El expresidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, quiere reventar el PDeCAT para dejar vía libre a su partido, la "Crida Nacional per la República" (CNR). El dirigente fugado está en contra de la actual dirección de la formación heredera de Convergència. No se habla con Marta Pascal, la coordinadora general, y quiere que la "asamblea nacional" que celebrará el partido este fin de semana sirva para cercenar a la actual dirección, el grupo de jóvenes nucleados en torno a Pascal y que tratan de mantener vivo el partido a pesar de que fueron absolutamente marginados en la composición de las listas electorales de Junts per Catalunya, la marca electoral empleada por el expresidente catalán en las pasadas elecciones del 21-D.
El equipo que formó Puigdemont está compuesto por independientes o por miembros del PDeCAT que han puesto su fidelidad a la figura del fugitivo por encima de la lealtad al partido. Mientras, Pascal, David Bonvehí, Maria Senserrich tratan de mantener la dirección de una formación de cuya presidencia ya han desertado Artur Mas y Neus Munté, exportavoz del gobierno catalán hasta julio de 2017, cuando se dio de baja para no tener que asumir las consecuencias judiciales del referéndum ilegal. En un esfuerzo por congraciarse con Puigdemont, Pascal y sus colaboradores más próximos renunciaron a formar parte de la candidatura en las pasadas autonómicas. Pascal también ofreció a Puigdemont la presidencia del partido, pero éste la rechazó con cajas destempladas. Puigdemont quiere el control absoluto del partido y ha amenazado con anunciar su baja si no se siguen sus designios al pie de la letra.
El fin del partido
El PDeCAT se enfrenta a un cónclave que puede suponer su práctica extinción. La presentación esta misma semana de la Crida Nacional per la República, el último artefacto político del expresidente, muestra a las claras las intenciones de Puigdemont de superar lo que queda de Convergencia y liderar un nuevo partido con voluntad hegemónica en el campo separatista. Ni ERC ni el grupo de Pascal están por sumarse a ese "movimiento", que según sus promotores concurrirá a todas las elecciones.
Entre los reproches de Puigdemont al PDeCAT figura el apoyo del partido a la moción de censura contra Rajoy. El fugado considera que contra Rajoy vivía mejor y que la "distensión" promovida por el Gobierno de Pedro Sánchez favorece a ERC y limita su capacidad de maniobra.
Regreso a Waterloo
Tras la cancelación de la euroorden, el expresidente tiene previsto regresar a Waterloo y que sea el ejecutivo catalán quien pague sus gastos, mansión incluida, que sería la oficina del expresidente de la Generalidad y a la vez, la "casa de la república". Superadas las trabas judiciales, aún le importuna más la figura de Pascal, partidaria de un cierto entendimiento con el Estado.
Con el nuevo contexto, el PDeCAT tiene las horas contadas. O se disuelve en el seno del CNR de Puigdemont, tal como piden los exconsejeros presos Jordi Turull, Josep Rull y Joaquim Forn, todos ellos veteranos convergentes del grupo de Oriol Pujol y Artur Mas, o se arriesga a una desbandada de cuadros que sumiría al partido en la bancarrota. Dos años después de su accidentada aparición, la formación afronta este fin de semana una asamblea terminal. Prueba de ello es que Pascal no ha encontrado todavía un candidato que se preste a presidir el partido. Y Quim Torra, anunciado para abrir el congreso este viernes por la tarde, se ha caído del cartel por problemas de agenda. Dos mil "asociados" están convocados al cónclave pedecato. Los fans de Puigdemont presumen de que el CNR ya lleva más de treinta mil adhesiones virtuales.
Puigdemont está crecido desde la negativa del tribunal regional de Schleswig-Holstein a autorizar su entrega a España. La cancelación de la euroorden amplía su capacidad de movimientos y es celebrada por el separatismo como un triunfo personal de Puigdemont. Llegados a este punto, quiere recuperar cuota de pantalla y tener las manos libres para precipitar, si le conviene, un adelanto electoral.