Teresa Rodríguez mantiene una incógnita: si seguirá o no los pasos de Rafael Escuredo y Pepote Rodríguez de la Borbolla cuando se atrevieron a desafiar la disciplina nacional que imponían Felipe González y Alfonso Guerra, cosa que les costó el puesto en 1984 y 1988 respectivamente.
Teresa Rodríguez, ganadora de las elecciones internas de Podemos en Andalucía en parte por la incapacidad de los errejonistas de ponerse de acuerdo, ha demandado ya a Pablo Iglesias autonomía andaluza en las decisiones políticas, en las listas a instituciones de gobierno, en la forja de un grupo propio en el Congreso, etc. Esta es la incógnita. ¿La pinza de Iglesias con los anticapitalistas –Rodríguez y Echenique, sobre todo– para dañar las posiciones de Errejón ha abierto la caja de Pandora de la ingobernabilidad interna de Podemos?
De todos es sabido que la dispersión en las decisiones provoca la crisis de la dirección de las formaciones políticas. Véase el caso del PSOE en nuestros días. Los partidos marxista-leninistas siempre han apostado por el centralismo democrático, esto es, férrea dirección central ejercida por un comité central, esto es, un comité ejecutivo, esto es, una única persona –Trotsky dijo–. La cuestión es saber si un conglomerado como Podemos aguantará una pluralidad diferenciada por regiones en muchas de las decisiones que deberá tomar a nivel nacional.
Envuelta en la bandera nacionalista
El PSOE andaluz comprendió desde 1977 que debía envolverse en la bandera andaluza, arrebatar al andalucismo histórico de Rojas Marcos la pulsión nacionalista y protagonizar un andalucismo con apariencia de nacionalismo que oscureciera las políticas poco o nada andalucistas de González y Guerra. Y lo hicieron a la perfección hasta el punto de que, aún hoy, el PSOE sigue tratando de aparecer, y lo consigue muchas veces, como el único partido andalucista posible.
Teresa Rodríguez, que ha aprendido la lección, se ha apresurado a copiar aquella estrategia que, además, le sirve para exigir menos presión del centralismo de Iglesias y manos libres en la organización andaluza. Al igual que el PSOE, la estrategia andalucista que comenzó con Sergio Pascual, ha gratado y conseguido de absorber a algunos restos izquierdistas del Partido Andalucista. Con ello pretende ocupar el espacio político que quedó vacante con el hundimiento de la formación de Rojas Marcos.
En aquellos tiempos, la víctima fue el Partido Socialista de Andalucía de los andalucistas históricos. Ahora, la víctima a la hay que succionar la bandera y los símbolos andalucistas es el propio PSOE andaluz, que quedará muy huérfano cuando Susana Díaz coja por fin el AVE a Madrid.
Ya se ha apresurado este fin de semana la misma Teresa Rodríguez afirmando que Andalucía "de alguna manera es una nación". Como Iglesias, parece confundir la historia andaluza asimilando el referéndum por la autonomía andaluza con un referéndum de autodeterminación. Pero acierta a medias cuando explica que Andalucía salió a la calle en 1977 y en otras ocasiones porque quería ser tan igual como Cataluña, País Vasco y las demás regiones, muy singularmente económica y socialmente sin mezcla alguna de aspiraciones de independencia o autodeterminación.
En su reivindicación soberanista, ha llegado a decir: "Se confunde el término nación con lo que se conoce del nacionalismo, cuando nación viene del verbo nacer y es precioso" privilegiando arbitrariamente Andalucía como lugar de nacimiento obviando que quien nace en Andalucía lo hace, al tiempo, en su pueblo, en su comarca, en su provincia, en España y en Europa.
Y el que se mueve no sale en la foto
Mientras se exige autonomía en las decisiones andaluzas, se impone en Andalucía la ley del silencio. Ciertamente, su victoria sobre dos candidaturas pro errejonistas que concurrieron separadamente a las elecciones internas ha sido rotunda. Por ello, tiene en sus manos el Consejo Ciudadano Andaluz, que es como un comité central de los partidos comunistas clásicos. Pero, sobre todo, no ha hecho concesiones en la configuración del Consejo de Coordinación, una especie de Comité Ejecutivo donde no ha admitido a nadie que no sea de su cuerda.
Con ello, como recuerda atinadamente El Mundo, dinamita el acuerdo fundacional de Podemos Andalucía que firmó con Pablo Iglesias y el entonces hombre de Errejón en la secretaría de Organización, Sergio Pascual. No se olvide que en aquel pacto la dirección nacional controlaba el 60 por ciento de ambos entes, Consejo Ciudadano y Consejo de Coordinación, mientras Teresa Rodríguez y sus grupos de apoyo, controlaban sólo el 40 por ciento.
Ahora, Teresa Rodríguez tiene el 80 por ciento en el Consejo Ciudadano (28 de 35) y el 100 por cien del Consejo de Coordinación donde no ha admitido a opositor alguno. Es más, en este último no sólo ha impuesto a los hombres y mujeres de su confianza, sino que sólo ha admitido que tres provincias estén representadas, Sevilla, Cádiz y Málaga.
Su equipo que dará que hablar es el siguiente: Nacho Molina, secretario Organizativo; Jesús Rodríguez, secretario Político; Maribel Mora, secretaria de Institucional; Isabel Franco, encargada de Sociedad Civil; Rocío Medina, de Feminismo, Igualdad, Diversidad y LGTBI; Pablo Pérez Ganfornina, secretario de Comunicación; Rocío Van der Heyde, encargada de Municipalismo; José Ignacio García, secretario de Juventud; y Alejandro Serrato, que atiende las materias de Medio Rural y Marítimo.
Quedan fuera de la dirección política sus dos oponentes en las elecciones, Carmen Lizárraga y Begoña Gutiérrez, que ostentarán portavocías parlamentarias. El errejonista Sergio Pascual, otrora todopoderoso secretario nacional de Organización de Podemos, ha quedado fuera del todo.
De este modo, Rodríguez quiere ser alternativa andaluza a lo que ha considerado la triple alianza de PSOE, Ciudadanos y PP. Naturalmente, los postergados ya han mostrado su disconformidad con un plan centralista y falto de pluralidad que deja fuera de la dirección a cinco de las ocho provincias andaluzas.
Por ejemplo, cuenta Noticias de Almería, Rodríguez ha castigado a los críticos, entre ellos a los de la provincia de Almería, hasta el punto de que ha eliminado el área de Ciencia y Cultura en el Consejo Ciudadano, en la que estaba la parlamentaria almeriense Lucía Ayala, que no apoya a Teresa Rodríguez, a su portavoz de Cultura en el Parlamento y responsable estatal de Políticas Científicas.