El abad de Montserrat, Josep María Soler, pidió perdón el pasado domingo por los abusos del monje benedictino Andreu Soler. La declaración se produjo poco después de que algunas víctimas llevaran a cabo en el monasterio un acto de protesta, protagonizado por Miguel Ángel Hurtado –el primer denunciante de las agresiones del "hermano Andreu"–.
Este miércoles, Oriol Trillas recuerda en El Mundo cómo cuando, a finales de 2000, se publicaron informaciones sobre un frente homosexual en la Abadía de Montserrat, buena parte de los políticos y medios catalanes defendieron el "honor mancillado" de la comunidad religiosa.
El primero en la lista fue Jordi Pujol, quien se desplazó personalmente a Montserrat para solidarizarse con el abad. Pero también políticos de izquierdas, como Joan Reventós o Antoni Gutiérrez, encabezaron un manifiesto. Y hasta Ernest Lluch publicó en La Vanguardia un texto en el que tildaba a los reportajes de homófobos, anticlericales y anticatalanistas.
Precisamente, en ese mismo periódico, Enric Juliana entrevistó entonces al abad Josep María Soler. El monje señalaba que "nos sentimos heridos como personas y como ciudadanos". "Veo en los hechos de estos días la voluntad de desprestigiar los valores evangélicos, la propia Iglesia como institución, Cataluña e incluso las bases éticas de la sociedad", añadía.
18 años después, se ha sabido que el abad Soler conocía no sólo la homosexualidad, sino la pederastia de, al menos, uno de sus monjes: el fraile Andreu Soler había abusado del ya citado Hurtado, quien entonces tenía 15 años. El abad se limitó a trasladar al monje al santuario de El Miracle y, en 2003, compró la voluntad de la víctima, pretendiendo restablecer su honor con 8.600 euros. En el año 2015, Hurtado les anunció que iba a denunciar el caso y le devolvió el dinero personalmente al abad.
Soler, insiste Trillas, se limitó a trasladar al fraile a El Miracle, pero siguió velando por su honra, hasta el punto de que la editorial de la Abadía le publicó en 2007 un libro que prologó Jordi Pujol.
Andreu Soler murió en 2008; ocho años después, Josep María Soler tardó ocho años más en poner el caso en manos de la Congregación para la Doctrina de la Fe.