Quizá uno de los aspectos más llamativos de la inquietante "Madrugá" de Sevilla, con cien heridos leves, un muerto por infarto, un herido de gravedad y varios detenidos, es el silencio de Juan Ignacio Zoido, ex alcalde de Sevilla, ministro del Interior, peso pesado del PP sevillano y cofrade de la hermandad de la Macarena, precisamente una de las afectadas por los alborotos.
Cierto es que parece prudente que el ministro del ramo no haga declaraciones inadecuadas, extemporáneas o ridículas, como hasta el momento han hecho otras autoridades. Cierto es asimismo que Zoido ha dicho, por el momento, las generalidades habituales: que es imposible un riesgo cero, que hay muchos servidores de la seguridad en el tema, que hay muchas amenazas, que la planificación compartida es necesaria y demás bla, bla, bla.
Pero de lo que se trata es de saber por qué se han vuelto a repetir unos incidentes que ya comenzaron en el año 2000 y que tuvieron dos réplicas más en 2005 y 2015. A fecha de hoy no se sabe aún quiénes fueron los responsables de todos ellos ni se sabe quiénes son los que han protagonizado las avalanchas y estampidas de 2017. Tampoco olvidemos lo ocurrido en Málaga y Jerez, sobre todo la novedad de empuñar un micrófono y dar un mitin al paso de una cofradía.
Se han señalado tres hipótesis. Una, el gamberrismo de unos delincuentes comunes. Otra, el contagio. Y una última, de la que parece que nadie quiere hablar, es hecho organizado y sincronizado desde una dirección desconocida por el momento. El gamberrismo está descartado porque es imposible que los gamberros estén temporalmente coordinados y geográficamente conectados. El contagio no explica nada porque es un efecto natural que se está latente a la vista de lo ocurrido en Alemania, Suecia y Reino Unido, y se produce en cualquier caso por algo.
Aquí lo importante es conocer si, tras lo que hay que llamar con todas las letras atentados terroristas de nuevo cuño porque sus efectos pueden conducir a tragedias populares extremas, hay grupos identificables, ya sean políticos, religiosos o de otros tipos. En los incidentes del año 2000, bastante graves si nos ponemos a recordar sus 200 heridos, no se pudo encontrar responsables, salvo los policiales y políticos que fueron los que pagaron el pato con oportunos traslados.
Si estos incidentes se siguen produciendo a pesar de las medidas de seguridad, es que hace falta una estrategia de "inteligencia" más aplicada expresamente a la Semana Santa, en Sevilla y en toda España. El ministro Zoido debe hablar y debe hacerlo ya. Por ejemplo, hay testigos que, según Confidencial Andaluz, han visto a un grupo de seis o siete individuos, de una estética determinada, portando barras metálicas y alterando el orden en la zona de la Alameda de Hércules. ¿Qué grupo? ¿Qué estética?
La realidad es que pocos creemos que lo ocurrido sea fruto del vandalismo de unos gamberros a pesar de la insistencia oficial en imponer mediáticamente tal conjetura. Por ello, señor Zoido, salga a explicar qué ha pasado, por quiénes ha pasado y qué hay que hacer para que no vuelva a pasar.