Luis Garicano (Valladolid, 1967) bromea mientras posa para la cámara de David Alonso: "Ya soy político". Acaba de asistir a la reunión ordinaria de la Ejecutiva de Ciudadanos, a la que pertenece desde hace años como responsable del área económica, pero ahora da el salto como candidato naranja a las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Europeísta de palabra y obra, estudió en los noventa en el Colegio de Europa de Brujas y ha sido catedrático en la London School of Economics, donde en célebre ocasión la reina Isabel II le preguntó por qué los expertos no habían sabido predecir la crisis económica.
Cree que la Unión Europea está asediada por populistas y nacionalistas y trata de combatir esas amenazas en la práctica y en la teoría. Su papel como vicepresidente de ALDE, la familia liberal europea, fue clave para expulsar en 2018 al PDeCAT de dicha formación. Y acaba de dar a las librerías su última obra El contraataque liberal (Península) donde admite las carencias que aún lastran al proyecto comunitario: "Con un presupuesto del 1% del total de la riqueza que genera Europa cada año, Europa no está capacitada aún –ni lo estará en muchas décadas– para proteger a los perdedores de la globalización y la automatización. España, y su estado de bienestar, en cambio, sí".
La entrevista se realiza cuando el adelanto electoral al 28-A se intuye pero aún no se ha concretado –lo que obliga a actualizar algunas respuestas por teléfono en días posteriores– y en plena resaca de la manifestación de la Plaza de Colón.
Usted, como Manuel Valls, asistió a la manifestación pero evitó subir a la foto de familia.
Había una convocatoria de PP y Ciudadanos. Yo estuve en la marcha y hubo otros dirigentes que subieron al escenario, me parece perfecto. Había presidentes de comunidades autónomas y mucha otra gente.
Fue una manifestación contra Pedro Sánchez. Usted participó de manera muy activa en las negociaciones que en 2016 terminaron con un acuerdo de Gobierno (frustrado al no lograr la investidura). ¿Qué ha pasado en tan poco tiempo para que la distancia sea tan sideral entre Ciudadanos y el PSOE?
Yo negocié con gente que hoy no está, como Jordi Sevilla, José Enrique Serrano o Antonio Hernando, [los dos últimos son actualmente diputados rasos del Grupo Socialista] que ahora han sido laminados.
¿Tanto ha mutado el PSOE?
Hay un antes y un después en Sánchez. Formó un Gobierno con gente que quiere que fracase, no sólo que fracase Sánchez, sino que fracase España. Justo ahora hace un año que José Luis Ábalos estaba diciendo que jamás harían un Gobierno con gente que quisiera romper España. Veo un oportunismo extremo. El equipo de entonces era muy diferente.
¿En materia económica también existe ese viraje?
Yo veo un viraje radical. Nosotros hicimos un acuerdo con el PSOE con memoria económica, que nadie pudo discutir. Aquí vemos pactos con Podemos que mienten sobre los ingresos. Incluyen en las previsiones ingresos de otros años, eso es un fraude contable en cualquier empresa.
En nuestro acuerdo había muchas inversiones, por ejemplo en Educación o Innovación, que son del programa de Ciudadanos. En los de Sánchez y Pablo Iglesias no hay inversión alguna, son todo subidas de impuestos para financiar subidas de gasto, subsidios y déficit estructural incrementado. Tanto desde el punto de vista de contenido como desde el punto de vista de cómo se financia ese contenido, no tiene nada que ver.
Ahora mismo está preparando con el portavoz económico en el Congreso, Toni Roldán, el programa de Ciudadanos para las elecciones generales.
Vamos a refrescarlo, pero los ejes principales seguirán siendo la igualdad entre los españoles, la regeneración y la modernización que necesita España para el futuro.
Ciudadanos ya es un partido de Gobierno, en Andalucía. Se comenta que usted ha tenido enfrentamientos con Juan Marín por la selección de altos cargos, incluso consejeros, y por otra parte ha tenido un enfrentamiento público sobre esta cuestión con un economista próximo al PSOE, como José Carlos Díez, que le acusa de no tener banquillo suficiente para ocupar esos cargos.
Me parece inaudito. Justo hemos venido a la política para abrirla a la sociedad civil. Yo soy un ejemplo, hasta que sea eurodiputado sigo de profesor de Universidad, ese es mi trabajo. Tenemos cuatro consejeros aparte de Marín, dos independientes, la consejera de Empleo Rocío Blanco, que ha sido directora general de Tesorería de la Seguridad Social y que ella y su viceconsejera son quienes han destapado el escándalo de la formación. El otro independiente es el consejero de Economía, Rogelio Velasco, que era profesor en el Instituto de Empresa, que tiene experiencia en startup dentro del brazo de capital riesgo de Telefónica, y que conoce el sector privado. Si eso es poco banquillo. Yo garantizo que no hay nadie en el PP a ese nivel. Lo mismo digo de Rocío Ruiz, consejera de Igualdad, que ha dirigido uno de los grupos de institutos de mayor éxito en Andalucía y que conoce bien las reformas que hay que hacer para mejorar la ayuda a los discapacitados. Y la otra persona es Javier Imbroda, en Educación, que aunque haya ido en nuestras listas también viene de la sociedad civil. Hemos trabajado con Juan Marín sin ninguna discrepancia, estamos muy satisfechos del trabajo, él tiene una actitud muy favorable al talento.
Siempre ha tenido fama de tecnócrata.
[Risas] Sí, Cospedal me acusó de usar hojas de calculo, ahora Díez me acusa de usar el LinkedIn, es como de risa, ¿en qué mundo viven?.
Más allá del sambenito, su trabajo ha sido más en el lado técnico que en el político.
Es un cambio que vivo con mucha ilusión. Hay una pelea entre el liberalismo y el populismo, que quiere volver a los años treinta, con nacionalismos excluyentes como el que representan Torra, Salvini o Le Pen. Esa batalla me parece de vida o muerte, llevamos setenta años de paz porque el nacionalismo no ha levantado cabeza. Me inspira mucho dar la cara en esa batalla crucial para el futuro de nuestros hijos.
Cuando usted empieza a colaborar con Ciudadanos, hace cuatro años, el partido todavía incluía la socialdemocracia en su ideario, una herencia de los fundadores, singularmente Francesc de Carreras. Ese término desapareció en el congreso de 2017 en Coslada, cuando Rivera dijo "los liberales de Cádiz hemos vuelto". Usted tiene mucho que ver en eso.
Yo diría que el Partido es liberal progresista. Pero yo lo veo al revés, el Partido decide que las ideas que yo propongo son las que mejor le encajan. Y eso piensa la Ejecutiva cuando me encarga el programa electoral.
El liberalismo, Trump, Macron, China, los yogures...
Como liberal, usted es muy crítico con el proteccionismo del presidente norteamericano, Donald Trump. Hay que quien critica también a la UE por proteccionista, con políticas como la PAC.
Ciudadanos, claramente, está a favor del mundo integrado, del mundo abierto y sin fronteras, pero al mismo tiempo entiende que Europa no puede ser naíf. En el caso de China hemos sido muy ingenuos. Todos esperábamos que al irse integrando en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en las instituciones internacionales iba a ir ganando peso su clase media e iba a ir avanzando en cuanto a derechos políticos, libertad y democracia. Pensábamos, también, que a la vez se iba a producir un avance en cuanto a derechos económicos implícitos en el comercio internacional, por ejemplo en lo que se refiere a la propiedad intelectual.
En el libro explico el caso de Danone y Wahaha [un fabricante chino de bebidas lácteas para niños, con el que la célebre empresa francesa se alió a mediados de los noventa] que lo explico en mis clases de Máster, algunas en Hong Kong. Lo que era una joint venture con la empresa de Zong Qinghou, uno de los hombres más ricos de China, terminó en que Wahaha absorbió toda la tecnología de Danone para hacer yogures y empezó a producir yogures paralelos, dejando a Danone sin nada. Tienes una joint venture en la que al final eres propietario de nada. Esto le ha pasado a las fábricas de coches y a otros sectores. No ha habido un respeto de la propiedad intelectual. Europa y EEUU han visto la ganancia a corto plazo, en vez de haberles dicho a los chinos que había derechos innegociables. Yo creo que ahí Trump, que se ha metido en guerras comerciales con todo el mundo, con Canadá o con Méjico, cometiendo un error gravísimo, aquí hay una realidad sobre sus demandas con respecto a China que Europa también debería ver. Lo que pasa es que en vez de meterse él en guerras comerciales con todo el mundo tendría que haber encabezado una reivindicación global de que China cumpla las reglas. Lo que ocurre es que el presidente de EEUU no cree en un comercio internacional sometido a reglas.
El liberal, como el socialista, cuando llega a la experiencia de Gobierno tiene que armonizar sus principios con la realidad. No es ningún secreto que Emmanuel Macron, con el que ustedes acuden en alianza a las europeas, ha rectificado en el asunto de los chalecos amarillos.
Veremos dentro de cuatro años, los que le quedan en el Gobierno. Ha hecho muchas y muy buenas reformas en el mercado laboral o en Educación. Ha instaurado la mochila de formación de 500 euros para todo el mundo, que es una cosa que me parece fantástica, ha modificado el modelo impositivo. Creo que ha hecho muchas más reformas de las que la gente es consciente. Yo no creo que esté dando marcha atrás, sino que tiene una voluntad de escuchar y de responder a preocupaciones. Mi impresión es que la revuelta de los chalecos amarillos, políticamente, va a demostrar a los franceses lo importante y necesario que es un programa como el de Macron. Y eso se ve en las encuestas.
En España acabamos de vivir el conflicto entre el taxi y las VTC. Rivera ha sido duramente criticado por los taxistas, que curiosamente no dejan de ser autónomos, un sector que ustedes siempre han abanderado.
Hacer reformas en un país con los intereses creados que hay en España no es fácil. Pero Ciudadanos no se va a amedrentar porque haya una contestación en un caso concreto. En el asunto de los taxistas vemos un conflicto entre una nueva tecnología y un sector que puede ser perdedor, en este caso. Nosotros decimos que hay que aceptar las nuevas tecnologías pero evitando al mismo tiempo que nadie se quede detrás. Es la respuesta correcta.
En el libro aborda la cuestión de cómo la tecnología está afectando al empleo. Parece haber un diagnóstico compartido entre las distintas ideologías, pero la izquierda habla de rentas universales y usted ha sido pionero en la idea del complemento salarial, algo aplicado en EEUU.
Es un impuesto negativo sobre la renta. En el libro comparo las tres soluciones. La renta mínima, el trabajo garantizado, que es una reivindicación ahora mismo muy fuerte en EEUU y el complemento salarial.
La renta mínima es económicamente inviable. 10.000 euros por persona y son veinte millones de activos te sale doscientos mil millones, más que las pensiones actuales. Tiene otro problema, que desincentiva el empleo. El trabajo garantizado que ahora defiende gente como Ocasio-Cortez [Alexandria, congresista demócrata] tampoco me parece positivo, porque crea una clase de personas dependientes del poder político. Yo creo que el complemento o impuesto negativo es la mejor, porque es la única opción que compatibiliza las ayudas con los incentivos al trabajo. ¿Cómo funciona? Si es un impuesto negativo del 50%, si tú ganas 5 y el umbral es 15, la renta mínima te daría 15, nosotros decimos que la mitad entre 5 y 15, que es un impuesto negativo que sea otros 5.
Una de las principales críticas a la UE es que es un elefante político, muy difícil de mover, singularmente en las cuestiones de Exterior y Defensa. Ustedes los liberales y también los socialistas están abogando por acabar con la regla de la unanimidad.
La retirada del paraguas americano y el crecimiento del poder de China y la posición rusa, completamente antieuropea, requiere una respuesta común. El mundo multipolar, en el que Europa se olvidaba de todo y se refugiaba bajo el paraguas norteamericano, no va a existir más. O damos nuestra propia respuesta o estaremos en la irrelevancia, o algo mucho peor. Trump está jugando permanentemente con un abandono de la OTAN. Ya no hay ningún militar en su Gobierno, de los tres que había, que eran quienes defendían la OTAN a rajatabla. Pero se retire o no lo que está claro es que Europa no debe contar con ese paraguas. En esto debemos hacer como con el Euro, avanzar con los que quieran.
Pero eso es plantear, una vez más, una Unión de dos velocidades.
No hay más remedio. Yo defiendo una idea de clubs, que compartan la Comisión Europea y los tratados comunitarios, pero que en determinadas políticas adopten la decisión de que van a ir mucho más deprisa que los demás. Hay un club que es el Euro, otro que es Schengen y debería haber uno de política de exterior y seguridad, que elimine la regla de unanimidad.
¿Cómo evalúa la actuación de la UE con respecto a Venezuela?
España lo ha hecho muy mal. No puede jugar a esconderse detrás de los comunicados de la UE, sino que tiene que ser el líder en esta cuestión. Sánchez ha perdido una ocasión enorme de liderar una respuesta democrática contra la tiranía, la violación de derechos humanos y la miseria que ha traído el régimen de Maduro. No nos engañemos, la lentitud en la respuesta europea estaba motivada por España.