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Mas propone otras autonómicas plebiscitarias "en la que se cuenten votos y no escaños"

La presión de la CUP y las discrepancias en el seno de Junts pel Sí aventuran unas nuevas elecciones catalanas.

La presión de la CUP y las discrepancias en el seno de Junts pel Sí aventuran unas nuevas elecciones catalanas.
Homs, Mas y Puigdemont, este domingo | EFE

El acuerdo entre la coalición formada por ERC y CDC, Junts pel Sí, y la CUP tiene los días contados. La asamblea del partido antisistema considera que es "papel mojado" porque el gobierno autonómico ha renunciado al propósito de la desobediencia y a la desconexión con el resto de España. En las actuales condiciones, la CUP se "libera" de su compromiso de sostener al ejecutivo más allá de enero de 2017, límite para la celebración de un referéndum unilateral de independencia.

En CDC se apela a que el plan pactado y aprobado entre todas las formaciones separatistas contempla un plazo de dieciocho meses para poner en marcha los mecanismos de la ruptura y someter al escrutinio de las urnas la proclamación de la república y la aprobación de una constitución catalana. En ERC, por su parte, lanzan guiños a la CUP y se alejan de sus socios de gobierno, con quienes no han querido reeditar la fórmula de JxS para las próximas generales, al igual que ante el pasado 20-D.

El desgaste de la formación de Artur Mas y el president Carles Puigdemont se refleja tanto en las encuestas como en la paulatina pérdida de votos comicio tras comicio. ERC no quiere ser la tabla de salvación de CDC y está en juego la hegemonía en el frente nacionalista.

La diferencia en cómo han encajado Mas y Junqueras el anuncio cupero de impugnar el pacto es una prueba más de la distancia cada vez mayor entre lo que queda de Convergencia, en plena fase de liquidación y cambio de siglas, y ERC. Así, mientras Junqueras declaraba este lunes que la CUP es su socio de referencia para sacar adelante los presupuestos de la Generalidad, Mas arremetía contra los antisistema y les acusaba de "romper las piernas" del soberanismo.

Planea el riesgo de un bloqueo de la CUP que dé pie a unas elecciones autonómicas anticipadas. ERC no teme la hipótesis mientras que los diputados antisistema, obligados por sus bases, proponen un choque frontal contra el Estado. En esa tesitura, Mas trata de ganar tiempo para refundar su partido, presentar nuevas siglas, tal vez alguna novedad entre los rostros habituales de Convergencia y preparar la nueva formación para una contienda electoral en Cataluña.

De ahí su nueva propuesta, una legislatura de año y medio, del que ya habrían transcurrido cinco meses, que desemboque en unas nuevas elecciones autonómicas plebiscitarias. Mas considera que el Tribunal Constitucional impugnará todas las leyes de desconexión y que un referéndum unilateral, como el del 9-N de 2014, carecería de validez y reconocimiento. Para esquivar el "problema", propone unas plebiscitarias en las que cuenten los votos y no los escaños, a diferencia de las pasadas autonómicas del 27 de septiembre del año pasado.

Artur Mas se muestra cada vez más activo en su papel de presidente de un partido en fase de derribo y reconstrucción. Se ha reservado el cierre honorífico de la lista convergente para las próximas generales y pretende teledirigir la acción de Puigdemont y la del gobierno regional. Topa con las ansias de protagonismo de su sucesor y con la estrategia de ERC, cuyos miembros, tanto en el grupo parlamentario como en el gobierno de JxS, siguen los dictados que marca Junqueras y obvian la acción conjunta, hasta el punto de haber votado por separado en una decena de ocasiones en la cámara regional.

En este contexto, la posibilidad de unas nuevas elecciones autonómicas cobra fuerza y depende en gran medida del éxito o del fracaso de Junqueras en la negociación de los presupuestos con la CUP. Mas le ha dejado un recado envenenado al afirmar que la Generalidad dispone de mayor margen de gasto para el próximo ejercicio que el que disponía el anterior gobierno, de modo que podría dar satisfacción a la CUP en lo referente a incluir en los números administrativos los ingresos por los impuestos autonómicos suspendidos por el Constitucional.

La inestabilidad es la nota dominante del ejecutivo presidido por Puigdemont, cuyos consejeros siguen los dictados de su partido y no los del exalcalde de Gerona, que acumula fracasos internacionales y un muy discreto papel en tareas ejecutivas y parlamentarias. Su perfil es bajo incluso dentro del partido, que Mas controla con mano férrea. Se ha impuesto su tesis de enterrar CDC y marca una nueva estrategia, otras elecciones en las que no se descarta que vuelva a presentarse.

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