Manifestación contra España, el Rey y el Gobierno con la excusa de los atentados
Exhibición separatista en la que se acusa a Felipe VI y el Gobierno de ser los culpables de los ataques islamistas de Barcelona y Cambrils.
"Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas", "Mariano, we want peace, not arms sales". De este tenor eran los carteles que repartía en español, catalán e inglés la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Nueve días después de los atentados islamistas de Barcelona y Cambrils, el separatismo ha convertido la manifestación de Barcelona en un acto de repulsa contra España. Se acusa al Rey y al Gobierno de ser los culpables de los ataques terroristas en una reposición del "no a la guerra". Hasta había una gran pancarta con la imagen del trío de las Azores. Material reciclado a los efectos de dar la "bienvenida" a los políticos de Madrid.
El llamamiento de la ANC a portar esteladas, ratificado por el líder de ERC y vicepresidente de la Generalidad, Oriol Junqueras, surtió efecto. Ensayo de la Diada. La Guardia Urbana cifró la asistencia en medio millón de personas. Cataluña es así, las manifestaciones se cuentan por todo lo alto, pero se espera mucha más gente el próximo 11 de septiembre, con el referéndum del 1 de octubre cada vez más cerca. Este sábado, las aceras laterales del paseo de Gracia eran practicables. En las principales calles que cruzan el paseo se habían cruzado autobuses municipales a modo de bolardos. La Generalidad y el Ayuntamiento han tomado nota de que a pesar de que Barcelona es una gran ciudad cosmopolita y acogedora, según la atronadora propaganda nacionalista, es un codiciado objetivo terrorista.
Pitos a la Guardia Civil y la Policía Nacional
En la cabecera de la manifestación, decenas de mossos, policías municipales, representantes de los servicios de emergencias y cuatro guardias civiles y policías nacionales que son recibidos a su llegada, media hora antes del comienzo de la manifestación, con pitos y abucheos del público, en su mayoría independentista, que se agolpa en el tramo entre la Gran Vía y la calle Caspe. Unos pocos aplausos parecen avergonzar a los vociferantes, que cesan de gritar.
Se reservan para los políticos del PP y el Rey. Su aparición provoca un sonoro abucheo. "Fora el Borbó" corean algunos manifestantes. Suena igual que "No tinc por", lema que parece sofocar la bronca contra el Rey, que como en las finales de Copa no mueve ni una ceja. Ocupa el centro de la cabecera política, flanqueado por dos muchachas que representan a las comunidades musulmanas de Cataluña. A la derecha Rajoy, a la izquierda Puigdemont y Colau. Grandes ovaciones para los políticos nacionalistas. El presidente del PP, Xavier García Albiol, saluda a sus detractores con sorna. La republicana Marta Rovira hace fotos a sus conocidos y un "experto" en comunicación funcionario de la Generalidad al que tuvieron que caparle el Twitter los suyos por sus desavaríos tras el atentado pide contención a los que abuchean, pitan, insultan y gritan. El mayor de los Mozos Josep Lluís Trapero llega acompañado por dos altos mandos de la Ertzaintza y la Policía Foral navarra con sus vistosas chapelas coloradas. Gran ovación.
El ambiente no es precisamente el de una manifestación contra el terrorismo. Sólo al final se impone una cierta solemnidad. La actriz Rosa Maria Sardà y la portavoz de la asociación musulmana Ibn Battuta, Míriam Hatibi, se encargan de los parlamentos finales, condena a la "islamofobia", alusión al antisemitismo, textos de Lorca y Josep Maria de Sagarra sobre las Ramblas e interpretación de "El cant dels ocells (pájaros)" de Pau Casals por dos violonchelistas, un miembro de la orquesta del Liceo y un virtuoso niño del Conservatorio.
Esteladas gigantes, rojigualdas de plástico
Los activistas de la ANC llenan de esteladas el paseo de Gracia. Hay un par de cientos de personas que también llevan banderas de España de plástico. Coinciden cerca de la confluencia del paseo con la calle Aragón. Se insultan a grito pelado, pero sin llegar a las manos. Leve desconcierto en las filas separatistas ante la súbita descomposición de la uniformidad banderil.
Cualquier parecido con una manifestación en contra del terrorismo es pura coincidencia. El separatismo enseña el colmillo en el ensayo prediada. El Rey ha mostrado su habitual aplomo. Una leve sonrisa al saludar a Rosa Maria Sardà y a la joven Hatibi, natural de Lérida, al término del acto. Ajeno a los gritos lejanos y los insultos cercanos.
Nadie ha tenido que abandonar el acto a través de un garaje subterráneo como les pasó a Rodrigo Rato y Josep Piqué cuando la manifestación del 11-M en Barcelona. Las banderas separatistas y el carácter de los carteles que se repartían en el recorrido disuadió a mucha gente de involucrarse en la manifestación.
CUP e "islamofobia"
En cuanto a la convocatoria de la CUP, un acto previo a las cuatro de la tarde, la asistencia fue testimonial. Sin embargo, el partido antisistema escribió el guión de la manifestación posterior. El terrorismo islamista es una reacción de los desfavorecidos ante la tiranía del capitalismo, del que el Rey de España es un poderoso tentáculo con jugosas ramificaciones en el Golfo Pérsico. Tal relato de la CUP es el que rigió la multitudinaria manifestación "contra" el terrorismo.
En teoría, el separatismo ha pasado página. Puigdemont se explaya con el mensaje de unidad entre comunidades, la catalana y la musulmana, que se ha dado al mundo. Recalca la imagen del padre del niño de tres años de Rubí que fue asesinado en las Ramblas abrazándose con el imán, "suplente", reportan las crónicas del hecho, de una mezquita de la ciudad. "Islamofobia" es el término de moda, el enemigo a batir tras haber agotado las conjugaciones de abatir.
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