La afirmación de Pablo Iglesias de que, a su juicio, José Luis Rodríguez Zapatero es "el mejor presidente de la democracia" está provocando que al resto de candidatos se les pregunte por sus preferencias. Albert Rivera ha sido el primero en discrepar. Durante su intervención en un foro de El Mundo, el líder de Ciudadanos ha dicho, primero, que Zapatero no es el mejor, como sostiene el secretario general de Podemos, y luego ha mostrado sus preferencias, que pasan por Adolfo Suárez, en primer lugar, y por Felipe González, en segundo. "Ya me cuadra lo de vender humo de Iglesias con las políticas de Zapatero" ha afirmado entre risas el candidato centrista a La Moncloa, quien ha tenido buenas palabras también para "algunas cosas" de la gestión económica de José María Aznar.
Para Rivera, nunca ha habido duda de quiénes son los peores inquilinos que ha tenido La Moncloa, los dos últimos, el propio Zapatero y Mariano Rajoy. Sin ir más lejos, en el vídeo de la campaña de diciembre, y en sus discursos, se elogiaba la visión, más allá de diferencias ideológicas o de matiz, que tuvieron tanto Suárez y González como Aznar. Del primero -cuyo interés por su figura se despertó, curiosamente, de manera similar a la de Pablo Iglesias, con la lectura del libro Anatomía de un instante de Javier Cercas- siempre ha destacado su espíritu de concordia, traducido en los célebres Pactos de La Moncloa; del segundo, con el que ahora, sobre todo a raíz de Venezuela, mantiene un buen nivel de interlocución, ha elogiado su impulso a la modernización de España, y de Aznar, con el que ha habido poco roce personal, a Rivera le gusta su compromiso con la convergencia europea que culminó con la integración en el euro.
Aunque, sin duda, los motivos generacionales (Rivera nació en 1979, por lo que tenía tres años cuando el PSOE llegó al poder y dieciséis cuando lo abandonó) hacen que sea González la figura que sin duda más le ha influido. Incluso durante la campaña de diciembre llegó a comenzar su mitin en Sevilla citándole, aunque la jugada no le salió bien (como casi nada en aquella campaña) puesto que al día siguiente el propio González lo criticó duramente. Algo parecido le ocurrió en otra ocasión con Aznar, por lo que se cuida mucho de elogiar por propia iniciativa a los expresidentes salvo que se le pregunte expresamente por ello.