Una década. Ése es el tiempo que los militares españoles llevan desplegados bajo la bandera de las Naciones Unidas en Líbano, un joven país que a lo largo de su historia ha dado bandazos entre la estabilidad política y económica más ejemplar, una cruenta guerra civil que duró 15 años, una trabajada reconstrucción nacional y los conflictos bélicos con su vecino Israel provocados en su mayoría por los terroristas de Hezbolá.
En junio de 2006, los terroristas del grupo chií, que controlaban el sur de Líbano, entraron en territorio israelí y asesinaron a ocho militares, además de secuestrar a otros dos. Israel respondió bombardeando las posiciones terroristas y éstos replicaron lanzando cohetes contra las ciudades del norte de Israel. Las hostilidades llegaron a tal nivel que las Naciones Unidas decidieron intervenir.
Apoyaron desplegar sobre el terreno a 15.000 cascos azules e hicieron un llamamiento urgente a los países para que colaborasen en la misión. El Gobierno español, presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero, apoyó la operación internacional con el envío de rotaciones de más de un millar de militares. En esos inicios, los ataques de Hezbolá a las tropas internacionales en Líbano eran habituales.
El primer despliegue y el trabajo diario
El primer contingente español llegó el 15 de septiembre de ese año. Fue una Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina que desembarcó en las playas de Beirut como punta de lanza. Inmediatamente tomaron el control del Sector Este, uno de los más conflictivos. Allí estuvieron más de dos meses, hasta que llegó el primer reemplazo, compuesto principalmente por la Brigada de Infantería Ligera 'Rey Alfonso XIII' de La Legión.
El objetivo de la misión era y es vigilar el cese de las hostilidades. Para ello, deben velar porque ambos bandos (Israel y Hezbolá) respeten la denominada Línea Azul o Blue Line que hace de frontera entre el país hebreo y Líbano, además de apoyar el despliegue de las fuerzas armadas libanesas en el sur del país, un territorio en el que antes del conflicto no tenían presencia y estaba totalmente controlado por los terroristas chiíes.
También apoyar al Gobierno y a los militares libaneses en su responsabilidad asegurar una zona libre de armas ilegales entre la Blue Line y el río Litani, evitando además la entrada de este armamento ilegal por las excesivamente permeables fronteras libanesas. Los militares españoles efectúan a diario patrullas a pie o en vehículo, establecen puntos de control y monitorizan permanentemente la situación en la Blue Line desde diferentes puntos de observación.
En la misión han participado hasta el momento un total de 25 contingentes, lo que suponen 23.769 militares españoles. Se han realizado154.091 patrullas, durante las que se han recorrido 20.022.094 kilómetros, el equivalente a 550 vueltas a la tierra. También se han llevado a cabo 1.423 misiones de desminado y eliminación de restos de material de guerra, en las que se han retirado 4.424 minas y artefactos explosivos, limpiándose una superficie de 454.296 m2, el equivalente a 45 campos de fútbol.
Una misión con 14 bajas
Las Fuerzas Armadas españolas han perdido a 13 de sus militares durante la misión en estos diez años, los primeros de ellos a mano de los terroristas de Hezbolá, que el 24 de junio de 2007 hicieron explotar un artefacto explosivo improvisado (IED) al paso de un vehículo BMR español. Murieron seis militares: Jonathan Galea, Juan Vidoria, Manuel David Portas, Jefferson Vargas, Jackson Castaño y Juan Erickson Posada.
Las otras bajas se han producido por diversos factores. El soldado Felipe Jasón Ospina falleció el 15 junio 2008 al volcar un blindado BMR por una mala maniobra a la salida de la base Miguel de Cervantes en Marjayoun. El soldado José Antonio Godia Pi perdió la vida el 28 de agosto de 2009 por una parada cardiorespiratoria mientras hacía deporte en la base. El 1 de enero de 2011 falleció el subteniente Isaías Martín Anguera a causa también de una parada cardiorrespiratoria.
El 23 de febrero de 2014 fallecieron los soldados Abel García Zambra y José Manuel Cabrera al volcar al norte de la población de Ghajjar el vehículo LMV Lince en el que viajaban. Un mes después lo hizo el soldado Carlos Martínez Gutiérrez, que se produjo varios traumatismos en el cráneo irrecuperables tras una caída fortuita en la base Miguel de Cervantes.
El 28 de enero de 2015 la víctima fue el cabo Francisco Javier Soria. Ese día Hezbolá atacó posiciones israelíes matando a dos soldados. El fuego de artillería de respuesta israelí provocó la muerte del soldado español. La investigación interna de las Fuerzas de Defensa de Israel –en la que por primera vez se permitió la participación de militares extranjeros, españoles en este caso– reconoce que la muerte del cabo Soria se debe a una cadena de negligencias de los militares israelíes que abrieron fuego.
El Gobierno de Israel reconoció públicamente su negligencia en este caso y pagó, antes de que se cumpliese el primer aniversario de la muerte del militar, una indemnización de 200.000 euros a la familia del cabo Soria. Se trata de la primera vez en la historia que el Gobierno de Israel indemniza a una de sus víctimas tras un caso flagrante de negligencia por parte de sus Fuerzas de Defensa (IDF).
La última víctima fue el brigada Lorenzo Romeo Muel, que perdió la vida en junio de este año. Se encontraba solo en su oficina de la base de Marjayoun cuando por causas que se desconocen recibió un disparo de su propia arma.