Ocho y media de la mañana. Calle Carretes de Barcelona, barrio del Raval. Un hombre yace ensangrentado en el suelo. Otro individuo descalzo y en pantalón corto, lanza amenazas provisto de un gran machete que blande con soltura. Camina arriba y abajo de la calle. El herido suplica y gime. El agresor abandona la escena. Aparece otro hombre que teclea el móvil y otro par de hombres atraviesan la calle como si nada estuviera pasando. Un vecino ha captado la escena desde el balcón. Nada raro en las mañanas del barrio del Raval de Barcelona, donde los traficantes se disputan los pisos y las zonas de venta a machetazos.
Los Mossos d'Esquadra ya han identificado al sujeto del machete y emprendido su búsqueda mientras las imágenes se hacen virales. Hay constancia videográfica de numerosos incidentes de esta categoría. También de peleas entre vendedores ambulantes, de agresiones a turistas como la sufrida por un ciudadano estadounidense en la plaza de Cataluña, de mujeres deambulando desnudas, de toda clase de actos incívicos protagonizados por propios y visitantes.
Los sindicatos de Guardia Urbana y de Mossos d'Esquadra denuncian que Barcelona está fuera de control. La administración de Ada Colau no es precisamente partidaria de aumentar la plantilla y atribuciones de la Guardia Urbana. Ha traspasado la responsabilidad a la consejería de Interior, que a su vez alega falta de efectivos.
Los vecinos del Raval, el Gótico, la Barceloneta y el Borne se quejan de la intensa actividad de los narcopisos, de la inseguridad y la suciedad, de la juerga permanente en sus calles, de las broncas y el incivismo. Denuncian que Colau ha incumplido todas sus promesas y que su administración es incapaz de afrontar un problema como el de la conversión del centro histórico de Barcelona en un mercado de la droga de fama mundial.