Álvaro Pérez Alonso es todo un creativo. Un hombre que se dejó "la vida trabajando para el Partido Popular, como un condenado" pero sin –aún– estarlo. Eran "los mejores", ha expresado del denominado grupo Correa, el supuesto epicentro de la red corrupta, y de la formación política "solo han recibido disgustos".
El acusado ha hecho honor a su apodo El Bigotes, luciendo frondoso vello sobre los labios que ahora acompaña de barba no menos poblada en el resto de su rostro. También a su fama de farandulero, cuidando hasta el más mínimo detalle de la puesta en escena: desde el traje azul acompañado de camisa rosa hasta la primera frase ante Tribunal: "Señoría si ve usted que mi vehemencia me lleva al desastre, avíseme. Hay que atarme en corto. Y si digo tacos también. Señoría yo soy defensor del taco como Camilo José Cela".
La Fiscalía debe pensar que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Porque pide para él cinco años y dos meses de cárcel por cohecho. Un delito que habría cometido al agasajar a políticos populares como el exsecretario electoral, Jesús Sepúlveda, o el exdiputado por Segovia, Jesús Merino. Además, habría actuado como hombre puente entre las empresas de la Gürtel y los supuestos contratos amañados en la Comunidad Valenciana. Ante el riesgo –débil teniendo en cuenta los mansos interrogatorios del Ministerio Público en este juicio– de que le aguaran la fiesta, El Bigotes solo ha contestado las preguntas de su abogado y ha reconocido que compró un bolso a la exministra Ana Mato.
Un momento de la sesión manifiesta que Álvaro Pérez se ha colocado a rebufo de la estrategia del supuesto número dos de la trama, Pablo Crespo. El Ministerio Público ha reproducido en el Plenario una conversación entre Francisco Correa y el Bigotes donde celebran una portada del diario El Mundo que comprometía a Luis Bárcenas como intermediario en contratos amañados por el Partido Popular: "Es el inicio. A todo cerdo le llega su San Martín. Si meten la cabeza no acaban", se escucha en la grabación. El abogado de Pérez Alonso ha protestado porque considera que esas pruebas corresponden a la vertiente valenciana del caso Gürtel, que está fuera de la pieza que se juezga. Se ha adherido curiosamente a la queja el letrado de Pablo Crespo.
Se felicitaban por las desdichas de Luis Bárcenas, aunque no tendremos de su boca la confirmación de que mantenían una relación tensa. De hecho, El Bigotes ha insistido, al igual que Francisco Correa, en que la referencia a Luis el Cabrón que aparece en manuscritos de la trama "era a un empresario", concretamente al expresidente de Isolux, Luis Delso: "Lo puse yo, era un apelativo cariñoso porque yo decía esa palabra tres mil veces al día". En lo que no ha coincidido con el cabecilla de la trama –y en esto se acerca de nuevo a Crespo– es en el grado de implicación del extesorero del Partido Popular: "No he entregado dinero al señor Bárcenas. No sabía ni que existía cuando iba a Génova a discutir cómo iban a ser los actos del PP. Yo siempre hablaba con el señor Sepúlveda". Un Jesús Sepúlveda al que tampoco dio un céntimo y con el que "jamás estuvo a solas en un despacho". Ni con Jesús Merino.
"Enamoraba con mi trabajo"
Es cierto que Álvaro Pérez Alonso trabajó para las empresas de Correa en la trama Gürtel: "En 2004 comencé a viajar mucho a Valencia y ya entre 2004 y 2005 viví prácticamente allí en un hotel". Pero El Bigotes ha aclarado que era un desastre en la gestión de las sociedades y que no se dedicó a ello: "En ese poquito espacio de tiempo le hice tal boquete a Special Events que casi me mata Correa. Y en ese momento llegó Pablo Crespo para tapar el destrozo". Porque lo que realmente motivaba al interrogado era la labor de creatividad para organizar las campañas electorales: "No habrá nadie en ningún sitio que diga que yo le he llevado a cobrar una factura de nada. José Luis Peñas –el primer denunciante de la Gürtel- ya dijo en el juicio de Valencia que yo me dedicaba al tajo, a los mítines, y que mi trabajo enamoraba a la gente".
Tanto enamoraba que gracias a su genialidad en la iluminación de un acto electoral del Partido Popular se rumoreó que José María Aznar se había hecho "un lifting": "No lo era es que habíamos cambiado las luces porque tenía las cejas muy pobladas, los ojos hundidos y la cara de mala leche". Bien ha justificado ese arte que se atribuye, también cuando ha interrumpido un par de veces su despliegue particular porque su enfermedad de próstata, tal y como ha explicado, le obliga a ir al baño con frecuencia. Quizás por eso también ha precisado que, durante su detención por parte de la Audiencia Nacional en 2009, "llevó el pantalón meado durante tres días porque me meé del miedo al entrar en el calabozo, donde me metieron junto con otros 40 presos". Hasta que el presidente de Tribunal se ha cansado: "No le permito ni una más".
El Bigotes ha contado que aterrizó en las empresas de Correa desde el mundo del cine, del teatro y de la radio. Y ha terminado su declaración en el juicio defendiendo al presunto cabecilla…y a sí mismo: "No se fía de nada ni de nadie... su desconfianza es general. Es absurdo que yo iba a entregar un cheque a una persona que Correa iba a ver diez minutos después". A sí mismo, sobre todo, subrayando que nadie –solo la Fiscalía– le ha señalado como cobrador o repartidor, un dato importante sobre todo porque "no pasaba desapercibido en aquella época, llevaba un bigote espléndido, nadie se olvidaba de mí". Espléndido como trabajador y como ponente, cede el micrófono a otro miembro del núcleo duro: el presunto contable de la trama José Luis Izquierdo que, según Crespo, no tenía ni bachillerato ni idea de contabilidad. Hablará el lunes.