Pase lo que pase en el Congreso Nacional y a pesar de la cacareada voluntad de integración expuesta por los antagonistas principales, sorayos y cospecasados, la división del PP andaluz, ya importante y agria antes del cónclave, se acentuará. Lo más sorprendente es que nadie sabe con certeza cómo empezó el divorcio entre personas que habían pertenecido, todos ellos, al centrismo-javierismo hasta poco antes de 2012. Sólo hay contadas excepciones como Soledad Becerril, demasiada personalidad para someterse a alguien; Esperanza Oña, a la que Arenas cerró el grifo de la promoción política y Francisco de la Torre, alcalde de Málaga, que era de la UCD auténtica, la de Suárez.
¿Qué ocurrió en el pasado remoto entre Javier Arenas y María Dolores Cospedal, la Cospe, como se le conocía en el Ministerio de Trabajo donde ejercía como asesora del campeón de Olvera? Lo cierto es que Cospedal, que no pasaba por sus mejores momentos personales, cogió el hatillo y se fue a Washington en 1998 como consejera laboral de la Embajada española. Desde ahí, organizó su vuelta para hacerse cada más fuerte en un PP nacional donde una mujer inteligente y fuerte podía hacerse no sólo un hueco, sino un gigantesco butrón. Y así lo hizo. Pero en el transcurso pasó de ser miembro del equipo de Arenas a decidida adversaria del andaluz.
Esta división se transmitió, especialmente, desde que en 2008 fue nombrada secretaria general del PP, sin dejar de ser la mandamás en Castilla La Mancha y con resortes de poder en la Comunidad de Madrid donde tiene importantes aliados. Aunque perdió la batalla en Andalucía tras la victoria inútil de Arenas en 2012 –inútil porque no pudo gobernar e inútil porque dio una espantá inesperada que dejó al PP andaluz sumido en una crisis en la que insiste–, ha logrado rehacer fuerzas en estas primarias de la mano de Pablo Casado. Si es cierto que Soraya, a la que apoya el núcleo duro del arenismo, ganó las primarias directas con un 54 por ciento de los votos, no es menos cierto que los cospecasados lograron el 46 por ciento de los sufragios directos.
Pero es más. El frente arenista se ha roto en Almería donde antiguos e íntimos colaboradores se han convertido en cospecasados; en Sevilla, todo está roto y la mitad que manda, la arenista, corre como un pollo sin cabeza; en Córdoba y Jaén, ya no tiene apoyos esenciales influyentes en la militancia; en Granada, no manda porque lo hace Sebastián Pérez, que hará lo que le convenga. Sólo cuenta en Cádiz y en Huelva, gracias a la exministra Báñez. Su anuncio de que si gana Soraya su siempre chico de los recados, Antonio Sanz, será el número 3 del PP nacional, ha hecho temblar a muchos compromisarios. Y en Málaga, ordena y no totalmente, Juan Manuel Moreno, que tiene a Francisco de la Torre, alcalde de la capital, como referente cospedaliano.
No se sabe quién se hará con el PP nacional. Los cospecasados parecen seguros de la victoria desde Andalucía pero en realidad, nadie sabe nada realmente salvo que Arenas se ha metamorfoseado en telefonista listín en mano, lo que indica un cierto grado de desespero. En cualquier caso, no se podrá evitar una división interna poco integrable. Desde luego, mientras ha mandado Soraya de la mano de Juan Manuel Moreno, la integración no ha existido. Al contrario. Está por ver si Pablo Casado y Cospedal, si es que ganan, lo hacen también en Andalucía.
De todos modos, el perdedor de este juego va a ser Juan Manuel Moreno. Gane quien gane este fin de semana, tendrá que valorar el resultado de las inminentes elecciones andaluzas. Las encuestas auguran que de ser el primer partido andaluz en 2012, el PP pasará a ser el tercero en 2018-19, por detrás de Ciudadanos. Moreno y sus mentores deberán dar muchas explicaciones antes de que se les abra la puerta de salida. El partido hecho unos zorros y más años de régimen socialista para una Andalucía que se merece todo lo que le está pasando, y le va a pasar.
Ya verán cómo Cataluña y País Vasco consagran relaciones bilaterales y privilegiadas con el Estado y se acaba el cuento del 28 F y el PSOE andalucista. Ya verán cómo Andalucía sigue siendo el paraíso de las hortalizas, las opas, el placer (como quería Hitler para toda España), los empleados públicos y las subvenciones partidistas, mientras los sectores productivos y los valores añadidos del futuro se oligopolizan en otros lares. Cerca de cuarenta años ha tenido el PP para cambiar este infame destino. Ya es legítimo dudar de si alguna vez han querido ese cambio, al menos los que han mandado hasta ahora. Alguien sigue sin explicar por qué el PP nacional quiso perder en Andalucía en 2012. Veremos lo que pasa a partir de este fin de semana.
Afortunadamente para este PP descosido y turulato, Ciudadanos le ha hecho el favor de no ejercer, no ya de oposición sino ni siquiera de posición alguna, al régimen instalado del socialismo andaluz. De haber habido en el Sur una Inés Arrimadas tan contundente contra esta tela de araña como lo ha sido contra la casta separatista, estaríamos hablando de otras cosas. Los cospecasados tienen una oportunidad en Andalucía, difícil por las heridas abiertas, pero son los únicos que la tienen.