Se le notó en la cara porque Esperanza Oña, desde siempre una gran esperanza para el PP andaluz desde su alcaldía de Fuengirola, que perdió no por votos sino por una norma de incompatibilidades, no tiene cara de buenos amigos desde el mismo día de su elección como vicepresidenta primera de la Mesa del Parlamento andaluz. Ella, que, con José Ortiz, Teresa Ruiz Sillero o Carolina González Vigo, fueron adalides de la aventura contrasorayista de Pablo Casado, se ha quedado fuera de todo.
El caso Oña es bien especial. Esta médica sevillana afincada desde muy joven en el PP de Málaga no ha tenido suerte, mejor dicho, no ha tenido apoyos en el PP andaluz en ningún momento. Ni antes, cuando mandaba completamente Javier Arenas al que no le gustaba (pocos saben por qué), ni ahora, que manda, cada vez más, un Juan Manuel Moreno que aún tiene la suerte de cara. Fíjense en el agravio que supone, por ejemplo, haber nombrado a la hasta hace poco portavoz del PP andaluz en el Parlamento andaluz, Carmen Crespo, consejera de Agricultura, y haber dejado a Esperanza Oña clavada en la Mesa de la Cámara y fuera de toda consejería siendo como era la mano derecha de Pablo Casado en Andalucía.
La pregunta que muchos se están haciendo es qué ha pasado en el PP andaluz desde que la carambola más azarosa de todos los tiempos políticos en Andalucía –que perdiendo 24 escaños desde 2012, Juan Manuel Moreno, que ha perdido la mayoría de ellos por deméritos propios, sea hoy el presidente de la Junta de Andalucía, un evento histórico–, tuvo lugar en las pasadas elecciones del pasado 2 de diciembre que supuso el fin del gobierno socialista en la Junta de Andalucía.
Nadie sabe con certeza cómo han sido las negociaciones de los hombres y mujeres claves del PP andaluz en esta fase histórica. Me refiero a Loles López, secretaria general del PP andaluz: Elías Bendodo, puño derecho de Juan Manuel Moreno y, además de éste, el segundo de a bordo de Pablo Casado, Teodoro García Egea. Pero lo cierto es que no hay casadista destacado alguno en el primer nivel de la Junta de Andalucía. NI siquiera hay algún cospedaliano de altura. Sólo hay morenistas y arenistas, con nombres y apellidos. Casado, que contribuyó a evitar el derrumbe del PP andaluz en las elecciones, no ha sabido, no ha querido o no ha podido exigir, cuando menos, una cuota de poder en el nuevo panorama andaluz. Vino, vio y fue eclipsado.
Oña, una mujer capacitada, fogosa y correosa parlamentaria, con sus virtudes y defectos, es una política que tiene una experiencia de casi treinta años y es aún muy joven para el abandono de la actividad. Ha sido diputada en el Congreso, diputada en el Parlamento andaluz desde hace más de veinte años siendo varios de ellos la portavoz popular y alcaldesa invicta de Fuengirola desde 1995 a 2014. ¿Se puede despreciar una experiencia política de esa magnitud? Pues por lo visto sí, porque Oña se ha quedado como "asesora" de la nueva presidenta del Parlamento, la naranja Marta Bosquet, cuyo conocimiento del órgano representativo es el que puede ser dadas sus carencias.
Si fuera sólo el caso Oña, pues podría pensarse en algún encono personal, una vieja cuita más saldada, una venganza o un desprecio. Pero el caso Oña no es más que uno de los muchos que ha habido y hay en la política andaluza que hoy representa el PP de Juan Manuel Moreno. Como es sabido, en su gobierno sólo hay morenistas y arenistas, con un técnico prestigioso añadido relacionado con Cristóbal Montoro.
Pero pongamos, por ejemplo, a José Ortiz, alcalde de Vejer, que ha sido senador del PP por la provincia de Cádiz, que fue incluso secretario general del PP en el Senado y que ha preferido ser alcalde de Vejer de la Frontera a ser diputado andaluz cuya compatibilidad no es posible según las normas andaluzas. Ni es parlamentario, ni está en el gobierno ni está siquiera en el PP de Cádiz, cuya presidencia tendrá que pelear sin el apoyo de Juan Manuel Moreno. Habrá que esperar a primarias, a un congreso… ¿Cuándo?
Otro caso muy llamativo, casi tanto como el de Esperanza Oña, es el de Teresa Ruiz Sillero, casadista desde primera hora, que fue eliminada de los puestos de cabeza en la lista del PP por Cádiz en las pasadas elecciones autonómicas. Teresa Ruiz Sillero ha sido una de las que más ha contenido la hemorragia de votos del PP andaluz con su incansable trabajo de denuncia de la corrupción del PSOE en los casos ERE y el fraude de la formación, muy especialmente en las Comisiones de Investigación del Parlamento andaluz. Ahora guarda un silencio sepulcral, si bien tuitea con unos y otros sin mostrar caminos ni dar nota alguna. Disciplina y mutismo.
Luego están otros llamativos casos, como el de Carolina González Vigo, que ha sido una luchadora portavoz parlamentaria sobre políticas medioambientales. Y no digamos nada de los miembros del ala cospedaliana. Juan Ignacio Zoido, que se prestó a la campaña electoral andaluza, luego salió pitando para el Congreso en Madrid. José Luis Sanz, alcalde de Tomares, al que el destino, Rajoy y Soraya Saénz de Santamaría le impidieron presidir el PP andaluz, ha sufrido un calvario judicial de años saldado con un sobreseimiento, y ni por esas, así como algunos de sus colaboradores, como Eloy Carmona y otros.
Especialmente asombroso ha sido el caso de José Antonio Nieto, exalcalde de Córdoba, zoidista y cospedaliano de postín, que parecía iba a ser nombrado consejero de la Junta pero que ha quedado absolutamente fuera de todo.
La pregunta que se hace cada vez con más fuerza en el PP andaluz, que a pesar de ostentar la presidencia de la Junta sigue sin tener buenas expectativas electorales, es qué significa el descubrimiento de la operación Juan Luis Cebrián-Soraya Sáez de Santamaría, justamente una vez que Juan Manuel Moreno, sorayista confeso y con sorayistas exaltados en su equipo, se ha hecho con el gobierno andaluz.
La impresión es que Pablo Casado tiene la estructura del PP en sus manos, pero ni controla los tiempos de la organización –no hay congresos próximos a menos que los fuerce que le permitan ocupar espacios de dirección del partido–, ni controla territorios esenciales, ni controla gobiernos como el andaluz, gallego o castellano leonés, de los bien pocos autonómicos de los que puede presumir. Se están sembrando dudas sobre su capacidad. Tómese nota.
El caso Oña, personalizando en esta notable política andaluza marginada por la dirección morenista y dejada caer por la propia dirección casadista, pasa así de lo que podría haber sido una mera anécdota de lucha interna por el poder en un territorio, a la punta del iceberg de una operación de recuperación del poder en el PP nacional por parte de Soraya Sáenz de Santamaría que podría tener un calado mayor al que parece. En tal caso, el eclipse de Casado en Andalucía tendría una explicación más enrevesada.