La carta de Carmena en la que piensa como VOX y está en contra de la Ley de Violencia de Género
La alcaldesa de Madrid junto con la presidenta del Gobierno Navarro, Uxue Barkos y 200 feministas firmaron un manifiesto contra la LVG.
Si afirmáramos que Manuela Carmena, la actual alcaldesa de Madrid, opinaba hace 13 años (por lo menos públicamente), lo mismo que VOX sobre la eliminación de la Ley de Violencia de Género, probablemente nadie creería esta tesis. Quizás, ni la propia exjueza podemita, quién a lo mejor, ni se acuerda de la carta que firmó en el año 2006 y fue publicada por el diario El País un 18 de Marzo. En su defensa, no estaba sola. La actual presidenta del Gobierno de Navarra, la independentista Uxue Barkos, también respaldaba el manifiesto, ella y las juezas, Empar Pineda, María Sanahuja, las feministas Justa Montero y Cristina Garaizabal, y las diputadas Paloma Uría, Reyes Montiel, además de 200 mujeres más de toda España.
Esta queja pública aparece tras la aprobación de la Ley de Violencia de Género por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. El hecho propició la rebelión de las feministas de segunda ola ya que consideraban que se volvía a retomar"el mito de la mujer débil". Aquella que debía ser protegida y privilegiada por la ley ya que era un ser inferior al hombre. Carmena, criticaba duramente esta actitud política en la carta que redactó junto a sus colegas:
Aplaudimos el interés del Gobierno por abordar estos problemas, pero no podemos dejar de mencionar la preocupación que nos suscita el desarrollo de una excesiva tutela de las leyes sobre la vida de las mujeres, que puede redundar en una actitud proteccionista que nos vuelva a considerar incapaces de ejercer nuestra autonomía .
Las firmantes, de izquierdas en su mayoría, se reafirmaban en el peligro del nuevo enfoque feminista, un movimiento de tercera ola nacía lejos de los postulados de las reivindicaciones de las sufragistas. Hoy, entre las grandes representantes de esta tercera generación, se encuentran la diputada de Podemos, Irene Montero, la concejal de Madrid del equipo de Carmena, Rita Maestre o la misma vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. La entonces jueza madrileña se desvinculaba de la Ley de Violencia de Género que defienden sus coetáneas, claramente:
Las leyes aprobadas que provocan mayor controversia dentro del feminismo son la ley contra la violencia de género… Las discrepancias son tan importantes que cabe hablar de diferentes concepciones del feminismo y distintos modos de defender los derechos de las mujeres. Hay un enfoque feminista que apoya determinados aspectos de la ley contra la violencia de género de los que nos sentimos absolutamente ajenas, entre ellos la idea del impulso masculino de dominio como único factor desencadenante de la violencia contra las mujeres.
Las autoras coinciden con el discurso de VOX. Señalan, así, la amenaza que supone para los hombres el hecho de que las penas se dictaminen en función del género del agresor.
….Todas estas cuestiones, tan importantes para una verdadera prevención del maltrato, quedan difuminadas si se insiste en el "género" como única causa. Otro de los problemas de enfoque preocupantes en este feminismo y claramente presente en la ley es la filosofía del castigo por la que apuesta: el castigo se presenta como la solución para resolver los problemas y conflictos.
Además, tanto Barkos como Carmena, concluyen con una afirmación que haría entrar en un profundo cortocircuito mental a las máximas defensoras del feminismo contemporáneo televisivo como la periodista Elisa Beni o la actriz Marta Nebot. Las protagonistas de la publicación, además de estar a favor de la prostitución como un derecho de la mujer a hacer con su cuerpo lo que desee, también se posicionaban en contra de conceder siempre la custodia de los hijos en el divorcio a las mujeres. Y, finalizaban su escrito, con una crítica rotunda a la demonización del hombre y a la santificación y victimización de la mujer que venía propugnando el nuevo movimiento feminista de tercera generación:
Las opiniones que venimos criticando nos parecen poco matizadas y excesivamente simplificadoras. Tienden a presentar a los hombres y a las mujeres como dos naturalezas blindadas y opuestas: las mujeres, víctimas, los hombres, dominadores. La imagen de víctima nos hace un flaco favor a las mujeres: no considera nuestra capacidad para resistir, para hacernos un hueco, para dotarnos de poder y no ayuda a generar autoestima y empuje solidario. Lo mismo se puede decir de la visión simplificadora de los hombres: no existe, en nuestra opinión, una naturaleza masculina perversa o dominadora, sino rasgos sociales y culturales que fomentan la conciencia de superioridad y que, exacerbados, pueden contribuir a convertir a algunos hombres en tiranos.
Casi parecen unas afirmaciones inéditas y asombrosas, pero aún hay más. La exmagistrada y compañía se rebelan contra las feministas resentidas que buscan castigos vengativos hacia el hombre y vulneran la igualdad de los sexos ante la ley:
Nosotras no deseamos un feminismo revanchista y vengativo, deseamos simplemente relaciones en igualdad, respetuosas, saludables, felices, en la medida en que ello sea posible, relaciones de calidad entre mujeres y hombres.
Sí, ver para creer. Pero, donde dije digo, digo Diego. Hoy por hoy, la alcaldesa de los madrileños apoya alegremente, con grandes partidas presupuestarias municipales, la ley de violencia de género. Y, con las asociaciones feministas que antaño tan aberrantes y equivocadas les parecían, son de su agrado. En este sentido, a su compañera de fatigas políticas, Uxue Barkos, parece haberle atacado el mismo virus del populismo del consenso sentimental que tanto acecha hoy en día a los políticos del nuevo milenio español. Ídem de ídem.
Pero aunque Camena, Barkos o el líder de Cs, Albert Rivera, crean en su fuero interno que son modernos y progresistas, o incluso, que van con los tiempos, nada más lejos de la realidad. La Ley de Violencia de Género de avance social tiene poco, más bien, es un retroceso. Volvemos al pasado, a nuestra historia, a tiempos de Fernando VII y del franquismo. Veamos.
La antigua ley del "desprecio de sexo"
La nueva tendencia del feminismo de tercera ola y del que venían avisando las feministas con dicha carta en el diario El País, viene a estar en consonancia con los valores del franquismo. Conservadores, derechistas, absolutistas y tradicionalistas se opondrían a equiparar a la mujer con el hombre ante la ley considerando que "es un ser más débil" y que por ese motivo, hay que protegerla con leyes que condenen al hombre a penas mayores por delitos que, en el caso de cometerlos una mujer, sería juzgada de forma laxa por los tribunales. Fue lo que se llamó en España agravante por "desprecio de sexo", una discriminación hacia la mujer considerada necesaria para "el sexo inferior" y que procede de finales del siglo XIX.
Fue el antiliberal rey Fernando VII quién implantó en 1822 el agravante por "desprecio de sexo". El artículo 106 del Código Penal español de la época recogía como agravante "la tierna edad, el sexo femenino, la dignidad, la debilidad, indefensión, desamparo o conflicto de la persona ofendida".
La cuestión es que esta antigua versión de la Ley de Violencia de Género no se modificó posteriormente. Se mantuvo así en todas las revisiones del Código Penal, fue legitimada en 1944 por el franquismo hasta la década de los ochenta con la llegada del PSOE al poder.
Felipe González suprime la antigua LVG
Tras el periodo de transición democrática, la mayoría de los españoles estaban de acuerdo en redefinir un Código Penal que no discriminase por razón de raza, sexo o religión.
Fue Felipe González quien, apoyado por las feministas en la década de los ochenta, suprimió el "agravante por desprecio de sexo". Se enfrentaron en el Congreso de los Diputados al Grupo Popular que se posicionaba a favor de discriminar a la mujer para protegerla del varón.
Tal y como recoge el periódico ABC en un crónica redactada tras un acalorado debate en un Pleno a finales de los ochenta, el diputado del Grupo Popular, Rodríguez Calero, dijo que dicha supresión del Código Penal, "no era una conquista de las feministas" y proclamó que se respetara el agravante de "desprecio de sexo" .
Rodríguez continuó su alegato afirmando que "la mujer tiene una constitución más débil y se encuentra, por tanto, en inferioridad de condiciones ante una agresión". En ese momento, y según relata el diario, una diputada del PSOE gritó "¡Fuera!". El grupo socialista calificó el agravante de género de "pura galantería del Código Penal vigente" e incidió en que se debía acabar de urgencia con "el mito de la debilidad de la mujer" concluyendo que la superioridad de un ser humano ante otro era la capacidad intelectual y no la física. Por tanto, hombres y mujeres debían ser iguales ante la ley independientemente de su condición biológica.
En aquel momento, era ministro de Justicia Fernando Ledesma Bartret y su directora de Gabinete, atención, María Teresa Fernández de la Vega.
Anteriormente a este acontecimiento histórico, en 1977 el Tribunal Supremo, el mismo que aplica en nuestros días agravantes por desprecio de sexo (Ley de Violencia de Género), sugería lo siguiente en una sentencia: "La agravante de sexo es un tanto anacrónica en tiempos como los actuales de emancipación femenina, en los que la mujer ha conseguido o está en trance de conseguir la absoluta igualdad de sexos, pareciendo que incluso desea renunciar a todo privilegio o protección que implique discriminación o desigualdad respecto al varón". Los españoles de la década de los setenta parecían tener bien claro este razonamiento, y los grupos de izquierda lo abanderaron.
Curiosa y sorprendentemente, fue el propio partido obrero español el que volvió a restaurar el agravante de "desprecio de sexo" en el Código Penal. Rodríguez Zapatero en 2004, fue el encargado de denominarla como "Ley de Violencia de Género" que sería aplicada en el ámbito de las relaciones conyugales y de pareja, tal y cómo defendían los franquistas en el siglo XX y Elisa Beni, Marta Nebot o la periodista Cristina Fallarás, y la mayor parte de la élite mediática y política española, en la actualidad.
Ahora, VOX ha vuelto a reabrir el debate al igual que Manuela Carmena y Uxue Barkos lo hicieron hace poco más de una década, antes de que se contagiaran de las voces del supuesto consenso y prefirieran remar a favor del viento, o de sus nóminas. Quién sabe.
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