El segundo debate andaluz: fobias varias, series de televisión y 'bajocridad' general
A pocos días de las elecciones, los indecisos no fueron iluminados por luz alguna.
Se esperaba mucho más, sobre todo por parte de los esforzados del cambio político en Andalucía, antesala de un cambio decisivo en España. Se presumían grandes y magníficas descripciones de cómo y por qué el cambio haría mejor la vida de los andaluces. Se deseaba contemplar cómo propuestas de mayor contenido liberal entusiasmaban a unos votantes indecisos que no saben ni contestan todavía a la pregunta de qué van a hacer el próximo domingo. Pero no.
Por la izquierda, se esperaba mucho más de un régimen socialista que tiene el control desde hace cuarenta años en municipios y diputaciones y casi otros tantos la Junta de Andalucía. Dada la corrupción y su nivel mezquino de gestión de la cosa pública, tal vez un perdón, una disculpa, un examen de conciencia y un propósito de enmienda. De la extrema izquierda comunista, se esperaba que, como sus antecesores Rejón y Anguita, dijeran "Basta ya" a la continuidad de la corrupción, el atraso, el miedo y el fullerismo. Pero, claro, para eso hay que creer en la democracia, la única que hay, que es la liberal, y no es el caso.
Los atuendos de los cuatro candidatos –me niego a decir "y candidatas" porque es absurdo–, apenas cambiaron en Radio Televisión Española respecto al debate en Canal Sur TV. La izquierda, que vistió de verde en el primer debate, cambio al rojo y negro. Y en el centro derecha, se mantuvo el corbateo en un caso, saben cual, y el despechugamiento campechano en otro.
Ojo, que fuera del plató estaban los irreverentes del taxi cabreados por una Susana Díaz que, en represalia por el reventón de su mitin de San Juan de Aznalfarache, aparece como responsable de órdenes conducentes a retirar las licencias a los instigadores y participantes en el desperfecto político. Y ojo de nuevo, que van a intentar reventar el acto conjunto de hoy con Pedro Sánchez en Marbella.
Luego comenzó la bajocridad, porque la mediocridad es un grado medio como su nombre indica. Se estaba debatiendo sobre el futuro inmediato de más de ocho millones de españoles que viven en Andalucía, con niveles de paro extraordinarios desde hace 40 años, con suelos por debajo de la medias españolas y europeas en todo lo que importa y con un único partido gobernante desde 1982. Pues lo que es un purgatorio parecía un limbo y no de los justos precisamente.
Desde el principio quedó claro que no se trataba de ensartar propuestas emocionantes de cambio o rectificaciones penitentes de un camino evidentemente enfermo. No. Se trataba de convencer a los escasos televidentes de que eligieran entre dos bloques: uno, que se aferra a la palabra cambio pero que no lo explica, y otro, que se aferra al más de lo mismo, bueno en sí por ser de izquierdas, adobado con una xenofobia política inaceptable que considera al centro derecha como un extraño, un extranjero, un intruso.
Andalucía debe ser un "territorio libre de la derecha" ha dicho una socialista recientemente. No porque los resultados de sus políticas sean desastrosos, no, que eso sería racional y lógico. De hecho, fíjense en las etapas de gobierno del PP, cuando Aznar y Rajoy, y se verá, científicamente incluso, que, al menos, la economía y el empleo mejoraron notablemente, especialmente en Andalucía.
Pero la izquierda andaluza, la más y la supermás, es diestrofóbica, endofóbica, hispanofóbica, patriofóbica si la patria es España, no si es Venezuela o Cataluña u otras. Perdonen, pero no sé cómo llamar a esta fobia al propio conciudadano que, sencillamente, no piensa en clave de izquierda. A ver, expertos, ¿cómo llamamos a esta xenofobia a los propios? Pero la fobia, eso sí y en sí, da idea de su maculada e instrumental concepción de la democracia.
La palabra inaugural de Susana Díaz fue "bloqueo" y su actitud esencial el no reconocimiento de que algo huele a podrido en Andalucía. Ante la expectativa de un resultado electoral que la deje sin mayoría suficiente, la actual presidenta de la Junta se esfuerza en recordar a los propios y extraños lo que pasó en 2015 cuando sufrió un calvario para poder formar gobierno. Bloqueo llama a lo que no es otra cosa que ejercicio democrático normal en parlamentos plurales.
La palabra proemial de Juan Manuel Moreno, llamémosle Juanma por una vez, fue "cambio", identificando estas elecciones con un referéndum sobre el cambio sin explicar si el cambio va a ser también eficaz y moral. Se refirió a Netflix, momento en que comenzó el aspecto de serie televisiva del debate, para preguntarse por qué se instalaba en Tres Cantos y no en Andalucía, culpa del PSOE, claro.
La palabra prologal de Teresa Rodríguez, que, embarazada, no para de hablar de nuestras hijas y nuestros hijos, fue "alergia", que contagió a Susana Díaz que se compuso un "y yo más". Manifestó inicialmente su alergia, más que leve, a un PSOE agotado pero curable con más izquierda y a la reforma laboral del PP, a pesar de que admite que hay más empleo, precario, claro. Ah, y alergia a hablar del separatismo catalán con el que compadrean sus jefes, y que, claro, no queda bien aquí en el Sur.
La palabra preliminar de Juan Marín fueron, en realidad, dos: "Ladrones" y "perro". Ladrones, porque PP y PSOE llevaban años robando, dijo, a los ciudadanos sin aludir a que él ha estado tres años y medio en la primera fila del latrocinio andaluz. "Perro", dirigida a Juanma Moreno por eso de sumar para gobernar juntos, porque es lo que le llamó Moreno en un acto. En realidad, fue "perro de presa" contra el PP, pero, detallillos a la mar.
En el resto del debate, Susana Díaz dijo, además de lo mismo de siempre, querer prohibir la prostitución, ser víctima de un contubernio anti PSOE por parte de las derechas, si se va a pactar o no con Vox (ausente en el debate) y que lo más importante del mundo es su continuidad al frente de la presidencia de la Junta.
Eso sí, estuvo televisiva cuando le espetó a Teresa Rodríguez que se dejara ya de Juego de Tronos, en referencia a los dragones movilizados por la Khaleesi del Kichi de Cái, que gobernar no era como un guión de televisión. Respondió la aludida que Susana Díaz se parecía mucho a Cersei Lannister, la mala malísima de la serie. Donde las dan, las toman.
Juanma Moreno recordó los 200.000 millones de euros, menos uno, con los que el PSOE ha contado en Andalucía para cambiar las cosas desde 1982, con el resultado conocido. Y las tarjetas sex black vergonzosas de la FAFFE. Pero tuvo que defenderse más del fuego "amigo" de un agresivo Juan Marín al que informó de que se equivocaba de bando y al que imploró serenidad sin mucho éxito. Por lo menos pidió limitar la presidencia de la Junta a ocho años y denunció el discurso desmadejado de un PSOE en cada Comunidad, con referencia al Sánchez compañero de viaje del separatismo.
Por cierto, de Gibraltar, ni una palabra. Como si no fuera un pueblo gaditano, andaluz y español colonizado, anacrónica, ilegal e inmoralmente por el Reino Unido y como si la teatralización trolera de Pedro Sánchez no hubiera sido motivo de mofa y befa de una cohorte cínica de dirigentes europeos que se han reído de España en los últimos días. Nada de nada.
Lo de Teresa de Rota fue de nota. Inquirió a Ciudadanos por su apoyo a los de la Gürtel o a los de los ERE, cuando ella misma ha anunciado ya que no impedirá un gobierno de los de los ERE. Cuando se le exhibió cómo Pablo Iglesias fue a negociar los presupuestos de todos los españoles, andaluces incluidos, con el separatismo catalán en las cárceles, la anticapitalista dijo, jarta ya de tener que hablar de Cataluña, que iría a la cárcel e incluso, oigan, a Marte o a la Luna para conseguir un salario mínimo de 900 euros.
Cifró en 48.000 millones de euros la corrupción que se sufre y Susana Díaz le dijo que siempre se prestaba a ser muleta del PP telarañándola en reproches e interrupciones que dejaron sin tiempo de respuesta a la más pardilla. Eso sí, estuvo simpática cuando largó a Juan Marín eso de que parecía presentarse a presidente de la Generalidad catalana. Tome nota, doña Inés.
Y llegamos a Juan Marín, que ayer se decidió por la pendencia abierta contra todos, primero con el PP, al que pidió incluso derechos de autor por copiarle frases enteras. Jaja. La risa deviene del hecho de que todo el tiempo dijo estar tendiéndole la mano (sería la mano derecha de la que no se enteraba la izquierda). Lo primero, enseñar la lista de corrupto de PP y PSOE. "¿No se le cae la cara de vergüenza...?", le endiñó a Susana Díaz que le exigió confirmara si iba a gobernar o no con Vox, los nuevos apestados políticos de la izquierda andaluza. ¿Y usted, con Podemos, va a pactar o no?, le respondió el sanluqueño.
Tras su rifirrafe con Moreno, Marín se cebó con su ex, Susana Díaz, a la que sacudió sin descanso, un poco más que al PP y que a Podemos, y finalmente pidió un voto en masa para acabar con la dominación socialista. Bien está lo que bien acaba.
Y no hubo mas carbón destacable. Quedan unos cuantos días y más de la mitad de los votantes están indecisos sobre si votarán o por qué partido lo harán. Las encuestas dicen que ganará el más de lo mismo, pero los milagros existen. Claro, que el infierno también.
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