Firmeza y contundencia frente al silencio. El último día de la campaña electoral se proyectaron las dos visiones de dos PSOE muy distintos: el viejo y el nuevo, el de la época dorada frente al del sorpasso, el de la firmeza ante los populismos y el que quiere pactar con ellos para llegar al Gobierno.
El primero representado en la figura de Felipe González. Al expresidente del Gobierno se lo reservaba Ferraz para el final de la campaña, con el objetivo de movilizar a su electorado. Pero como todo en la campaña socialista es susceptible de empeorar, González evidenció con su crítica feroz a Podemos la tibieza del secretario general del PSOE, a quien le dejó claro que "¡no son socios de Gobierno de un partido que tiene un proyecto para todos los españoles!".
Lo hizo tras vincular la "irresponsabilidad de Cameron" en el Reino Unido con "estos irresponsables que son capaces de trocear España y dividir España. Nunca me encontrarán apoyando a populistas inmovilistas de derechas ni a populistas rupturistas de pseudoizquierda que romper la solidaridad entre los españoles", ha dicho en su intervención en el mitin de Villaverde en Madrid, donde ejercía de telonero de Sánchez. Habló de la "necesidad de los pactos" para formar Gobierno "pero no con un proyecto que ponga en cuestion la diversidad dentro de la unidad de España".
Intervención meridiano que terminó con una advertencia más por si acaso: "Y les advierto una cosa, esto sólo lo puede hacer el PSOE. Sólo lo puede hacer el PSOE. Ojalá el PSOE y todos sus simpatizantes, sus votantes y sus miembros lo comprendan. Ésta es mi intervención en esta campaña y pido el voto para Pedro Sánchez".
Cierre tirando de guión pero con un clarísimo mensaje de veto a la formación de Pablo Iglesias al reclamar que el PSOE "respete sus principios". Un llamamiento al que ha hecho oídos sordos el candidato socialista, quien se limitó a denunciar "la confluencia entre la derecha y el populismo".