil, requiriéndoles en algunos casos la orden judicial para incautar las urnas e impedir las votaciones.
Los agentes de la Policía autonómica catalana hablaron con algunos organizadores de las votaciones del 1-O. Les reconocieron su estrategia: "niños y personas de avanzada edad en primera línea, al llegar la Policía". Es decir, niños y ancianos de escudos humanos. Ésta era la miserables estrategia de los golpistas y encima, los Mossos, conocedores de la misma, lo permitieron.
Para colmo, tras la intervención de la empresa Unipost donde se halló abundante material electoral sobre el referéndum ilegal, los Mossos guiaron al convoy judicial a una calle en obras, con zanjas, a "una ratonera", mientras 500 personas amenazaban e intentaban agredir a los agentes, pegando sus caras al cristal de los vehículos mientras les amenazaban de muerte. Todo muy bonito.
Marchena y Alonso Martínez
La semana tampoco ha sido fácil para el tribunal, en especial, para su presidente Manuel Marchena. Las defensas de los golpistas estaban especialmente nerviosos e irascibles y no dejaron de interrumpir los interrogatorios de la Fiscalía a los agentes de la Guardia Civil, trufando de protestas al tribunal las sesiones por supuesta indefensión.
Marchena tuvo que apelar incluso al jurista Alonso Martínez para salvaguardar el correcto desarrollo de las pruebas testificales: "¿Usted cree que los testigos hábiles para declarar en el juicio oral son aquellos que han declarado antes en la instrucción? Esto es ir hacia otro modelo de proceso. Como entendamos que para ir al juicio oral previamente hay que declarar en la instrucción, estaríamos incluso pervirtiendo la exposición de motivos de Alonso Martínez".
Sin embargo, no está todo perdido. Parece que Marchena está teniendo un leve acercamiento en esa relación de más odio que amor que mantiene con el malote de la clase, el abogado de Oriol Junqueras y Raül Romeva, Andreu Van den Eynde. El magistrado en las últimas sesiones se dirige a él por su nombre de pila con una sonrisa enigmática para darle el turno de palabra. Que no se engañe el lector, las protestas del letrado contra Marchena continúan y éste continúa parando los pies al letrado.