Artur Mas continúa exhibiendo su condición de mártir del independentismo y hasta la calle sin salida que le han dedicado en Montoliu de Lérida al referéndum del 9-N le parece suficiente para reivindicar su figura, mantener su legado, sacar pecho y tratar de hacer sombra a su sucesor, Carles Puigdemont. Enterado Mas de que en la localidad leridana de poco más de quinientos habitantes se había incluido en el callejero la fecha del 9 de noviembre de 2014, movió los hilos para que el alcalde organizara un solemne acto de inauguración con él mismo como gran estrella invitada. Fiesta grande en Montoliu.
Dicho y hecho, este sábado Mas y sus compañeros encausados el referéndum ilegal, Joana Ortega, Irene Rigau y Francesc Homs, el portavoz en Madrid, comparecieron en el pueblo con un puñado de fieles para dar por inaugurada la calle del 9-N, un callejón sin salida de cien metros en el linde del pueblo y que sólo habita una familia.
Pero ni tan desolador panorama arruga a Mas, gran referente del proceso y que no ha dicho aún la última palabra en política. Tras comentar en tono aparentemente jocoso las bromas y equivalencias hechas entre las características de la calle y el estado actual del dicho proceso, afirmó rotundo: "No es que la calle no tenga salida; lo que no tiene es entrada porque la hemos tapiado para que no puedan entrar nuestros adversarios. Es una calle sin entrada, pero con salida a las libertades de Cataluña".
El mejunje retórico y el ladrillazo verbal de Mas fue de gran agrado de los presentes y un alivio para el alcalde, el republicano Daniel Farré, que en los últimos días se mostraba preocupado por la repercusión mediática de su iniciativa y por la escasa entidad de la vía pública dedicada al glorioso referéndum.