Las agencias EFE y Europa Press han distribuido este martes a sus abonados un teletipo que, en resumen, dice lo siguiente:
La Policía Nacional y las fuerzas de seguridad francesas investigan a un hombre de nombre Mustapha B. que se encuentra detenido en Francia y cuyo ADN fue hallado en el piso de Leganés donde en abril de 2004 se inmolaron ocho terroristas que participaron en los atentados del 11-M. Según han indicado fuentes de la lucha antiterrorista, las pesquisas continúan para determinar si esta persona tuvo algún tipo de relación con la masacre del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Agentes de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional colaboran con las autoridades francesas en esta investigación.
En concreto, en el marco de la investigación de los atentados se recogieron una serie de huellas y muestras de ADN no identificadas y que se incluyeron en una base de datos. Las autoridades francesas identificaron una coincidencia y trasladaron la alerta al Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, el que investigó en su origen los atentados, que ha autorizado la detención de este hombre, según han indicado a Europa Press fuentes judiciales.
Muchos medios de comunicación han publicado la noticia con mayor o menor relevancia en sus portadas y con distintas aportaciones propias sobre el hecho.
En Libertad Digital creemos necesario exponer el contexto:
La noticia sobre esta detención aparece en la misma semana en la que el abogado del comisario José Manuel Villarejo, Antonio José García Cabrera, ha anunciado a bombo y platillo que, al hilo del caso del espionaje derivado del intento de asalto político al BBVA, podrían aparecer revelaciones sobre el 11-M. Según dice 15 años después su cliente desde la cárcel, el atentado se cerró en falso y él podría aportar novedades, por lo que pide desclasificación de documentos. La intención de Villarejo de agitar el 11-M como método de presión, estrategia de defensa o simple fuego de artificio ya era conocida en todas las redacciones desde hace meses.
Sea o no casualidad, este miércoles muchos medios de comunicación se hacen eco de la detención pero también de la premisa falsa: la inmolación de Leganés, algo que jamás se pudo demostrar pero que zanjó el atentado con los culpables despedazados.
En el piso de Leganés no apareció un solo casquillo de bala pese a que se hizo constar en los informes un intenso tiroteo. Jamás hubo contacto ocular entre la policía y los que se supone que habitaban el piso. Tampoco se halló rastro alguno de sangre. El piso de Leganés fue el único escenario con víctimas mortales –la del GEO Torronteras, al menos– en el que apareció la famosa Goma 2 ECO que sostenía la versión oficial pese a los hallazgos de Titadine en el laboratorio de los expertos que convocó el juez Gómez Bermúdez. Nadie halló rastro de aquel explosivo en los escenarios del crimen, lo que llevó a la fiscal Olga Sánchez a gritar el ya famoso "¡Es Goma 2 eco y vale ya!". En el juicio no se pudo probar qué explosivo segó la vida de 193 personas y dejó miles de heridos.
El piso de Leganés, ese mismo, ya había sido escenario de otras operaciones policiales relacionadas con el narcotráfico y la delincuencia organizada. Pero además, casualidad o no, el piso colindante al de los presuntos terroristas suicidas lo habitaba un policía experto en escuchas adscrito a la UCAO, unidad, por cierto, que dirigía entonces el comisario Enrique García Castaño, compañero de actualidad del comisario Villarejo.
Con todo, lo más grave a efectos de la investigación es que no se practicaron autopsias a los cuerpos de los presuntos terroristas que supuestamente se inmolaron. No hubo autopsias en una supuesta inmolación de los que, en teoría habían perpetrado el atentado más grave en la historia de Europa en tiempos de paz.
En aquel piso de Leganés murió el GEO Javier Torronteras, cuyo cadáver fue profanado poco después pese a no estar en un nicho identificado. Apareció parcialmente quemado y con la marca de un pico que había sido clavado en el pecho. El caso quedó archivado en un juzgado de Plaza de Castilla.
Hay muchas irregularidades más. Luis del Pino destacó hasta 25, que conviene repasar con detalle y contrastar con la detención practicada en Francia de la que ahora tenemos noticia.
La investigación del 11-M comienza con una prueba falsa: la mochila de Vallecas. Y se cierra con otra falsedad: el piso de Leganés, donde vuelan por los aires todos los presuntos autores materiales, hecho que escandalizó incluso al Tribunal Supremo. Son el principio y el fin de la versión oficial de un atentado sin arma homicida y sin autor material que, quince años después, sigue minando los cimientos de nuestra democracia. Y esta vez, a las puertas de un intenso e impredecible año electoral.