Lo vemos fatal, Carlos
El programa fue tan absurdo que, de seis invitados presentes en el plató, solo dos afirmaron sentirse orgullosos de la bandera nacional.
Carlos Herrera volvió a Televisión Española, después de 20 años ininterrumpidos de ausencia, con un programa perfectamente prescindible que nadie sabe muy bien de qué va en realidad. Se llama Cómo lo ves, título bien descriptivo que interpela directamente al espectador, al que se pregunta sobre la posible respuesta de Puigdemont al Gobierno en relación con su declaración de independencia o si piensa en otras personas cuando practica sexo con su pareja, todo ello sin solución de continuidad.
No es seguro que la inmensa mayoría de los espectadores tenga un gran interés por conocer los análisis en clave política de Santiago Segura, Carmen Lomana o Jorge Cadaval, ni siquiera aunque les toque fajarse en el plano dialéctico con titanes como Isabel Gemio, Nuria Roca y Pepe Navarro. Ahora bien, aunque esa fuera la intención del espectador medio de La 1 en el horario estelar del domingo, el desarrollo del programa fue tan confuso que la sensación general era que todo era fruto de la improvisación.
La aplicación del móvil estuvo inservible durante parte del programa y, de hecho, ni siquiera los dispositivos de los invitados funcionaban correctamente en el plató, lo que cuestiona muy seriamente las intenciones de un programa cuyo único sentido, precisamente, es el de la participación. Entre los españoles seleccionados para opinar en directo destacaron dos gemelas pamplonicas, cuya principal aportación al debate de fondo fue afirmar rotundamente que jamás harían un trío con un hombre, algo que decidieron ya desde muy pequeñitas según confesó una de ellas. A partir de ahí comenzamos a hacernos una idea muy precisa de por dónde quiere llevarnos TVE en la noche del domingo.
El programa fue tan absurdo que, de seis invitados presentes en el plató, solo dos afirmaron sentirse orgullosos de la bandera nacional, lo que da una idea de su representatividad. Herrera iba y venía, preguntaba a unos y otros, y hacía grandes esfuerzos por que el espacio tuviera algún sentido y las intervenciones de los participantes un mínimo interés. Trabajo en balde, porque el problema no es solo que falte ritmo, que haya problemas de coordinación o que los participantes sean más lamentables de lo habitual, sino que el propio concepto del espacio es de un casposo que echa para atrás. ¿Qué cómo lo vemos, Carlos? Pues fatal, para que te vamos a engañar.
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