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Rivera llega al congreso de su proclamación con tres enmiendas contra su proyecto

Los socialdemócratas y TranC’sparencia convencen a buena parte de la militancia de Ciudadanos para cambiar estatutos e ideario.  

Los socialdemócratas y TranC’sparencia convencen a buena parte de la militancia de Ciudadanos para cambiar estatutos e ideario.  
Albert Rivera, durante un acto de Ciudadanos celebrado este jueves en Valladolid. | EFE

Albert Rivera podría afrontar más problemas de los previstos en la IV Asamblea General de Ciudadanos, que tendrá lugar el primer fin de semana de febrero en Madrid. Si bien llegará al cónclave reelegido como presidente junto al equipo que designe (los militantes votan en un sistema de lista plancha) en las primarias de una semana antes, o incluso proclamado el próximo 24 de enero ante la más que previsible falta de candidato alternativo, el trabajo congresual sobre las tres ponencias marco, la de estatutos, la de valores y la de estrategia política, no está siendo nada fácil para la cúpula naranja. La ponencia de valores, el ideario del partido naranja, se enfrentará a dos enmiendas a la totalidad, y la de estatutos a una.

El grupo de críticos integrado en TranC’sparencia, con fuerte implantación en Madrid, presentará la enmienda estatutaria y otra al documento de valores, tras hacer recibido el respaldo de ochenta agrupaciones en toda España. Por su parte, el sector socialdemócrata catalán volverá a intentar evitar que el partido abandone las apelaciones al "centro-izquierda" y al "socialismo democrático" dentro de su transversal definición. Su enmienda a la totalidad ha recibido el respaldo de 60 agrupaciones, un tercio de ellas de Cataluña.

El pasado 17 de diciembre, durante la reunión en Barcelona del Consejo General que dio luz verde a las ponencias, este sector se quedó a sólo tres votos de tumbar la ponencia oficialista, que tuvo que ser defendida por el portavoz parlamentario Juan Carlos Girauta y por el propio Rivera, un hecho no muy habitual, que da cuenta de la importancia del envite. Según fuentes del máximo órgano entre congresos de Ciudadanos consultadas por Libertad Digital, el debate fue muy largo e intenso y Rivera, aseguran, "sólo interviene cuando sabe que puede perder".

Las razones de los socialdemócratas

Los socialdemócratas argumentaron, entre otras cosas, que la pérdida de esos referentes, siempre dentro de una concepción ideológica transversal que incluye también el "liberalismo progresista", puede suponer un palo en la rueda para futuras competiciones electorales en Cataluña.

A diferencia de en Madrid, donde las papeletas naranja tienen gran acogida en feudos del centro-derecha, tanto en la comunidad autónoma como en la capital, en las provincias catalanas, particularmente en la barcelonesa, Ciudadanos pelea con la confluencia de Podemos por la herencia de buena parte del voto de la izquierda no nacionalista, desencantado del PSC e ICV. Así, si Inés Arrimadas cimentó buena parte de su éxito en las autonómicas de septiembre de 2015 en teñir de naranja el célebre cinturón rojo de Barcelona, apenas tres meses después, en las elecciones generales, la partida se la llevaba En Comú Podem.

La enmienda socialdemócrata, que a punto estuvo de dar la campanada, supuso un quebradero de cabeza inesperado para el riverismo. Tan pronto como a las siete y media de la mañana del sábado en que se celebró la reunión del Consejo General, el propio Girauta recibía una propuesta transaccional para evitar la división que luego se manifestó en la votación. Sin embargo, era demasiado tarde, por cuestiones reglamentarias, para incorporarla. Del estupor del aparato del partido da cuenta la opacidad sobre la reunión del departamento de comunicación, que no dio cuenta de esa enmienda a la totalidad, sin duda lo más importante acaecido en la jornada, hasta pasadas nueve horas de su discusión y sepultada en el último párrafo de una nota de prensa oficial.

Pese a todo, el sector socialdemócrata, que mantiene buenas relaciones con Arrimadas, y que se considera leal a Rivera, intentará transaccionar de nuevo, intentando que el nuevo ideario del partido no se aleje tanto del que en 2007 redactó el constitucionalista Francesc de Carreras, uno de los principales impulsores de Ciudadanos.

¿Barones ciudadanos?

Por otra parte, los estatutos alternativos presentados por la plataforma TranC'sparencia pretenden corregir aspectos polémicos como el castigo con la expulsión a los afiliados que promuevan "corrientes críticas". Algo defendido por Rivera pero que la propia Ejecutiva está dispuesta a enmendar, sustituyendo el término por el de "grupos organizados". Además, introducen una importante novedad que restaría mucho poder a la Ejecutiva del partido en beneficio de las divisiones territoriales de Ciudadanos.

Sin llegar a plantear que los líderes autonómicos sean elegidos por primarias, como hizo en su día la eurodiputada, también crítica, Carolina Punset, se propone despojar a la dirección naranja de la potestad de nombrar a los delegados territoriales y a un tercio de los miembros de cada comité territorial, lo que en la práctica hace imposible la existencia de baronías díscolas como las que puedan representar Cristina Cifuentes en el PP, Susana Díaz en el PSOE o la también andaluza Teresa Rodríguez en Podemos. Rivera nunca ha ocultado que quiere un partido centralizado, abominando de experiencias como las del PSOE y el PSC o Podemos y sus confluencias.

¿Lanzará un órdago Rivera?

Albert Rivera, a sus treinta y siete años, es ya todo un experto en congresos y no es la primera vez que afronta dificultades internas. Ya en 2007, con infinita menos experiencia y prestigio políticos y con un partido extraordinariamente dividido, ganó a sus críticos logrando la hazaña de, con un sistema de listas abiertas para la Ejecutiva, hacer que todos los miembros de su candidatura fueran elegidos. Para ello, no dudó en lanzar un órdago a los afiliados: o elegían a todo su equipo o renunciaría a la presidencia del partido, en la que apenas llevaba un año. Ni que decir tiene que otro órdago de ese tipo (seguramente inspirado en el de Felipe González en 1979, cuando dimitió tras ser derrotada inicialmente su intención de que el PSOE abandonase el marxismo) sería prácticamente letal para las aspiraciones de los sectores críticos.

Siempre, o casi siempre, Rivera ha ganado internamente, pero el partido que saldrá del IV Congreso, con un Consejo General por primera vez repartido equitativamente entre los territorios y no únicamente catalán, ya no es tan manejable como el que viene liderando desde hace una década. Aunque una cosa no ha cambiado: su liderazgo es indiscutido, indiscutible y, al menos a medio plazo, irreemplazable.

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