Waterloo vuelve a estar en el mapa de la república catalana. El décimo presidente de la Generalidad, Quim Torra, ha sido recibido por los exconsejeros Lluís Puig y Toni Comín a las puertas de la mansión alquilada por Puigdemont en la localidad belga. La mansión ya dispone de un mástil a la entrada del que ondea la bandera de las cuatro barras, sin estrella.
Nuevo acto preñado de simbolismo, según el separatismo. La casa de Waterloo es la "Casa de la República", residencia y despacho oficial de la "autoridad nacional catalana", sede de la Generalidad en el "exilio" y lugar de visita obligada para Torra. Primero acudió a Berlín y ahora a Waterloo para informar a los "consejeros" de la última hora en Cataluña. Torra les ha agradecido que hayan accedido a renunciar a sus puestos, los ha cubierto de elogios y les ha prometido que no cesará en su empeño de restituirlos a todos en sus puestos, incluido Puigdemont.
De momento, Torra se atiene al plan de Puigdemont. Uno de los objetivos separatistas es mantener una doble "legalidad" con la internacionalización de la república como objetivo. El expresidente será el presidente en el exterior y Torra, el presidente en el interior. Sólo falta resolver la situación judicial de Puigdemont en Berlín para constituir el "consejo de la república". A la espera, el separatismo vuelve a presumir de mansión en Waterloo.
Sin embargo, la renuncia de Torra a mantener el pulso de los nombramientos de presos y fugados ha provocado un serio disgusto en la CUP. Los primeros describen el nuevo gobierno catalán como el fruto de una "bajada de pantalones", en palabras del portavoz Carles Riera. Expresa un sentimiento bastante amplio en el separatismo. Torra se defiende diciendo que han sido los presos y los fugados quienes han tomado la iniciativa de dar el paso atrás.