El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, era un mar de dudas en los agitados días de septiembre y octubre pasados, cuando el gobierno catalán y los partidos separatistas perpetraron el golpe de la república. Oriol Junqueras había pedido la mediación de la Iglesia y se llegó a reunir con Omella para que asumiera ese encargo. Hasta el frenazo del Vaticano, el cardenal arzobispo de Barcelona intentó tener un papel protagonista y llegó a pedir una reunión "con La Vanguardia" para analizar la situación y tomar cartas en el agudo enfrentamiento. Omella no sabía con quién debía hablar en el grupo de comunicación, de modo que tiró por elevación y pidió cita con Javier de Godó, que lo derivó a Josep Caminal, director general de presidencia del grupo Godó.
Caminal, exsecretario de organización de Convergencia, exdirector de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, exdirector general del Liceo y exconcejal, no tuvo reparo en "orientar" al arzobispo y mandarlo con el recado de la negociación a Madrid, nada menos que a Moncloa. Al igual que Godó, Mariano Rajoy recibió a Omella, que se hizo acompañar del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y tras los saludos de cortesía mandó a los cardenales a tratar con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Las gestiones resultaron infructuosas. Saénz de Santamaría, según fuentes episcopales, no mostró ninguna receptividad ante los argumentos de distensión de Omella. El Gobierno había lanzado todos los mensajes y ofertas posibles a la Generalidad con nulos resultados por lo que en aquellos momentos preparaba la aplicación del artículo 155. No había marcha atrás y Omella regresó a Barcelona con un indisimulado enfado por el trato al parecer displicente de Rajoy y de la vicepresidenta, que cerró toda posibilidad de negociación en ese momento procesal y cerró la vía Omella con la que teorizaba Junqueras.