11 de mayo de 1993. Martes. La antigua Yugoslavia lleva dos años desangrándose en una guerra civil sin cuartel. La población ha sido un objetivo desde el primer momento para los bandos en disputa, que no tienen reparos en realizar operaciones de limpieza étnica. En medio de ese avispero, miles de cascos azules enviados por las Naciones Unidas tratan de proteger de la mejor manera posible a los habitantes de Bosnia-Herzegovina, la región donde más se han enconado los combates.
Los militares españoles llevan en ese momento más de seis meses desplegados en la zona. La tarea casi diaria de uno de sus convoyes de vehículos BMR es recoger medicamentos y plasma sanguíneo en el helipuerto de Metkovic, una localidad croata situada en las cercanías de la desembocadura en el Mar Adriático del río Neretva y entregarla posteriormente en diversos hospitales bosnios a través de la denominada "ruta de la muerte".
Durante esos trayectos, los legionarios de la 2ª Sección de la Compañía Alba se habían enfrentado a momentos de gran tensión en los días precedentes. El día 3 de mayo, tuvieron una actuación heroica protegiendo a refugiados bosniacos (bosnios musulmanes) de las fuerzas bosnio-croatas en la ruta que une Jablanica y Konjic. Cuatro días después hicieron lo propio defendiendo a civiles croatas que huían del frente de Rodesine de fuerzas bosniacas.
A las 11.35 horas el teniente Arturo Muñoz Castellanos, al mando del convoy español, anota con lápiz en su cuaderno: La sección sale a las 11:35 de la base de Medjugorje, dirección a Mostar, primero pasará por el hospital bosnio-croata a dejar plasma sanguíneo y medicamentos y luego hará lo mismo con el hospital bosnio-musulmán. Lo hace por la sinuosa carretera que sigue el cauce del Neretva, que tras la guerra pasó a ser conocida como "la ruta de los españoles".
Unas horas después el convoy entra en Mostar por el barrio de Donja Mahala, y suben por la calle Gojka Vukovica. Entre un intenso fuego de morteros y fusilería consiguen alcanzar el hospital bosnio-croata y descargar allí la mitad del plasma sanguíneo y los medicamentos que transportan. Recogen también a un civil herido. Desde allí, atravesando el frente en el que luchan los bosnio-croatas y los bosniacos, ponen rumbo al hospital musulmán de la ciudad.
Mientras el convoy descarga el material en el hospital bosniaco, el teniente Muñoz Castellanos se da cuenta de que hay un civil herido en las proximidades. No se puede llegar hasta él con los BMR debido a las barricadas y la destrucción de la zona, por lo que decide ir a por él a pie. El fuego en la zona es muy intenso. Cuando regresa a los vehículos, una de las muchas granadas de mortero que les cayeron durante el trayecto lo alcanza, dejándolo malherido.
Los médicos musulmanes son los primeros que lo atienden y hacen todo lo posible para salvarle la vida, pero no tienen los medios adecuados. Se organiza entonces una operación de evacuación y dos días después el teniente es trasladado desde Bosnia-Herzegovina hasta el Hospital Gómez-Ulla de Madrid. Sale de los Balcanes con vida, pero poco se puede hacer ya para retenerle en este mundo, aunque su corazón, dos pulmones, dos riñones, un hígado dieron mucha vida a otros españoles.