La disputa entre socialdemócratas y liberales en Ciudadanos es casi tan antigua como el partido. Desde su fundación hace una década, en la que participaron intelectuales como Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Félix Ovejero o los ya fallecidos Horacio Vázquez Rial e Ivan Tubau, definir o no a la formación como de "centro-izquierda" ha sido uno de los principales campos de batalla.
La discusión llegó a su punto álgido en el II Congreso del partido en 2007, donde se impuso la "enmienda Carreras", un texto con el nombre oficioso de su creador, el prestigioso constitucionalista, que es la base del ideario vigente, donde se adopta esa definición e incluso la de "socialismo democrático".
Ambas han sido eliminadas este sábado por el Consejo General en base al texto redactado por el aparato del partido como ponencia base. Sin embargo, el sector socialdemócrata a punto estuvo de desbaratar el viraje ideológico al presentar una enmienda a la totalidad, que sólo fue derrotada por tres votos. Lo que sí logró este sector fue un simbólico 'gol de la honra', al eliminar estratégicamente una coma del ideario, justo la que aparecía después de la palabra "liberal". Así, donde antes se definía a la formación naranja como "liberal, demócrata y progresista" ahora se dice que es "liberal progresista". Un sutil matiz del agrado de los socialdemócratas con el que les contentó el sector riverista, cuya postura defendió el portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta.
Socialdemócratas a fuer de catalanes
La disputa tiene también que ver con la particular composición del Consejo General, el máximo órgano entre congresos, que será renovado en profundidad en el congreso de febrero, pues actualmente responde a la realidad del partido hace tres años, cuando seguía reducido al ámbito exclusivamente de Cataluña. Es precisamente en ese ámbito, el catalán, donde más adeptos tiene el sector socialdemócrata, al que pertenecía no en vano el primer secretario general del partido, Antonio Robles, quien acaba de fundar otra formación que lleva la definición de marras en su mismo nombre: Centro Izquierda Nacional.
En las últimas elecciones catalanas, celebradas en septiembre de 2015, Inés Arrimadas logró un gran resultado en el cinturón industrial de Barcelona, convirtiéndolo en naranja en lugar de rojo, como históricamente se le ha denominado. Tan rojo como no nacionalista. Peor suerte ha corrido Ciudadanos en las dos elecciones generales posteriores, algo que hay quien atribuye a lo difícil de vender a ese electorado la mercancía más liberal del programa económico diseñado por Luis Garicano, máxime cuando la amenaza secesionista pierde fuelle en el ánimo del votante si se trata de comicios generales y no autonómicos.
Muy distinta es la realidad del votante naranja en otros lugares de España. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, la formación centrista gana más adeptos en lugares de tradicional voto al centro-derecha. Diferencias que bien podrían vaticinar alguno de los debates que tendrán los compromisarios del congreso de febrero.
Si nada cambiase hasta entonces, Ciudadanos quedaría como un partido que no es de "centro-izquierda" pero tampoco "liberal" a secas. En cualquier caso, al frente del mismo estará Albert Rivera, quien hace una década defendió la "enmienda Carreras" redactada por quien no en vano fue su mentor y ahora, próximo a personas de otro cariz como Garicano, quiere que se le vincule con la izquierda.