Juan José Omella, el arzobispo de Barcelona, aún no ha cumplido un año en el cargo, pero ya está acostumbrado a los desplantes nacionalistas. Ningún miembro del Gobierno de la Generalidad acudió a su toma de posesión en la Catedral y el trato que le dispensan las autoridades catalanistas es en general frío. A pesar de ello, Omella mantiene a casi todo el equipo heredado de Martínez Sistach, pero en ocasiones se sale del guión, sermonea en español para pasmo de su "corte" o escribe glosas "sospechosas de españolismo".
La última afrenta del obispo a la "iglesia catalana" es su anunciada ausencia de la misa que se celebra cada Onze de Setembre en la basílica de Santa María del Mar para "honrar a los patriotas catalanes caídos desde 1714". La organización corre a cargo de la Liga Espiritual de la Madre de Dios de Montserrat, una entidad controlada por los monjes benedictinos de la abadía de Montserrat de marcado sesgo nacionalista.
El plantón ha caído como un jarro de agua fría en esa organización, fundada por el obispo Torres i Bages a finales del siglo XIX y que agrupa al clero más comprometido con la causa separatista.
El arzobispado ha tratado de frenar el escándalo provocado en los círculos separatistas con una nota en la que advierte que Omella sí asistirá, como es tradición, al acto institucional que se celebrará un día antes, este sábado por la noche. Habida cuenta de que la Generalidad tiene previsto realizar un "homenaje a las migraciones", el comunicado arzobispal destaca que "precisamente en la carta dominical de este domingo el arzobispo se refiere al espíritu integrador de las parroquias en relación a la población inmigrada: 'establecer relaciones de amistad entre comunidades es una necesidad esencial', asevera monseñor Omella".
Se trata de un toque de atención a las párrocos de Barcelona, quienes a diferencia de algunos sacerdotes del cinturón metropolitano, insisten en los postulados nacionalistas y en el uso exclusivo del catalán en las celebraciones litúrgicas.