"Perder un hijo pero ganar un mártir, un héroe o un santo, debe ser una tragedia con consuelo incorporado" escribe este domingo en la contraportada del mundo, en un recuadro titulado "Ignacio Echeverría es de todos".
Sin embargo, a partir de ahí la periodista, que encima presume de haber "tenido la ocasión de estar muy cerca del epicentro del dolor" entra en una comparación insultante cuando compara lo ocurrido a la familia de Echeverría con lo que sufren "las madres de los mártires palestinos", de las que sabe "las lágrimas orgullosas que derramaban en silencio, sin dejar de mirar esa foto enmarcada con la que vivían abrazadas".
Rigalt, no sólo compara a la víctima y el héroe con los asesinos que matan inocentes, sino que encima lo hace con aquellos que comparten el mismo fanatismo –y hasta los mismos métodos en algunos casos– que los que lo asesinaron a él de una puñalada en la espalda.