"Susana está muerta" pero seguirá coleando un tiempo, aún sin concretar. El negro panorama que arrojaron las urnas andaluzas para los socialistas sumió al partido en la más profunda desolación. Ni los peores presagios se acercaban a una debacle de la magnitud que arrojaron las urnas este domingo. El segundo fracaso histórico del PSOE, cosechados ambos durante su mandato, supone una pérdida de catorce escaños, siete puntos de voto menos y una sangría de más de 400.000 votantes en relación con los resultados de marzo de 2015. Un descalabro sin paliativos al que se suma la imposibilidad de gobernar ante la suma de 'las tres derechas', frente a unas izquierdas a quienes ya no les salen las cuentas.
Un escenario que "sólo deja un camino" para Susana Díaz en palabras de altos cargos del Gobierno y relevantes dirigentes del partido en conversación con Libertad Digital: "Debería dimitir" y "acabará haciéndolo". Las fuentes consultadas por este periódico aseguran que "ahora empieza un proceso largo" y complejo "en el que todo está abierto", lo que significa que la presidenta de la Junta intentará formar gobierno pero, cuando no lo consiga, se "abrirán nuevas posibilidades", como la búsqueda de un sustituto al que pudieran no bloquear otras formaciones como Ciudadanos o Podemos.
La huida hacia adelante de Díaz
La pregunta de si dimitiría o no corrió como la pólvora durante la hora larga que siguió al escrutinio y hasta la comparecencia de la presidenta de la Junta de Andalucía pasadas las once de la noche: "Es una noche triste para los socialistas. No sólo para Andalucía sino para el conjunto de la organización".
Un intento de colectivizar su derrota después de una campaña en solitario en la que no quiso implicación del presidente, Pedro Sánchez, para no verse afectada por el desgaste de su Gobierno. Las elecciones, la campaña y el resultado tuvieron, como ella siempre quiso, "acento andaluz", con lo que la derrota sólo puede ser atribuible a la baronesa andaluza.
Díaz dejó claro que no está pensando en la dimisión sino en la huida hacia adelante. Lejos de anunciar su adiós ni entonar la autocrítica que justificaría una retirada, la dirigente andaluza recordó su compromiso de "establecer un proceso de diálogo" para formar Gobierno al que no renuncia. Asumió su pérdida de siete puntos pero se consoló con ser "el [partido] más votado", "la primera fuerza" que ha de liderar las conversaciones encaminadas a tejer los pactos post electorales.
Y con un objetivo último, de causa mayor, la responsabilidad urgente de hacer de "dique de contención de la extrema derecha" de VOX. Para ello se ofreció haciendo un "llamamiemto a todas las fuerzas políticas" para que "cada uno diga lo que quiere hacer. Si quieren que la extrema derecha gobierne o quieren parar a la extrema derecha" con su "discurso xenófobo y en contra de los derechos de las mujeres".