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Ciudadanos gana, Puigdemont tumba a Rajoy

Puigdemont machaca a Junqueras, entierra a Mas y se erige en árbitro de la política en Cataluña.

Puigdemont machaca a Junqueras, entierra a Mas y se erige en árbitro de la política en Cataluña.
Arrimadas, Rivera, Girauta, Carrizosa y la plana mayor de Cs, celebrando su victoria | EFE

Ciudadanos ha ganado las elecciones, pero Cataluña sigue instalada en la dinámica de los bloques con mayoría separatista y Carles Puigdemont se erige en inesperado triunfador en su particular duelo con Oriol Junqueras. Por primera vez en la historia de las elecciones autonómicas, un partido no nacionalista ha sido la candidatura más votada. Este dato queda ensombrecido por la victoria en la suma de escaños de las listas separatistas. En ese bloque, el fugado Puigdemont se ha impuesto contra pronóstico al encarcelado Oriol Junqueras. El expresidente en Bruselas ha roto las encuestas. Su estrategia de convertir la campaña en un duelo con Mariano Rajoy por la aplicación del artículo 155 ha constituido un éxito rotundo. Lidera un movimiento que supera y elimina al PDeCAT, capitaliza la "represión" y plantea un serio problema al Estado en el peor escenario posible. Sorpresa.

La teórica jugada maestra de Rajoy al utilizar el 155 para convocar unas elecciones inmediatas que descolocaban a los separatistas no ha tenido los efectos que se le presumían. Clarifica, eso sí, el panorama y los reequilibrios de los frentes. Inés Arrimadas es la candidata más votada y Ciudadanos lidera un bloque en el que el PP es un espectro y la operación del PSC de integrar al denominado nacionalismo moderado, un fracaso que certifica la disolución del voto convergente autonomista. Eso ya no existe.

En el frente separatista, Puigdemont echa una paletada más en el acelerado entierro del PDeCAT, fulmina a Artur Mas, machaca a ERC, el partido que iba a arrasar en las elecciones, y se erige en un símbolo. El soberanismo ha premiado el "exilio" frente las penalidades reales de la prisión preventiva de Junqueras. La audiencia de TV3 y de los medios subvencionados ha volteado los sondeos en lo relativo al reparto del voto separatista. Puigdemont copó la programación. La manifestación en Bruselas organizada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y sus mítines diarios vía plasma han resultado demoledores frente a la correspondencia desde Estremera y las declaraciones de Marta Rovira.

El gran derrotado

Mariano Rajoy emerge como el gran derrotado de estas elecciones. Ha gastado el cartucho del 155 para conseguir que el PP desaparezca en favor de Ciudadanos y Puigdemont redoble su retórica sobre la legitimidad. El PP de Cataluña ha obtenido los peores resultados de su historia, por debajo incluso de los peores sondeos. El desastre es de tal magnitud que debería tener consecuencias en Moncloa y Génova.

El siguiente damnificado es Miquel Iceta, cuya operación para restaurar el catalanismo, ha tenido un recorrido de un escaño, 17 frente a 16. La idea de convertirse en un presidente transversal no ha cuajado. Tampoco la plurinacionalidad ni los hechos diferenciales.

Junqueras y ERC mantienen a su parroquia, pero el batacazo es monumental. De primero a terceros y por detrás del exalcalde de Gerona al que ungió Mas por orden de la CUP, que pierde cuatro diputados, de 10 a 4, pero es, de nuevo, la bisagra, elemento inevitable para formar gobierno.

Podemos y Catalunya en Comú, Pablo Iglesias y Ada Colau, los comunes, rivalizan con el PP de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en daños. Catalunya en Comú ha obtenido ocho diputados, tres menos que en 2017. Se diluye en la irrelevancia.

Panorama judicial

El separatismo puede formar gobierno en un panorama judicial imprevisible. Pesa sobre Puigdemont una orden de detención en España. Oriol Junqueras está en la cárcel. Inés Arrimadas es la candidata más votada, pero el PP se hunde y el PSC se estanca pese a la subida de la participación. El separatismo mantiene la sartén por el mango. Puigdemont ha derrotado a Rajoy. Gana Ciudadanos, pero vence el separatismo.

La situación no puede ser más compleja. El 155 fue un espejismo. Sólo se aplicó para convocar unas elecciones en un contexto contaminado por el separatismo, con los medios y la enseñanza al servicio de un proyecto labrado desde hace cuatro décadas, con un ejército de apoderados separatistas en los colegios electorales.

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