Situada al norte del país, a escasos kilómetros de la frontera con Estonia, la ciudad de Siauliai es la cuarta por número de habitantes de Lituania. Allí, a escasos kilómetros del centro urbano se encuentra una base aérea activa desde la Segunda Guerra Mundial y que hasta la caída del Muro de Berlín y la descomposición del Pacto de Varsovia estuvo ocupada por la Fuerza Aérea de la ya extinta Unión Soviética.
La entrada del pequeño país en la Alianza Atlántica a finales de mayo de 2004 (a principios de ese mismo mes ingresó en la Unión Europea) supuso un punto de inflexión para la base aérea, que en cuestión de años pasó de tener como inquilinos cazas soviéticos a los aviones de la OTAN, que protegen al país del enemigo ruso en la misión de Policía Aérea del Báltico. Por el camino, la organización supranacional destinó 7,7 millones de euros a la remodelación de la base.
En esa base aérea se encuentra ahora el Destacamento Vilkas del Ejército del Aire, compuesto por unos 120 militares españoles y cuatro cazas Eurofighter Typhoon. Todos ellos bajo las órdenes del teniente coronel Juan Antonio Ballesta Miñarro. Junto a él, ocho pilotos (permite tener dos tripulaciones por aparato y tenerlos operativos las veinticuatro horas del día), armeros, personal contraincendios, mecánicos, personal de intendencia o comunicaciones…
Su objetivo es "salvaguardar la integridad del espacio aéreo de los países bálticos detectando e identificando aeronaves que puedan comprometer el uso del espacio aéreo durante 24 horas al día" y, para ello, están bajo el control del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas (CAOC) de la OTAN en Uedem (Alemania), desde donde se controla el espacio aéreo de toda la mitad norte de Europa. La otra mitad sur se controla desde el CAOC de Torrejón, en Madrid.
Cuando los radares controlados por el CAOC alemán detectan una traza sin idenficar, se da la señal de alerta a la base de Siauliai o a la que corresponda (también hay cazas para proteger el Báltico en Estonia). En ese momento, suena por los altavoces de las instalaciones un aviso de scramble, la operación de intercepción e identificación de las aeronaves no identificadas. Hay dos tipos de scramble: Alpha scramble (operación real) o Training Scramble (misión de entrenamiento).
Los pilotos de los dos cazas que están de guardia terminan de ponerse el equipo –que llevan puesto a medias durante todo su turno–, los mecánicos y armeros dejan lista la aeronave y tras recibir los últimos datos de la misión en la cabina del Eurofighter despegan en apenas unos minutos para interceptar e identificar a la aeronave desconocida. Normalmente, aviones o cazas rusos que vuelan sin plan de vuelo o con el transpondedor apagado (incumpliendo la legalidad internacional).
La primera intercepción real, que fue doble, tuvo lugar el pasado 21 de enero. Los cazas españoles salieron al paso de un Ilyushin IL-20 de la Fuerza Aérea Rusa, un avión turbohélice de inteligencia electrónica equipado con radar de reconocimiento, que viajaba entre Rusia y el exclave ruso de Kaliningrado sin las autorizaciones pertinentes. Sin tiempo para volver a la base, fueron alertados de una segunda traza sin identificar. En este caso, un Túpolev Tu-134 Crusty, también de la Fuerza Aérea Rusa.
Desde entonces, los cazas españoles han realizado otras tres salidas Alpha scramble, según han confirmado fuentes militares. La segunda y tercera tuvieron lugar durante el mes de febrero, aunque la OTAN no ha hecho público ni el número de aeronaves identificadas ni su país de procedencia. La última tuvo lugar el pasado sábado 19 marzo, cuando los cazas españoles recibieron la alerta por una traza sin identificar en aguas internacionales. Por si hay complicaciones, los cazas españoles van armados con misiles aire-aire (Iris-T y Amraan) y con un cañón Mauser de 27 milímetros.