Escándalo de pederastia en la abadía de Montserrat. Tercera denuncia en una semana contra el monje Andreu Soler, fallecido en 2008 y quien durante cuatro décadas estuviera al frente de los "scouts" de Montserrat, los "nois de servei" (chicos de servicio) del cenobio benedictino. A los testimonios de Miguel Hurtado y Ricard Zamora se suma ahora el de J. R. Martínez. El primero es un psiquiatra que trabaja en Londres y que asegura que entre 1997 y 1998, el "hermano" Andreu abusó de él mientras le alertaba de los peligros de la masturbación. Reveló su caso en un documental de Albert Solé titulado "Examen de conciencia" y en El Periódico. El segundo, Ricard Zamora, contó pocos días después en el diario Ara, que él también fue víctima de Soler en 1978. El tercero, J. R. Martínez, un periodista que colaboró en El País, refiere que el antedicho monje le asaltó en 1970. Se ha decidido a hablar después de los dos primeros testimonios.
En los tres casos, que proceden de personas de generaciones diferentes y que no se conocen entre sí, el modus operandi relatado era el mismo. El "hermano" Soler se introducía en la cama de sus víctimas para llevar a cabo sus tocamientos mientras peroraba sobre la masturbación. Ninguno de los tres busca dinero u otra clase de compensación, pero creen que ha llegado el momento de desvelar lo que ocurría con el monje al que la abadía había encargado ser el responsable de los "scouts" y, sobre todo, la protección que se le brindó en la comunidad benedictina para tapar sus tropelías.
Un libro con prólogo de Pujol
Andreu Soler fue apartado de sus funciones a principios de siglo y enviado a un centro del propio monasterio, El Miracle (El Milagro), donde falleció con "honores" en 2008. Un año antes de su fallecimiento, la editorial de la abadía de Montserrat le publicó un libro de memorias prologado por Jordi Pujol. A pesar de que el monje falleció hace más de diez años, la comunidad religiosa de Montserrat se enfrenta a un creciente problema, pues las supuestas víctimas de Soler no sólo relatan los pormenores de sus abusos sino que la primera de ellas aporta documentación que muestra como el actual abad de Montserrat, Josep Maria Soler, evitó poner en conocimiento de la justicia las andanzas del "hermano" y se limitó a pagar 7.200 euros en tres entregas (para eludir los controles de Hacienda) a Miguel Hurtado al efecto de cubrir el tratamiento psicológico del afectado y tapar el escándalo. Eso ocurría en 2003 y hasta 2016 no informó el monasterio al Vaticano de la existencia de ese expediente.
Hurtado sufrió los abusos de Soler cuando éste contaba 65 años. Denunció el caso en el monasterio y le dijeron que el abad, entonces Sebastià Bardolet, estaba al corriente y se procedería en consecuencia. No se hizo nada. Ahora se arguye que porque sólo había esa denuncia. Sea como fuere, Hurtado, ya con 21 años, decidió explicar a su madre las razones. Fue ella quien se puso en contacto con el nuevo abad, Josep Maria Soler, para denunciar de nuevo el caso. El abad trató de persuadir a la madre para que no pusiera denuncia y prometió tomar cartas en el asunto. Fue en vano. Pasaron los años y Hurtado decidió visitar al abad en 2015 para devolverle el dinero y entregarle en mano y en tono de reproche el libro del religioso pederasta publicado por la propia abadía. Soler respondió que la editorial de Montserrat era "independiente" y más tarde le remitió un correo electrónico en el que informaba que había donado parte del dinero entregado a la Cruz Roja y parte a la Fundación Vicky Bernadet dedicada a asistir a víctimas de abusos sexuales en la infancia y la adolescencia. También se apresuró a informar al Vaticano, que según la versión del monasterio consideró que se había actuado correctamente.
El impacto mediático de la denuncia de Hurtado ha suscitado que el monasterio anuncie una comisión de investigación y una dirección de correo electrónico, para denunciar otros posibles casos.
Apuntes de Germinans
Los responsables de la comunidad benedictina han prometido que llegarán hasta el final mientras temen una cascada de denuncias. De momento no han recurrido al comodín del supuesto anticatalanismo del que echaron mano en el año 2000, cuando un reportaje de El País titulado "Crisis en el Monasterio de Montserrat" desveló que los abades Cassià Just, en 1989, y Sebatià Bardolet, en 2000, habían sido forzados a dimitir tras sendas inspecciones de "visitadores" de la congregación enviados desde Roma en relación a la "vida sexual de una minoría de frailes".
En el reportaje, publicado el 29 de octubre de 2000 se decía que "el actual abad, Josep Maria Soler, ha reconocido en privado la existencia de estas conductas homosexuales –normalizadas en la vida civil, pero que conculcan la normativa benedictina y la moral católica dominante–, y ha asegurado que el asunto está 'en vías de solución' porque "los afectados se están exclaustrando".
En este punto, el blog de información católica no nacionalista Germinans Germinabit, subraya que Soler no sólo conocía la vida sexual entre frailes sino los supuestos abusos a menores de uno de ellos, asunto que se había solucionado por la vía del retiro por razones de edad del "hermano" acusado y el pago de 7.200 euros al denunciante, dinero que fue devuelto. También rescata Germinans la reacción de La Vanguardia, que publicaba una entrevista con el abad Soler en la que este decía que los frailes "nos sentimos heridos como personas y como ciudadanos", que la información de El País les parecía un "montaje" y que "yo veo en los hechos de estos días la voluntad de desprestigiar los valores evangélicos, la propia Iglesia como institución, Cataluña e incluso las bases éticas de la sociedad".