Soberbio, displicente, envarado y por momentos agresivo. El exconsejero de Interior de la Generalidad, Joaquim Forn, sí ha querido someterse a los interrogatorios de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, a diferencia de su colega de golpe Oriol Junqueras. Según su propia versión, Forn impulsaba el referéndum ilegal como político y el cumplimiento de la ley como consejero. Por las mañanas era el responsable de los Mossos d'Esquadra; por la tarde adoptaba decisiones colegiadas con sus compañeros del ejecutivo regional a favor de la celebración del 1-O sin dejar de ser el titular de Interior. Estaba con el golpe y contra el golpe.
Dice que en calidad de consejero se atenía estrictamente a la legalidad. En calidad de otra cosa, estaba por el referéndum y los requerimientos del Tribunal Constitucional le parecían órdenes de escaso fundamento porque, alega, los miembros del Constitucional son elegidos por los partidos políticos. En sus desplantes al fiscal Fidel Cadena y a la abogada del Estado, Rosa María Seoane, el exconsejero ha contado con la tolerancia del juez Marchena, empeñado en que los acusados se encuentren en la sala a su gusto.
El consejero de Schrödinger
El resumen de la respuestas de Forn es que la consejería de Interior de la Generalidad suponía una excepción espacio temporal en la que regía la Constitución y no regía la Constitución. En su concepción, era perfectamente posible cumplir la ley y no cumplir la ley y él era el consejero de Schrödinger, según quien le interrogue.
Marchena boicotea a la abogada del Estado
Tras la intervención de la abogada Seoane, boicoteada por Marchena, ha llegado el turno del letrado Javier Melero, gran estrella de la abogacía catalana. Pose profesional e interrogatorio tendente a demostrar que las órdenes de la Fiscalía Superior de Cataluña y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para impedir el referéndum eran imposibles de ejecutar, que se habrían necesitado 40.000 efectivos y no los 17.000 con los que contaban los Mossos y que Forn se atuvo estrictamente a sus competencias, si bien era partidario del derecho a decidir. Él no daba órdenes operativas, él no sabía nada de despliegues, él recibía información con cuentagotas por parte de los mandos policiales y en ningún caso, nunca, jamás, se metió en lo que tenían que hacer o no hacer los Mossos, ya fuera ante el intento de linchamiento de la comitiva judicial en la sede de Economía el 20 de septiembre o ante los colegios electorales de la Generalidad del 1-O.
También ha tratado de demostrar que todo lo que hizo el gobierno de Puigdemont estuvo encaminado a negociar con el Estado hasta el último minuto, que la declaración de independencia no se incorporó al boletín oficial del Parlament ni al Diario Oficial de la Generalidad, que fue un acto político sin valor alguno, como un canutazo a la salida de un pleno, que sus relaciones con el ministro de Interior, José Antonio Zoido, eran fluidas y que si pasó lo que pasó el 1 de octubre fue por la actuación "desmesurada" de elementos de Guardia Civil y Cuerpo Nacional de Policía. Los Mossos, como siempre, soberbios, en su sitio, ejemplo de profesionalidad liderado por el mayor Josep Lluís Trapero, apodado el "comisari Paella" tras aquella fiesta con Puigdemont en la casa en Cadaqués de Pilar Rahola.