Iñaki Rekarte, el etarra que pidió perdón, avisó años ha a Pablo Romero: ningún miembro de la banda terrorista hablaría jamás de ningún episodio sangriento por el que no hubiera sido condenado. Romero no es solo el responsable de la información sobre tecnología en el diario El Español; también es el hijo de Juan Romero, el militar asesinado por ETA el 21 de junio de 1993 en un atentado en López de Hoyos que costó la vida a siete personas en total. Cuando el sumario de este caso estaba cerca de prescribir sin que todos los artífices de la matanza hubieran respondido ante la Justicia, el periodista decidió reavivar por su cuenta la investigación. Sembró meses de trabajo y recogió el fruto cuando, en diciembre del año pasado, el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno reabrió la causa.
De primeras, el magistrado imputó al cabecilla de la banda terrorista Iñaki Gazarregi, para ETA también Iñaki de Rentería o simplemente Gorosti. El alias figuraba vinculado al ataque en varios documentos del sumario que Pablo Romero encontró cubierto por el polvo en la antigua sede de la Audiencia Nacional, situada en la madrileña calle Prim. La pericia del periodista y el destino cruzaron a Romero con un etarra, condenado por triple intento de asesinato, que cumplía por entonces pena en el País Vasco. Jesús García Corporales se beneficiaba de la llamada Vía Nanclares, que posibilitaba a terroristas saldar con la Justicia cerca de sus familiares a cambio de que colaboraran en el esclarecimiento de los delitos de la banda. Romero creyó que, si hablaba con asesinos detenidos entre 1992 y 1994, podría acercarse a la verdad del episodio que acabó con la vida de su padre.
Romero se encontró con un hombre sencillo, pero sobre todo con un testimonio dudoso, según ha descrito en El Español. Por supuesto, este etarra al que llamaban Josu, Gitanillo o Legionario, dijo no haber estado nunca en Madrid y negó cualquier implicación en un acto más allá del atentado por el que ha cumplido 19 años de cárcel, hasta 2014. El periodista no imaginaba que los documentos terminarían involucrando de lleno a García Corporales en el asesinato de López de Hoyos. Tanto que el juez Moreno le ha tomado declaración este lunes por videoconferencia. Como era de esperar, el etarra ha sido hermético. Según defiende, solo estuvo en la capital una vez para cambiar de tren, antes de comenzar el servicio militar. Añade también que huyó a Francia en 1989 y no volvió a territorio español.
Sospechas fundadas
El borrador del relato de los hechos es bien diferente. El 21 de junio de 1993, un Opel Corsa cargado con 40 kilos de amosal estalló en la glorieta de López de Hoyos, en Madrid. Explosionó un segundo coche, un Ford Fiesta rojo. ETA asesinó a siete personas e hirió a 22 más. Tal y como quedó acreditado, dos terroristas a sueldo de la banda robaron el coche en San Sebastián. Lo escondieron durante un año en una lonja y, cuando recibieron la orden de Iñaki de Rentería, lo cambiaron de matrícula y trasladaron hasta el distrito de Moratalaz, al sureste de la capital. Solo ellos, Gonzalo Rodríguez Cordero y José Gabriel Zabala, que inmediatamente regresaron al País Vasco, respondieron por los hechos. El sumario durmió años en el almacén sin saber qué ocurrió hasta la mortal detonación.
Por el recuerdo de su padre y para poner en valor la lucha contra ETA, Pablo Romero no dejó que el caso se perdiera entre polvo. Se puso en contacto con Fernando Lázaro, periodista de El Mundo y tertuliano de esRadio, y buscó por los nombres de una serie de terroristas que, como han asentado innumerables sentencias de la Audiencia Nacional, asesinaron para ETA en Madrid. Ahora ha trasladado al juez pruebas que demuestran que Iñaki de Rentería, Gorosti en los escritos, pudo dar la orden del atentado; y documentos de la Policía según los cuales Jesús García Corporales condujo en Madrid aquel Ford Fiesta rojo que estalló en 1993. Es decir, que sí estuvo cerca del lugar de los hechos. Es decir, que miente. De momento, Romero ha logrado que la Justicia reabra uno de los muchos casos relacionados con los terroristas que siguen sin esclarecerse. Reavivar una instrucción que por entonces se limitó a dos condenas, pero que puede involucrar a más personas.
Lo ha conseguido pese a las zancadillas del Estado, en base a su propio relato. También gracias a una persona anónima que, dice, lleva años estudiando a ETA y domina con suficiencia los documentos antiguos relacionados con la banda. Entrevistando a terroristas y trabajando fuera de horario. Ante un discurso con 19 años de preparación. Porque necesita "saber lo que pasó". Ahora queda en manos del juez.