Es uno de los mayores ejemplos de heroísmo a lo largo de la historia, pero su gesta apenas ha sido reconocida en España. Durante 337 días, una cincuentena de militares españoles se atrincheró en una vieja iglesia de la localidad filipina de Baler resistiendo el asedio de más de un millar y medio de rebeldes filipinos, que apoyados por Estados Unidos intentaban expulsar a España de uno de sus últimos territorios coloniales de ultramar.
Sufrieron ataques constantes durante meses, pasaron hambre y el escorbuto causó estragos, llegando a provocar la muerte a algunos de ellos, pero nunca se rindieron. Incluso acabada la guerra y con la paz ya firmada se mantuvieron en sus posiciones. Pensaban que los emisarios que les eran enviados para advertirles del final de la contienda formaban parte de un gran engaño para que perdiesen una plaza que se habrían conjurado para defender.
Cuando ya tenían planes para salir de la iglesia de Baler por la fuerza y abrirse paso hasta Manila, un recorte de un periódico español les convenció de que la rendición española no era un engaño y fue entonces cuando firmaron un honroso acuerdo de paz. El 2 de junio de 1899, ante la admiración y reconocimiento de los sitiadores, 33 militares españoles totalmente desarrapados encabezados por el teniente Martín Cerezo salieron de la iglesia enarbolando la bandera de España con orgullo.
El propio presidente de la recién nacida República de Filipinas, el general Emilio Aguinaldo, emitió un decreto el 30 de junio de 1899 en el que destacaba que "aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, que habían defendido su bandera por espacio de un año, se habían hecho acreedores de la admiración del mundo por su valor, constancia y heroísmo, realizando una epopeya tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo". Por ello, ordenó que no fueran tratados como prisioneros, sino como amigos, y que se les facilitase el regreso a España.
Estos militares españoles, conocidos como "los últimos de Filipinas" o como "los héroes de Baler", apenas fueron recompensados por su sacrificio por las autoridades españoles y su hazaña tampoco se ha dado a conocer con la intensidad que se habría hecho en otros países. Por esto, cumpliéndose este año el 120 aniversario de su proeza, serán homenajeados con la colocación de una estatua en las calles de Madrid.
El proyecto, lanzado por la Fundación Museo del Ejército, con el total apoyo del Ejército de Tierra, se puso en marcha hace unos meses y ya se encuentra bastante avanzado. De hecho, los técnicos del ayuntamiento de Madrid ya estudian los dos posibles emplazamientos que tendrá la obra, la avenida Islas Filipinas o la zona de Madrid Río (un poco más arriba del Puente de Segovia) y están haciendo el análisis técnico para ver si el suelo de esas dos zonas aguantaría el peso de la estatua.
Por esto, la Fundación Museo del Ejército ha impulsado una campaña de micro-mecenazgo para financiar la figura (se pueden realizar ingresos en la cuenta ES03 0049 2604 4126 1519 2882 de esta entidad), que realizará el escultor Salvador Amaya, a partir de un boceto del pintor Augusto Ferrer-Dalmau. La efigie se pretende inaugurar el próximo 30 de junio, fecha que coincide con el Día de la Amistad Hispano-Filipina.
La figura está inspirada en la figura del teniente Martín Cerezo, que comandó a los asediados tras las muerte pocos días después del inicio del sitio del capitán Enrique de las Morenas y Fossi, comandante político-militar del distrito. Ya está realizada en arcilla y está pendiente de los moldes finales. La escultura mide 2,90 metros de altura y estará sobre un pedestal de 3,5 metros.